Pedro Benítez (ALN).- Lamentablemente Colombia se convirtió en el conejillo de Indias del estilo Donald Trump. Fue un hecho fortuito; el actual inquilino de la Casa Blanca no lo tenía en mente, pero con instinto depredador no dejó pasar la oportunidad que en bandeja de plata le sirvió el presidente Gustavo Petro, de exhibir su estilo. Con ello envió un mensaje de cómo se manejará con el resto del mundo, porque, en su aparente imprevisibilidad, Trump actúa de acuerdo a una lógica.
¿Qué lecciones podemos apreciar de este choque en el que Goliat, aparentemente, hizo correr a David?
1) Trump se sigue manejando como cuando era la estrella del reality show The Apprentice. Ese espectáculo fue todo un éxito para la cadena de televisión que lo emitió durante las catorce temporadas en las que el controversial magnate inmobiliario despedía y humillaba, para diversión de la audiencia, a los participantes, sin conmiseración alguna. Los analistas políticos de Estados Unidos coinciden en afirmar que esa fue la plataforma que lo proyectó hacia la candidatura presidencial republicana de 2016. Todo lo que dice y hace tiene un solo objetivo: alimentar a su público.
2) Cuando fue precandidato en 2016 descubrió el rechazo que en una parte muy importante del electorado estadounidense despertaba la inmigración (legal o no), tal como viene ocurriendo en Europa occidental. Desde entonces se agarró de ese tema, el cual ha usado sin ningún escrúpulo. Sin embargo, no es la primera vez en la historia de Estados Unidos que se da un episodio de xenofobia como el actual; ocurrió a mediados del siglo XIX con la masiva llegada de irlandeses católicos y hasta se creó un partido antiinmigración; la película Gangs of New York, de Martin Scorsese, ambienta muy bien esta historia.
A fines de esa centuria se restringió la inmigración de chinos a California y décadas después le tocaría el turno a los japoneses y mexicanos. Luego de la Primera Guerra Mundial surgió otra ola de rechazo a los inmigrantes que venían del sur y el este europeo (judíos y católicos), siendo esa una de las causas del auge del Ku Klux Klan, por esos años. Incluso, el Congreso sancionó una ley que restringió severamente esa inmigración en particular.
En todos esos casos los argumentos usados fueron los mismos que escuchamos por estos días: los inmigrantes traen delincuencia y amenazan “con cambiar el carácter de la nación”. El tiempo demostró lo contrario, todos esos grupos humanos se integraron otorgándole a ese país su carácter cosmopolita. Esta fiebre ya pasará, como pasaron las otras y también los políticos como Trump.
3) En 1880 una revista satírica alemana se burlaba de inmigrantes de ese origen afincados en Estados Unidos, rechazando a otros inmigrantes que llegaban tan pobres y desesperados como habían llegado ellos 10 o 20 años antes. Tal como le pasaría al abuelo y a la madre de Trump. Que los que llegaron antes rechacen a los que llegan ahora en las mismas condiciones, tampoco es novedad.
4) En cada uno de sus primeros cuatro años en la Casa Blanca, Trump deportó menos inmigrantes que Barack Obama en cada uno de sus respectivos ocho. En 2024 las deportaciones con Joe Biden se incrementaron de manera sustancial. Lo mismo se puede afirmar en los cuestionables procedimientos de las autoridades de inmigración.
En ninguno de los dos sentidos Trump ha hecho algo sustancialmente distinto a otros presidentes. La diferencia con Obama y Biden consiste en que él hace alarde de eso. Nuevamente, es el espectáculo. Cuando prometió construir un muro en la frontera con México (que nunca terminó, por cierto) mucha gente se sorprendió al enterarse que en buena parte de la línea fronteriza ya existía o estaba vallado.
5) Trump no tiene nada en contra de Gustavo Petro, Justin Trudeau, José Raúl Mulino o la primera ministra de Dinamarca. No es nada personal, son negocios.
6) Ha prometido la mayor deportación de inmigrantes de la historia, pero en Estados Unidos los poderes presidenciales son muy limitados. Varias de sus órdenes ejecutivas ya están siendo impugnadas ante los tribunales. Se viene una larga guerra legal por varios frentes que para él será muy frustrante. Esa es una de las razones por la cuales los presidentes tienden a buscar protagonismo internacional.
7) De la dramática pulseada protagonizada el pasado domingo, el presidente colombiano consiguió lo que quería; los deportados colombianos regresaran en las condiciones que su gobierno considera dignas. El problema es que en términos de la comunicación política quedó, sin ninguna necesidad, como el humillado.
Petro no le aceptó a Trump lo que sí le había admitido sin protestar a Biden, y se pasó toda la tarde del pasado domingo jugando al desafío sin estar dispuesto a ser Fidel Castro o Salvador Allende.
Con ello provocó un severo sismo político dentro de la propia Colombia, acarreándole críticas de los principales medios, la mayoría de los gobernadores de los departamentos y de los alcaldes de las ciudades más importantes, que cuestionaron su manejo de la crisis y el riesgo en que puso a la economía nacional. Veremos cómo este incidente, combinado con la ofensiva del ELN en el Catatumbo, afecta las perspectivas electorales del Pacto Histórico en el ciclo electoral que se acerca.
8) Como no hay mal que por bien no venga, se puso en evidencia que, pese a todo, Petro contaba con un buen equipo para atender esa breve pero fuerte tormenta. La mayoría de los observadores coinciden en afirmar que el hoy ex canciller Luis Gilberto Murillo, el embajador en Washington Daniel García-Peña, y la mano derecha del presidente, Laura Sarabia, manejaron de manera solvente la situación.
No obstante, al parecer, esta crisis terminó de romper la relación entre Petro y Murillo, ya tocada por el manejo del reconocimiento o no de Nicolás Maduro como presidente legítimo de Venezuela, luego de las elecciones del 28 de julio.
9) Sarabia le solicitó, y obtuvo, el apoyo del ex presidente Álvaro Uribe, quien es amigo personal de Marco Rubio y otras figuras de la derecha estadounidense, a fin de superar el impase con Trump. Esto no debería sorprender puesto que en los momentos más críticos la élite política colombiana siempre juega a los intereses superiores del Estado. Se cumplió esa ley no escrita.
10) Llama la atención la ausencia de solidaridad por parte de la presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum y de su colega brasileño, Lula Da Silva, con Petro. La cancillería hondureña informó la cancelación de la cumbre de la Celac, convocada por la presidenta de ese país Xiomara Castro, que pretendía coordinar una respuesta colectiva a estas deportaciones de migrantes, porque algunos países miembros priorizaron “otros principios e intereses”. Atrás quedó aquella época en la cual el ex presidente Hugo Chávez se burlaba de George W. Bush en el estrado de Naciones Unidas o en la cumbre de Mar del Plata en 2005.
Además, las palabras de apoyo de Maduro eran lo último que Petro, así como los aspirantes presidenciales de su coalición, querían escuchar.
11) Trump obtuvo una victoria fácil. Esto reafirma su convicción personal de que ese estilo y la amenaza económica funcionan.
12) No tardó en subir la apuesta. Comienza a cuestionar la protección que Brasil otorga a sus industrias, volviendo a su amenaza favorita: los aranceles. Pero no es lo mismo Panamá, Colombia o Dinamarca, que Brasil. No digamos Xi Jinping o Vladimir Putin. Con estos últimos veremos hasta donde la realidad le pone límites al espectáculo.