Pedro Benítez (ALN).- No hay un solo caso en la historia de las campañas electorales en que un candidato o un partido político haya ganado unos comicios ofreciendo desesperanza. Pues esa es la oferta de Nicolas Maduro para los venezolanos en su intento de re-reelección presidencial.
Atrás quedaron ofertas como la Misión Barrio Adentro, la gran bandera los años 2004 y 2006 (revocatorio y reelección), la Gran Misión Vivienda, el programa emblema que buscaba “garantizar el derecho humano a una vivienda digna”, eje central de la campaña chavista de 2012; también quedaron para el olvido aquellas grandilocuentes frases como “continuar construyendo el socialismo bolivariano del siglo XXI como alternativa al sistema destructivo y salvaje del capitalismo”, “convertir a Venezuela en un país potencia”, o “preservar la vida en el planeta y salvar la especie humana”.
La estrategia oficialista
No es que ahora se exhiban ofertas más modestas o razonables. Para nada. La estrategia oficialista podría haber consistido en una mezcla de esos lugares comunes en los que se reconoce que no lo hemos hecho bien, pero es el bloqueo; no obstante, prometemos que esta vez sí será distinto. Ni siquiera se destaca la actual (y precaria, por cierto) estabilidad cambiaria.
La imagen de una Venezuela “remendada”, con una Ciudad Universitaria remozada, pero con sueldos de hambre para su personal académico y administrativo, con un caótico pero monumental Estadio de Béisbol de La Rinconada, y un chavismo cada vez más descolorido del rojo intenso, con la imagen del ex comandante/presidente cuidadosamente archivada, ha chocado con la indiferencia, cuando no de abierto rechazo por parte de la inmensa mayoría de los venezolanos, según indican recientes estudios de opinión pública. Si para un aspirante a la reelección presidencial su campaña debería ser la extensión de la imagen de su propia gestión ofreciendo más y mejor de los mismo, en este caso no hay de donde agarrarse.
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En ese sentido, las puestas en escena de un mandatario rodeado de un entusiasmo popular portátil (el viejo truco Potemkin) resultan patéticas y dan una sensación de debilidad manifiesta.
La expectativa de un nuevo reparto populista gracias a la flexibilización de las sanciones comerciales, en el marco de la negociación con los representantes de la administración Biden, hacían prever la típica campaña proselitista de tirar la casa por la ventana. Pero Maduro decidió cambiar de estrategia. Ha entrado en una carrera frenética en su intento por “amarrar” su reelección, para luego de eso, con los hechos cumplidos y con los rehenes en la mano, sentarse nuevamente a negociar con el buen anciano que despacha en la Casa Blanca. Ese es el plan.
Dos campanazos de alerta
La primaria opositora del 22 de octubre, así como la consulta sobre el Esequibo del 3 de diciembre, fueron dos campanazos de alerta. Por más que los números y las realidades se hayan querido desfigurar o maquillar, son las dos caras del mismo problema. La mayoría abrumadora del país lo quiere a él fuera del poder. En Miraflores lo saben.
De modo que, contrariando lo suscrito en los Acuerdos de Barbados, el proceso convocado para el 28 de julio ocurrirá en un contexto de represión y miedo. En ese sentido, el aparato de comunicación del Partido/Estado es coherente: su oferta consiste en ofrecer desesperanza. “Ni que lloren o pataleen, no van”.
No importa lo que hagan, no importa que sean mayoría, no importa que voten. La intención es atacar la psiquis de votante abiertamente opositor o descontento. Sembrar cizaña, intriga, desconfianza, discordia y división. Desmoralización, desmovilización y abstención. No hay nada que hacer, dejen eso así. Es el mensaje que se repite una y otra vez por las redes sociales.
Oposición venezolana, fracasos y errores
También se insiste en la ineptitud de la oposición venezolana, en sus fracasos y errores. En su ausencia de proyecto. En su división, real o ficticia.
Por supuesto, nada de esto es nuevo. Es una línea de comunicación que lleva muchos años y cuyo principal vocero es el vicepresidente del Psuv, Diosdado Cabello; quien, por cierto, cumple hoy el mismo papel que protagonizó el defenestrado Tareck El Aissami en 2017 cuando fue el primer dirigente chavista en lanzar a Maduro a la reelección.
Sin embargo, hay dos diferencias: el gobierno no tiene hoy otro mensaje que no sea ese. No hay más que ofrecer y tampoco tiempo para inventarse algo medianamente eficaz. Ni soluciones habitacionales, ni aumentos de sueldos, ni misiones, ni cupos Cadivi, ni más médicos cubanos.
La otra diferencia es que todo ese arsenal de mensajes desesperanzadores se aplicó a lo largo del 2023 contra la primaria convocada por la Plataforma Unitaria (PU) y, como bien sabemos, nada de eso funcionó. Todo lo contrario. Y recordemos Barinas enero 2022. El abuso, la prepotencia y la mentira, no provocaron desaliento entre los votantes, sino indignación. Este fue el combustible que movió el voto castigo.
Un tsunami electoral
Los indicios apuntan que en el venidero 28 julio ocurrirá un tsunami electoral que el Partido/Estado no va a poder controlar.
No estamos afirmando que el CNE no pueda anunciar un resultado distinto al expresado en las urnas; de poder puede. Pero una cosa es una elección sin electores y otra muy distinta tener a todo un país movilizado en las calles votando.
En ese sentido, estamos ante la prueba de fuego de la Unidad opositora, que no es otra que la unidad de la PU. En estas horas la intriga oficialista y paraoficialista (la oposición 2030) apunta hacia allá. Y en el centro mismo se encuentra María Corina Machado, quien está por tomar la decisión más importante de su carrera política y la más trascendental para con el país.
La premura de fijar la fecha límite de las postulaciones para el 25 de marzo tiene un solo motivo: sacarla a ella del juego. Porque el gobierno apuesta que con sacarla de la carrera se mata la esperanza de cambio.
Desconocer la evidente voluntad de los venezolanos es la operación que se encuentra en marcha, con el apoyo, como hemos visto, del presidente de Brasil, Lula Da Silva.
Llegó la hora de la verdad para la oposición. Si se mantiene unida, derrota a Maduro.