Pedro Benítez (ALN).- Mientras los altos mandos militares venezolanos más se esfuerzan por demostrar su compromiso incondicional a Maduro, más dudas hay sobre la autenticidad de este. Mientras más piden lealtad, más evocan todo lo contrario. El masivo descontento de las calles con el desempeño de Maduro al frente del Estado hace rato entró en los cuarteles.
La mañana de este 2 de mayo la televisión y las radioemisoras venezolanas realizaron una transmisión conjunta de un muy particular acto de Nicolás Maduro rodeado del Alto Mando militar y un numeroso grupo de oficiales y tropas, desde el patio de la Academia Militar de Venezuela. El propósito era despejar las dudas sobre el respaldo castrense a Maduro. No obstante, la consecuencia fue totalmente contraria.
Las intervenciones del ministro de la Defensa, general Vladimir Padrino López, y del jefe del Comando Estratégico Operacional de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (CEOFANB), almirante Remigio Ceballos Ichaso, no hicieron más que ratificar la percepción de que hay un ambiente de desconfianza entre la cúpula militar y Nicolás Maduro. Las imágenes no se correspondían con las palabras.
La mañana de este 2 de mayo la televisión y las radioemisoras venezolanas realizaron una transmisión conjunta de un muy particular acto de Nicolás Maduro rodeado del Alto Mando militar y un numeroso grupo de oficiales y tropas, desde el patio de la Academia Militar de Venezuela. El propósito era despejar las dudas sobre el respaldo castrense a Maduro. No obstante, la consecuencia fue totalmente contraria.
Las declaraciones del dirigente Leopoldo López a los medios de comunicación esa tarde, desde la residencia del embajador español en Caracas (su primera intervención pública en cinco años), ratificaron versiones que ya habían dado voceros del Gobierno de los Estados Unidos según las cuales los jefes militares venezolanos estarían acordando organizar una transición política pacífica con la salida de Maduro del Palacio de Miraflores. Según López, este tipo de conversaciones se dieron con distintos jefes militares en las últimas semanas en su casa, donde cumplía prisión domiciliaria.
La ausencia de respuesta por parte de la cúpula militar al desafío que el presidente encargado, Juan Guaidó (acompañado por el propio Leopoldo López), realizó el día 30 abril junto con un grupo de efectivos de la Guardia Nacional, y la actuación durante esas horas (y la posterior carta pública) del director del Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin), general activo Manuel Ricardo Cristopher Figuera (pieza clave en el entramado que sostiene a Maduro) fueron señales claras de la desconexión existente entre la institución militar y Maduro.
Esto no debería extrañar. Paralelamente a la gran crisis venezolana, otra se ha ido desarrollando dentro de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), último respaldo real del régimen chavista.
Pese a que ha sido colmada por años de privilegios y espacios de poder económico y político, la FANB no ha escapado a la catástrofe en la que ha caído el resto de la sociedad venezolana. El masivo descontento de las calles con el desempeño de Maduro al frente del Estado hace rato entró en los cuarteles. Esa es la clave.
Ya en 2017, a raíz de la determinación de este último de convocar su Asamblea Nacional Constituyente (ANC) de carácter corporativo, los comandantes de la Armada y el Ejército, Orlando Maneiros y Juan de Jesús García Toussaintt, fueron reemplazados por no manifestar su adhesión a ese método que a fin de cuentas buscaba sustituir definitivamente a la Asamblea Nacional (AN) de mayoría opositora.
A continuación, a lo largo de ese año y del 2018, al menos tres tramas conspirativas fueron abortadas dentro del Ejército. Una de ellas implicó al comandante de uno de los batallones más importantes adyacentes a Caracas, un oficial de la mayor confianza del ministro de la Defensa identificado como leal al chavismo.
Al parecer el único vínculo entre esas tramas era la relación real o supuesta de los implicados con el también general Miguel Rodríguez Torres (bajo arresto desde marzo de 2018 acusado también de conspirar), quien fuera el ultimo director del Sebin del expresidente Hugo Chávez y el primero de Maduro. Como ministro del Interior de este último, Rodríguez dirigió la represión contra las protestas estudiantiles de 2014.
En diciembre de 2018 un nuevo tipo de crisis escaló dentro de la institución militar: un gran número de oficiales no regresaron a los cuarteles luego del asueto decembrino, y algunos incluso cruzaron la frontera con Colombia como tantos otros migrantes. De nada sirvieron las normas restrictivas dictadas previamente ni los esfuerzos de los comandantes para evitarlas. Era obvio que la mayoría de los oficiales padecían la misma crisis que el resto de la población.
De modo que 2019 comenzó con un ambiente generalizado de desmoralización en la FANB. Por primera vez había más presos militares que civiles por causas políticas.
Si el descontento militar no desalojó entonces a Maduro del poder fue gracias a los servicios de la policía política (Sebin) y de la contrainteligencia militar (DGCIM), organizados con asesoría cubana y el respaldo del Alto Mando militar encabezado por el general Padrino.
El descontento llegó al Sebin
Pero entonces ocurrió un evento imprevisto (aunque muchas veces anunciado por los expertos). Venezuela sufrió una serie de masivos apagones del servicio eléctrico en el mes de marzo y con ello una nueva ola de protestas en las principales ciudades del país. Ese fue el momento de ruptura entre la cúpula militar y Maduro. Ya no había cómo disimular el hecho de que mientras este siga en el poder la debacle de Venezuela será imparable.
Pese a que ha sido colmada por años de privilegios y espacios de poder económico y político, la FANB no ha escapado a la catástrofe en la que ha caído el resto de la sociedad venezolana. El masivo descontento de las calles con el desempeño de Maduro al frente del Estado hace rato entró en los cuarteles. Esa es la clave
Y esa actitud también explica la tolerancia del poder militar al reto político planteado por Juan Guaidó y la Asamblea Nacional desde enero pasado. Si bien los jefes militares han resistido las presiones nacionales e internacionales para desalojar a Maduro del poder, tampoco se han comprometido con su política represiva, que ha sido ejecutada por la policía y los grupos paramilitares afectos al chavismo. Este equilibrio inestable parece haberse roto en las últimas horas.
La defección abierta del general Cristopher Figuera, la primera de un oficial activo de ese nivel de confianza, indica que el descontento incluso ha penetrado en el crucial aparato de contrainteligencia. Antes de ser director del Sebin, este general había sido el segundo al mando del DGCIM y eran sus funcionarios los que custodiaban a Leopoldo López.
Obligado a apoyarse en el grupo más radical cercano a Diosdado Cabello (su enemigo íntimo) Maduro, pues, no tiene en quién confiar.