Juan Carlos Zapata (ALN).- El expresidente de Colombia, Ernesto Samper, declaró a ALnavío que una intervención militar de los Estados Unidos en Venezuela “rompería una ya larga tradición de rechazo de la región a las intervenciones militares en países latinoamericanos que han sido, todas sin excepción, un desastre humanitario”.
Tajante, el expresidente Ernesto Samper prefiere la negociación, que no el diálogo para resolver la crisis de Venezuela. Y propone una fórmula: a la venezolana, evocando un proceder muy venezolano que resolvió en el siglo XX todos sus conflictos sin registrar una sola guerra fratricida como las sufridas por otras naciones, que es el caso de Colombia.
Samper respondió vía correo electrónico algunas preguntas para este diario. Señaló, en cuanto a las amenazas de la intervención militar que “lamentablemente, debo decirlo, el gobierno de Colombia a través de algunos de sus representantes diplomáticos ha sido permeable a este mensaje belicista que sigue las conocidas pretensiones del entonces presidente Álvaro Uribe, mentor del presidente Iván Duque, de colocar bases militares norteamericanas en la frontera de Colombia y Venezuela”.
-¿Estamos ante la inminencia de una intervención militar en Venezuela? ¿La cree posible?
-Aunque con el presidente Donald Trump y su poco recomendable grupo de asesores en materia de seguridad todo es posible, espero que no sigan adelante con la idea que han venido ventilando de que “todas las opciones respecto a Venezuela están sobre la mesa”. Lo único que podría animar al gobierno de los Estados Unidos a meterse en una aventura militar sería el respaldo del ala radical del Partido Republicano para convertir la intervención en Venezuela (y de paso en Cuba) en un tema de campaña reelectoral. Así ha sucedido en el pasado con otras intervenciones republicanas con fines electorales.
-¿Puede sentar un precedente peligroso en la región?
-Por supuesto, rompería una ya larga tradición de rechazo de la región a las intervenciones militares en países latinoamericanos que han sido, todas sin excepción, un desastre humanitario. Para la muestra, las intervenciones en Panamá, Nicaragua y Granada. Lamentablemente, debo decirlo, el gobierno de Colombia a través de algunos de sus representantes diplomáticos ha sido permeable a este mensaje belicista que sigue las conocidas pretensiones del entonces presidente Álvaro Uribe, mentor del presidente Iván Duque, de colocar bases militares norteamericanas en la frontera de Colombia y Venezuela.
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-¿Se corre el riesgo de que la escalada derive en un conflicto regional?
-No lo creo. La región todavía tiene abiertas heridas de las siniestras épocas de las dictaduras militares apoyadas por gobiernos extranjeros y sabe el retroceso histórico que representaría para la región apoyar una aventura militar en Venezuela.
-¿O tal vez vaya más allá e involucre factores como Cuba, Rusia y China?
-Tampoco podemos dejar que el tema de Venezuela se “vietnamice”, que aceptemos que un país de la región se convierta en escenario de enfrentamiento entre las potencias del mundo, vengan de donde vinieren. Entendamos que, agotada como parece estar, la vía de la fuerza, bien sea por una intervención extranjera o un golpe militar interno, lo que cabe es buscar una salida justa, como la ha planteado el Papa Francisco, que tendría el apoyo de Naciones Unidas, la Unión Europea, el Grupo de Montevideo y, por qué no, del propio Grupo de Lima. Para que ello se consiga debemos tener claro que la crisis de Venezuela la resuelven los venezolanos, entre venezolanos y a la venezolana.
-La administración Trump parece estar dispuesta a ir hasta las últimas consecuencias para eliminar el socialismo del hemisferio occidental, creyendo que con la salida de Maduro caerán, además, Cuba y Nicaragua. ¿Qué opina?
-Esas son las utopías anacrónicas que le están vendiendo sus asesores que, por lo demás, tuvieron siniestras participaciones en desestabilizaciones parecidas en los años 60 y 70. Los mismos que hoy alimentan los cuadros republicanos anticubanos que ya consiguieron que Trump desconociera, de forma olímpica, todos los acuerdos que a nombre de los Estados Unidos hizo el presidente Barack Obama con el presidente Raúl Castro para desbloquear las relaciones bilaterales. Ese sí que fue un golpe de Estado diplomático.
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-¿Le conviene a Colombia que el gobierno de Duque mantenga una posición de total beligerancia contra Maduro y a favor de Guaidó?
-El presidente Duque, como el presidente Trump, ha convertido el enfrentamiento con Venezuela en un tema de política doméstica en Colombia. La gente tiende a creer que todos los colombianos lo están acompañando en esta política y no es cierto. Entre otras cosas, porque de todos los países latinoamericanos, el más perjudicado con este enfrentamiento es Colombia. Particularmente los tres millones de colombianos que viven en las fronteras y también, por supuesto, los venezolanos que viven del otro lado de ellas. Estamos saliendo de un conflicto armado de medio siglo que nos dejó clara la lección de que la paz es el único camino sensato para salir de la guerra. ¿Por qué iríamos a preferir para Venezuela el camino de la desestabilización, la intervención militar o una guerra civil para que saliera de la crisis en que se encuentra?
-¿Qué consecuencias puede acarrear para Colombia lo ocurrido el fin de semana en la frontera?
-Las que estamos viviendo. Las fronteras cerradas, los migrantes aislados de su país, los vecinos venezolanos sin acceso a los mercados colombianos, los colombianos de este lado sin oportunidades, centenares de heridos y pequeños grupos armados enfrentándose en los puentes por los cuales hace una semana pasaban sin ninguna restricción personas, medicinas, alimentos, enfermos y transportes escolares.
-¿Cree usted que debe ingresar la ayuda humanitaria en Venezuela? ¿El gobierno de Maduro debe permitirla?
-Siempre he defendido la apertura de canales de ayuda humanitaria pero también comparto la opinión del presidente de la Cruz Roja Internacional de que estas ayudas no pueden ser politizadas. Ni por el gobierno ni por la oposición. Es inhumano jugar con el hambre o la salud de la gente. Que se abran todos los canales humanitarios pero que sean neutrales. Como decía Jorge Eliecer Gaitán, un dirigente colombiano: el hambre no es liberal ni conservadora sino pálida como la muerte.
-¿No hay manera de restablecer canales diplomáticos entre los gobiernos de Duque y Maduro?
-Los habrá cuando los dos entiendan que de la confrontación y los insultos sólo queda la polarización y que la polarización termina en la guerra. Hoy más que nunca se requieren voces sensatas que devuelvan el enfrentamiento a las aguas tranquilas de la diplomacia de la reconciliación. Para conseguirlo gobierno y oposición tienen que ponerse de acuerdo en dos proyectos para salvar a Venezuela: la estabilización inmediata de su economía y una agenda de elecciones generales que no da espera. Que sean Nicolás Maduro y Juan Guaidó y no los señores Trump y Vladimir Putin los que decidan el futuro de Venezuela.
-¿Qué iniciativas se pueden tomar a estas alturas para llamar al diálogo, a una negociación, o a cualquier otra salida a la crisis que no sea la solución militar?
-Una negociación (que no es un diálogo) entre las cabezas del gobierno y la oposición con una mediación activa de Naciones Unidas y fuerte acompañamiento internacional alrededor de una agenda que empiece por la estabilización de la economía y unas elecciones generales, es decir, una salida rápida democrática y pacífica que es la que necesita Venezuela.