Pedro Benítez (ALN).- Nicolás Maduro desea permanecer en el poder cambiando atropelladamente las reglas de la competencia política, justo cuando está en desarrollo una auténtica rebelión civil a escala nacional. En Venezuela podría ocurrir algo similar al periodo de “La Violencia” en Colombia a partir de 1948.
Los partidos políticos que actúan en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) en Venezuela, la alianza opositora al Gobierno, participaron en las elecciones parlamentarias de diciembre de 2015 con las reglas y en las condiciones que impuso el Gobierno chavista. Estas incluían, entre otros aspectos, un severo control al acceso de los críticos de la gestión gubernamental a los medios de comunicación, inhabilitaciones de candidatos potenciales, controles y sanciones de los aportes económicos privados a la campaña de los opositores, presencia de grupos de civiles armados al servicio del partido oficial a modo de intimidación en las actividades de calle y el Consejo Nacional Electoral (CNE) al servicio de los candidatos oficiales de manera bastante burda.
Pese a todas esas condiciones desventajosas, la oposición venezolana participó, ganando dos tercios de las bancadas de la Asamblea Nacional, y revirtiendo a su favor un esquema de distribución de circunscripciones electorales diseñado para beneficiar a los bastiones chavistas.
Maduro quiere cambiar las reglas
El sistema electoral venezolano fue diseñado para sobrerrepresentar a la mayoría chavista, pero ahora que ese sector político es franca minoría y la oposición al Gobierno es, con mucho, la clara mayoría, Nicolás Maduro decide atropelladamente cambiar las reglas del juego. En eso consiste su propuesta Constituyente.
Ahora que el chavismo es franca minoría y la oposición al Gobierno es clara mayoría, Maduro decide cambiar las reglas
Como el lector podrá comprender a esta altura del relato, cuando en cualquier actividad humana que implique competencia, bien sea el deporte o la política, se modifican las normas de esta manera no puede ocurrir otra cosa que un conflicto. Esta es una de las causas (la otra es la debacle económico-social del país) de la tremenda crisis política que sufre Venezuela.
¿Por qué Maduro hace esto? Porque está intentando establecer una dictadura personal. Luego de apostar a una salvadora subida de los precios del petróleo que no ha ocurrido, ha llegado a aceptar la evidencia de que con el imparable deterioro económico del país, ni él ni los candidatos del oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) pueden ganar ninguna elección nacional en condiciones de competencia electoral que impliquen la participación popular por medio del voto universal, directo y secreto.
Pero Maduro quiere seguir en el poder hasta más allá del término de su mandato constitucional en enero de 2019, y para eso las formas de la democracia liberal (burguesa) ya no le sirven.
El factor Cuba
En el futuro algún historiador podrá desentrañar las razones por las cuales el expresidente venezolano Hugo Chávez designó como sucesor en el cargo presidencial a Nicolás Maduro. No era uno de los más connotados o visibles dirigentes de la nomenclatura chavista, ni siquiera se mencionaba como uno de los que más poder habían acumulado durante el largo predominio chavista, aunque sí había sido un hombre cercano al caudillo del socialismo del siglo XXI.
No obstante, desde que llegó a la silla presidencial Maduro ha ejercido el poder de manera autocrática, incluso dentro del mismo PSUV, apartando del círculo del poder a antiguos hombres de confianza de Chávez como el general Miguel Rodríguez Torres, exministro del Interior, o Rafael Ramírez, exministro de Petróleo y expresidente de PDVSA.
Como lo ha señalado el periodista venezolano Juan Carlos Zapata en su libro Chavismo, dinero y poder, una de las razones de peso que se consideran influyó determinantemente en la decisión de Chávez fue la opinión del liderazgo cubano. Después de su designación como sucesor comenzaron a difundirse aspectos de la vida de Maduro que revelaban su pasado juvenil cercano a los servicios de inteligencia de ese país. Esto ratificaría la tremenda influencia de La Habana en el Gobierno de Caracas.
Para Raúl Castro hoy es imprescindible que Maduro siga en el poder. Por lo cual no es para nada casualidad que las bases comiciales con las que el presidente venezolano pretende elegir una nueva Asamblea Nacional Constituyente sean muy similares al estilo cubano. Un sistema electoral de segundo grado, con postulaciones corporativas controladas por el Gobierno, que indistintamente de la voluntad mayoritaria de los electores le garantizaría una representación mayoritaria al oficialismo siempre, fracturando la universalidad de la ciudadanía, puesto que no se aplica el principio universal de que todos somos iguales ante la ley, expresado en la máxima de “un elector, un voto”.
Formalmente en Cuba no hay una dictadura, hay una “forma distinta de democracia”. Uno de esos eufemismos creados por Lenin para dar a las palabras un significado distinto al generalmente aceptado. Así, por ejemplo, la Alemania del Este era la República Democrática y los países de Europa Oriental eran democracias populares, o China es una República Popular. En todos esos países había o hay elecciones que siempre gana, invariablemente, el partido oficial. Ese es el procedimiento para el ejercicio y control del poder público que Nicolás Maduro tiene en mente.
Formalmente Venezuela no dejaría de ser una democracia, pero Maduro seguiría siendo presidente sin competencia alguna.
La agudización del conflicto venezolano
Los sucesos que vienen ocurriendo en distintas regiones de Venezuela indican que la única manera que Maduro tiene de imponer su voluntad es por medio de un baño de sangre.
Los voceros de los partidos opositores han reaccionado con desdén a los anuncios por parte del CNE de realizar elecciones regionales para el próximo mes de diciembre, luego de la elección de la Asamblea Nacional Constituyente.
Cuando se modifican las normas de competencia de esta manera no puede ocurrir otra cosa que un conflicto
Pero más importante es la reacción popular. En Venezuela hoy está en desarrollo una auténtica rebelión civil a escala nacional, donde están involucrados todos los sectores sociales, profesiones, oficios y edades, pero con particular protagonismo de los más jóvenes.
Por su parte, Maduro y los jefes militares y policiales que le respaldan han considerado seriamente (o al menos eso es lo que han afirmado públicamente) reeditar el escenario de Siria. De hecho su discurso ha consistido en calificar a los manifestantes opositores como terroristas, exactamente el mismo argumento de Bashar al-Ásad al inicio de la guerra civil en ese país.
Sin una ruta electoral medianamente justa y libre que garantice un desahogo de las actuales tensiones y con el fracaso de los intentos de negociación, el tan temido choque entre una minoría armada y una población dispuesta a desafiarla parece inevitable. Lamentablemente en Venezuela están dadas todas las condiciones para que se repita algo similar al periodo de “La Violencia” en Colombia a partir de 1948.