Pedro Benítez (ALN).- Por cuestiones del destino es probable que Donald Trump sea el presidente norteamericano que haga el desquite por el fracaso de la invasión de EEUU a Cuba en abril de 1961. Algo que puede ocurrir en Venezuela en algún momento de 2019.
En la madrugada del lunes 17 de abril de 1961, 1.511 exiliados cubanos organizados y entrenados por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos desembarcaron en Playa Girón, provincia de Matanzas (Cuba) con la intención de establecer una cabeza de playa, formar un gobierno provisional y buscar reconocimiento de la comunidad internacional, para desde allí derrocar a Fidel Castro.
Luego de tres días de combates, la conocida como invasión de Bahía de Cochinos terminó siendo aplastada totalmente por las Milicias y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Castro. El régimen se había salvado.
Aquella aventura mal preparada y peor ejecutada fue el “fracaso perfecto” que humilló a la Administración de John Kennedy y consolidó a Fidel Castro en el poder, pues le permitió barrer violentamente con toda la oposición dentro de la isla, que fue a la cárcel o al exilio. Un día antes del inicio de la invasión, cuando esta era inminente, Castro había declarado el carácter socialista y marxista de la Revolución Cubana.
Para el excanciller mexicano Jorge Castañeda, algo parecido podría ocurrir en Venezuela, pero en esta ocasión con un resultado totalmente distinto. Sería una “variante actualizada y corregida”. “Un Playa Girón al revés”.
Ciertamente, de seguir las cosas por el camino que van en Venezuela, con un gobierno presidido por el titular de la Asamblea Nacional con cada vez más reconocimiento político dentro y fuera del país, pero con el grupo de altos mandos militares que rodean a Nicolás Maduro sin ceder o fracturarse, el destino no es otro sino reeditar algo muy parecido a la invasión de Playa Girón de 1961.
Al menos 2.000 oficiales medios y bajos de los distintos componentes de la Fuerza Armada Nacional (FANB) de Venezuela han desertado en los últimos meses, en su mayoría desde diciembre pasado cruzando la frontera hacia Colombia. Varios de ellos han hecho saber por medio de las redes sociales que reconocen a Juan Guaidó como comandante en jefe.
Para el excanciller mexicano Jorge Castañeda algo parecido podría ocurrir en Venezuela, pero en esta ocasión con un resultado totalmente distinto. Sería una “variante actualizada y corregida”. “Un Playa Girón al revés”
De modo que eso, más el descontento que existe dentro de la institución militar venezolana (hasta hace un mes había más militares activos presos por causas políticas que civiles), indica que ya hay la masa crítica necesaria para repetir una operación como la que montó la inteligencia estadounidense hacia Cuba en 1961.
Sin embargo, Nicolás Maduro no cuenta hoy con la “legitimidad” que la opinión pública mundial sí le dio a Fidel Castro en los años 60 del siglo pasado. Parte de la izquierda mundial ya agita la bandera del antiimperialismo, pero en este caso sin la efectividad de antes. En el relato de la opinión pública mundial este no es David (Cuba) derrotando a Goliat (Estados Unidos). Sino un tirano al frente de un régimen ruinoso que oprime al pueblo venezolano.
Las recientes entrevistas e intervenciones de Maduro y la vicepresidenta Delcy Rodríguez han sido de una torpeza absoluta. Más que por la habilidad de los adversarios, están perdiendo de calle la batalla de la comunicación por sus propios errores.
¿Una victoria fácil?
Donald Trump siente que esta es una victoria relativamente fácil. Ya veremos si es así. Nicolás Maduro y Diosdado Cabello creen que Trump no llegara a tanto. Esa es su apuesta. Pero esto sólo lo saben el inquilino de la Casa Blanca y sus asesores más cercanos.
No obstante, de darse ese escenario la historia va a ser muy distinta a la de Cuba de inicios de los años 60 del siglo pasado. John Bolton y los jefes del Pentágono también saben eso.
Para empezar Maduro no cuenta con el respaldo de la población. Por el contrario, de ella sólo puede esperar repudio. Exactamente al revés de la Cuba de 1961.
Donald Trump siente que esta es una victoria relativamente fácil. Ya veremos si es así. Nicolás Maduro y Diosdado Cabello creen que Trump no llegara a tanto. Esa es su apuesta. Pero esto sólo lo saben el inquilino de la Casa Blanca y sus asesores más cercanos
Sólo una operación demasiado torpe por parte de los adversarios externos e internos podría revertir eso. Pero es que, además, no cuenta con la lealtad de los cuadros medios y bajos de la oficialidad militar, que al igual que el resto de la población esperan el momento para hacer el ajuste de cuentas.
A diferencia del régimen de Castro que por aquella época se iniciaba, y por lo tanto contaba con todo el crédito político que da la esperanza, el de Maduro es uno que todo indica está en los estertores, o que al menos ya no va a dar más nada.
Por lo tanto (tal y como ocurrió en la Cuba de 1961) lo decisivo en Venezuela es el frente interno. La correlación de fuerzas dentro del país es adversa a Maduro por donde se lo vea.
Eso sin contar la correlación de fuerzas externas. La mayoría de las democracias del mundo, y de ellas todas las más importantes, condenan al régimen de Maduro y han concedido el reconocimiento diplomático a Juan Guaidó.
Los principales vecinos de Venezuela, Brasil y Colombia, tienen el segundo y el tercer ejército, respectivamente, más numeroso y mejor equipado del continente. Y sus gobernantes son adversarios de Maduro. Pero además, ni China ni Rusia parecen dispuestas a cumplir el papel que tuvo la Unión Soviética apoyando a la Cuba castrista en los 60.
De modo que de seguir las cosas por este camino bien podría ser Donald Trump el presidente de los Estados Unidos que haga el desquite histórico del estruendoso fracaso de hace 58 años. Eso ante nada más y nada menos que el régimen chavista, hijo legítimo y heredero de la Revolución Cubana. Sólo restaría saber si tendrá la determinación que John Kennedy no tuvo hace casi seis décadas.