Mariveni Rodríguez (ALN).- Beber a diario una taza de café, sin prisa, a sorbos, escuchando música, en silencio o leyendo un libro, se dice pronto. Pero para Claudia Vázquez y Alex Rojas, más que un pequeño lujo, es un rito que se permiten tras unirse como pareja, compartir su pasión por este producto y crear la cooperativa La Chiapaneca con la que venden el café desde Chiapas, México, hasta Europa.
Con esta marca, La Chiapaneca, Claudia Vázquez y Alex Rojas venden y distribuyen el cultivo de café del estado de Chiapas, México, en España, Alemania, Suecia y Bélgica. Para ellos, poner su energía en la siembra responsable, el consumo sostenible y de especialidad arábica, es su misión y visión. Y sí: “Lo bebemos sin azúcar”, dicen al unísono.
Un hilo transparente de vapor empaña la pantalla del ordenador por donde se establece la entrevista con Claudia Vázquez y Alex Rojas. Están bebiéndose su primer café del día, calientito, saboreando la flor y nata de la especialidad de Chiapas; una variedad de Garnica rojo, Garnica amarillo, Typica y Bourbon.
Concientizados por el medio ambiente, el trabajo justo, el respeto al caficultor y a la comercialización de esta infusión, esta pareja de origen mexicano y boliviano-sueco se dedica a potenciar el gran valor que tiene el grano mexicano mundialmente. México es el 11º productor mundial de este cultivo.
“La idea comenzó en España. Porque hay un gremio muy grande de empresarios mexicanos. Vimos también la necesidad de concientizar un mundo más ecológico, antes de la pandemia. Creemos en mejorar la cadena de valor de nuestro grano. Con el apoyo de los caficultores nos hemos propuesto ser los embajadores del café de México y así elevar su reconocimiento. Brasil y Colombia ya se han ganado su lugar en este mundo”, expresan seguros de lograr un objetivo propuesto hace dos años.
“Comenzamos a hacer un estudio mercadotécnico en España en el año 2018 y vimos la oportunidad de comercializar, difundir y enseñar al consumidor la necesidad del buen café mexicano en Europa y valorar más el trabajo de los caficultores en las regiones. El proyecto comenzó en 2019 como una empresa cooperativa y distribuidora con tienda online. Pero fundar algo así implica obtener certificados ecológicos anuales, permisos de distribución en Europa y gestiones que serían muy difíciles de asumir sólo por un caficultor. Son costes muy elevados”.
Flechazo a primera vista
Esta pareja se conoció por amigos comunes de Facebook. Luego quedaron en la Plaza Cataluña de Barcelona y ya tienen ocho años juntos: un flechazo a primera vista. Claudia Vázquez es de Chiapa de Corzo. Tras graduarse de licenciada en Contabilidad y Turismo se postuló a hacer prácticas en España y se quedó en Barcelona trabajando en entidades financieras. Alex Rojas, graduado en Administración Empresarial y Turismo, nació en Bolivia y desde muy pequeño vivió en Suecia.
“Salí de Bolivia por razones ideológicas. Viví 30 años en Suecia. Pero como tenía residencia en España y con Claudia tenía muchos temas comunes de que hablar, me trasladé. Ella me recibió en el aeropuerto con dos copas de plástico y una botella de vino que ni bebimos. Conversamos de todo hasta que se nos dio las dos de la madrugada. Hicimos match”, relata Alex sonriente mientras ella recibe su mirada y confirma: “Hicimos buena mancuerna desde el primer segundo”.
“Alex llegó un día antes de mi cumpleaños, el 28 de febrero. Y ese día me pidió ser su novia. Esta fecha está muy presente en nosotros porque un 28 del mismo mes quedó también notariada La Chiapaneca que, como chiapaneca que soy, es mi orgullo y raíz. Por eso quise crear este concepto, para apoyar a los pueblos indígenas de Latinoamérica. Empezamos por Chiapas y nos extenderemos a otros países de Latinoamérica porque la idea es trabajar con productores pequeños que tengan cooperativas y cumplan con los certificados de productos orgánicos y justos”, dice convencida de su misión Claudia Vázquez.
Actualmente representan a la Cooperativa Lagos de Colores que se encuentra en la región de Lagos de Montebello, Chiapas. Con un aproximado de 150 productores de la comunidad Maya-Chuj, se dedican al cultivo y cuidado de las plantaciones del café orgánico, miel y cacao que contiene la variedad de café Oro Azteca y Geisha. También gestionan el producto de la Cooperativa Tzeltal Tzotzil, con 19 productores, con cerca de de 300 socias y socios, ubicados en 25 comunidades de pueblos indígenas originarios hablantes de las lenguas Tzeltal y Tzotzil de la región Altos de Chiapas.
“Nuestra filosofía no sólo es ganar, sino que se respete el precio de quien lo produce. Por eso defendemos el café de valor, de estación, quizás muy competitivo, pero a un costo no muy elevado para que la gente pueda consumirlo. ¿Cuatro euros la taza te parece bien?”, Claudia deja en el aire la pregunta.
En Bolivia me llaman el sueco y en Suecia el boliviano
“Tras el covid-19 nos hemos articulado alrededor de una red de apoyo al comercio local. Creamos un movimiento que nos ha permitido adaptarnos a la crisis sanitaria. Como latinoamericanos nos identificamos con la palabra sobrevivir y sabemos que después de la tempestad vendrá la calma”, dice Alex, a sabiendas de que, además, en Suecia no hay tantas empresas mexicanas como en España.
Alex Rojas suma argumentos sobre esta decisión de apostar por el café orgánico, 100% Arábica. ¿Qué significa para un boliviano-sueco vivir en España?
“Barcelona es mi ciudad favorita. Uno se enamora. Soy fan del club de fútbol Barcelona. Me gusta su gente, es reservada como los suecos, pero luego abren sus corazones. Esta ciudad representa mi gran amor y mi hija: La Chiapaneca. Suecia, en cambio, es mi vida, mi país de infancia, porque, aunque soy boliviano, sólo he visitado ese país como turista. En Bolivia me llaman el sueco y en Suecia el boliviano”, dice.
“En Suecia -agrega- ganas dinero y puedes ahorrar porque el Estado te apoya. España tiene más problemas, más racismo con la gente latina e indígena y más corrupción. Pero apostamos por establecernos en España y distribuir desde aquí a Europa. Nada es completo”.
Claudia y Alex se beben otra taza de café sin azúcar ni leche, un sorbo, dos… Disfrutan de su historia, su amor y pasión por un producto mexicano que tiene, per se, identidad en toda Latinoamérica. Su ritual recomienza y es como si te llevara a otra zona, a las montañas y sitios arqueológicos de Chiapas, a sus ruinas mayas, posiblemente.