Pedro Benítez (ALN).- Según el conocido principio atribuido al fraile franciscano Guillermo de Ockham, la respuesta más sencilla suele ser la correcta. En el reciente caso del estado Barinas ocurrió lo obvio, el Partido/Estado con Nicolás Maduro a la cabeza como presidente cometió un grueso error de cálculo político cuyas consecuencias aún no podemos evaluar.
El chavismo/madurismo no se planteó “entregar” esa emblemática entidad de los llanos venezolanos simulando una disputa, a fin de meter en otra elaborada trampa a la oposición y/o lavar su rostro internacionalmente. Maduro y su grupo querían ganar esa disputa electoral y lo intentaron con todo lo que tuvieron en sus manos para lograrlo sin medir costos económicos y políticos.
Probablemente calcularon que por ser Freddy Superlano, el candidato despojado de la victoria, dirigente del partido más radical del G4, la oposición se revolcaría en su indignación negándose a participar en un nuevo proceso a todas luces arbitrario e intentara, como ya ha ocurrido en el pasado, otras vías de protesta.
Pero demostrando que, pese a todo, el ser humano sí puede aprender de sus errores, la oposición de Barinas asumió el reto. Desafiando todos los obstáculos adicionales que se le presentaron, que incluyeron tres inhabilitaciones exprés de potenciales candidatos, se sacó de la manga la candidatura del diputado regional Sergio Garrido.
Así fue como todo lo que queda del Estado venezolano se movilizó hacia Barinas en diciembre pasado, incluyendo ministros, gobernadores de otras entidades y miembros del Alto Mando Militar. Trasladaron 25 mil efectivos militares y policiales desde otras regiones del país, así como 18 mil votantes inscritos para sufragar en esa entidad, pero que por diversos motivos viven en otros estados, e innumerables activistas del PSUV que tenían la tarea de buscar hasta el último voto chavista posible. Como es ampliamente conocido el esfuerzo incluyó bolsas de comida Clap y abundante suministro de gas doméstico y gasolina.
Algo muy importante para ellos estaba en juego.
Sin embargo, todas esas maniobras fueron un error. No hay manera de justificar el desconocimiento arbitrario de una elección para volverla a perder en menos de un mes, y pasar de un margen de derrota de 120 votos a 44 mil. Eso no tiene sentido. Maduro ya se había sacado de encima a la familia Chávez y luego podía neutralizar la victoria de Superlano por distintas vías. Recursos para eso tiene. Pero nadie es infalible. La gente se equivoca.
Barinas, versión electoral de la «Batalla de Santa Inés»
Barinas se terminó convirtiendo en la versión electoral de la Batalla de Santa Inés. Aquel lance ocurrido en tierras barinesas al inicio de la Guerra Federal que la propaganda chavista tanto ha intentado explotar. Similar a lo que le pasó a las fuerzas gubernamentales de 1859, en esta ocasión el Gobierno se metió en su propia trampa, en la que exhibió, de paso, varias de sus contradicciones internas.
Pocas veces se ha hecho tan evidente la falta de coordinación entre las filas oficialistas como en este capítulo de la lucha política venezolana. Un jefe militar desconociendo a la autoridad del Consejo Nacional Electoral (CNE) elegido por la Asamblea Nacional (AN) electa un año antes y desafiando a su propia línea de mando jerárquica. El ala más radical del chavismo encabezada por Diosdado Cabello e Iris Valera presionando para desconocer el resultado del 21 de noviembre. El exgobernador Argenis Chávez haciendo poco esfuerzo para disimular su descontento con el Gobierno nacional, léase: Maduro. Todos presionando a Maduro, y éste poniendo en evidencia los límites de su propio poder. Esto último es clave.
Hay cosas que no puede hacer, por las razones que sea. La prueba es que Sergio Garrido ha sido proclamado gobernador.
En dos décadas de hegemonía chavista solo tenemos a la mano una situación similar, y que no por casualidad también estuvo relacionada con un evento electoral: la consulta para reforma constitucional de diciembre de 2007, que el anterior jefe de Estado perdió por estrecho margen y que dio pie, incluso, a que el oficial (recién retirado) con más prestigio dentro de la institución militar, su exministro de la Defensa, lo desafiara públicamente.
La «amenaza creíble»
Hay quienes han sostenido dentro y fuera de Venezuela la necesidad de poner sobre la mesa una “amenaza creíble” que obligue a Maduro a negociar o que quiebre la coalición que lo sostiene. En ocasión del capítulo Barinas, habría que considerar que son los votos esa amenaza creíble. Es decir, que el Partido/Estado no puede neutralizar una movilización electoral masiva en su contra y eso tiene implicaciones puertas adentro de su estructura.
Después de todo, en las últimas semanas fuimos testigos que los votos en Barinas fueron mucho más eficaces para exponer las fracturas internas que todas las amenazas que Donald Trump profirió en 2019.
A estas horas el chavismo/madurismo debe estar haciendo su propia valoración de lo ocurrido y sacando sus respectivas cuentas. Evaluando qué alternativas tiene de aquí en adelante. Por su parte, la oposición venezolana debería hacer lo mismo y sacar cuentas de sus propias fuerzas.
Aprovechar el descontento
El PSUV todavía es la mayor, y más temible, maquinaria electoral de Venezuela y su principal ventaja sigue siendo (todo hay que decirlo) el disminuido Estado venezolano que abusivamente tiene a su servicio. La huelga de brazos caídos que hizo el exgobernador Argenis Chávez no afectó, por ejemplo, la movilización de la estructura partidista en Barinas.
Su otra ventaja es la dispersión y división de sus adversarios que le facilitan la tarea. Esos dos factores combinados le permitieron imponerse en 17 de los 23 estados del país y en más de 200 municipios.
Agreguemos a eso el control del resto de las instituciones y el respaldo de la Fuerza Armada Nacional (FAN).
Ante eso la principal ventaja (potencial) que tiene la oposición venezolana a su favor es el descontento nacional. Eso es más importante que el apoyo de la Casa Blanca.
La única manera que tiene para mover ese descontento es por medio del voto con todas las dificultades que implica. Ganó una batalla, no la guerra.