Rafael Alba (ALN).- Para componer ‘Aserejé’, uno de los grandes éxitos mundiales del pop español, Queco se inspiró en un tema de Sugarhill Gang y también en la ópera ‘Carmen’ y la banda sonora de ‘Grease’. Los estudios de mercado y el big data demuestran que los consumidores de música pop quieren oír una y otra vez la misma canción.
No es arte. Ni pretende serlo. Cuando se usa la palabra industria es por algo. Desde el principio de los tiempos, el negocio de la música es eso. Un negocio. Capaz de fagocitarlo todo y de rentabilizar hasta las historias más tristes. Las de los perdedores que osaron enfrentarse algún día al orden establecido, hasta que el paso del tiempo les colocó en su sitio y acabaron por convertirse en una parte fundamental de ese mito que lo sustenta todo. Esa frase hecha, tantas veces pronunciada, en la que se asegura que “nadie tiene la fórmula exacta para conseguir un éxito”. Puede que no. Pero también puede que sí. O por lo menos, más de uno se ha gastado una verdadera fortuna en conseguirla. Y lo que sí existe es un protocolo. Una forma acreditada de proceder para fabricar las gallinas de los huevos de oro. Sean buenos y llámenlas hits.
Hace unos días, el compositor, cantante y productor cordobés, Manuel Ruiz, más conocido como Queco, un rey Midas español del pop aflamencado, desveló el sistema que había empleado para crear Aserejé, uno de los mayores éxitos hispanos de todos los tiempos, que convirtió a principios del siglo XXI a sus intérpretes, un pizpireto trío femenino juvenil conocido como Las Ketchup, en un fenómeno global. ¿Recuerdan la canción? Yo les recordaré las cifras. El tema ocupa el puesto número 103 entre los sencillos más vendidos de todos los tiempos, en el mundo entero, por supuesto. Llegó al número uno de las listas de ventas de 32 países, entre ellos Reino Unido, Italia, Francia, Suecia, México, Colombia y Venezuela, y vendió la friolera de siete millones de copias.
Hace unos días, el compositor, cantante y productor cordobés, Manuel Ruiz, más conocido como Queco, desveló el sistema que había empleado para crear Aserejé
Además, los distintos vídeos de la canción, filmados mucho antes de que existiera YouTube, suman más de 120 millones de visionados en la plataforma de Google. Lo que no está nada mal para un tema con 16 años de antigüedad. Seis decenas de millones, además, procedentes de una versión que mezcla el inglés y el español, y que fue puesta en circulación hace sólo un lustro. Lo que convierte a esta simpática melodía en un antecedente claro de la actual explosión mundial de la música latina, que ha convertido al Despacito de Luis Fonsi en un fenómeno galáctico.
Era 2002, y aún no se había generalizado el uso de los sampleos, ni de la interpolación. Ya saben, como les comentamos en otro artículo, ahora lo que se lleva es la copia directa de fragmentos exactos de viejas canciones de éxito para introducirlos en temas flamantes destinados a sonar millones de veces en las nuevas plataformas de streaming (Leer más: ¿Quieres componer un éxito? Copia una canción conocida).
Pero en los tiempos en que Queco y Las Ketchup conquistaron el mundo, ya se empezaba a aplicar el principio estratégico y filosófico que imperaría luego. Ese que dice que la mejor manera de conseguir un hit es evocar otro u otros.
Los préstamos inspiradores, la clave de los hits
El artista cordobés explicó su sistema con pelos y señales en un seminario on line gratuito organizado hace unas semanas por Dani Aragón, un antiguo alto cargo de la Cadena 40, que ahora asesora a nuevos artistas desde la plataforma Musicalizza, en la que comparte la sabiduría acumulada en sus años de experiencia con los jóvenes aventureros que aspiran a convertirse en estrellas globales. Queco necesitaba un hit para el álbum de estas artistas, a las que se disponía a lanzar, y usó como estribillo una broma privada, una versión muy particular en spanglish andaluz de los primeros compases de Rapper’s Delight, de The Sugarhill Gang, el primer rap que logró llegar al gran público. Ese, como todo el mundo sabe, es el origen del famoso “aserejé, ja, de jé, de jebe tu dejebere… etc”, que tarareó medio planeta.
Aserejé llegó al número uno de las listas de ventas de 32 países, entre ellos Reino Unido, Italia, Francia, Suecia, México, Colombia y Venezuela
Y los préstamos, admitidos ahora por Queco como inspiraciones necesarias para dotar al tema de la capacidad de penetración que requería para llegar lo más lejos posible, no terminan ahí. El cordobés quería crear un ambiente hispano reconocible como tal en todo el universo conocido y por eso usó la figuración rítmica de una de las melodías más conocidas de Carmen, la inmortal ópera de Georges Bizet, para crear su estrofa. Además, la primera frase de la letra, “Mira la que se avecina a la vuelta de la esquina”, salió directamente de las palabras pronunciadas por un famoso locutor deportivo en un programa nocturno.
No sólo eso. El ritmo general de la canción también está basado en otro hito del pop: You’re the one that I want, temazo escrito por John Farrar para la película Grease de Randal Kleiser, que popularizaron en 1978 John Travolta y Olivia Newton-John. Y para que no hubiera dudas sobre el particular, Queco inició Aserejé con una frase de guitarra que evoca, casi al milímetro, la melodía inicial del tema citado. Así que nadie podrá decir que allí hubo trampa. Para nada, todo fue tan transparente o más que los corta y pega habituales en las producciones de ahora mismo. Incluso es mejor, mucho más artesanal y entrañable.
Un sistema empleado en todas las épocas de la historia del pop
Obviamente, ese sistema de fabricación y creación de éxitos se ha empleado muchas veces a lo largo de la historia del pop. Y se sigue empleando. Hay alguna leyenda urbana, jamás demostrada con pruebas fehacientes, que asegura que los discos de una de nuestras cantautoras actuales de más éxito han sido producidos de esta forma. Inspirándose en arreglos de temas de éxito a la hora de vestir cada canción. Todas sin excepción. Seguro que esta historia no es más que una de esas teorías de la conspiración que tanto abundan y que no paran de elaborar esos diletantes con lengua viperina que nos rodean.
No será cierto en ese caso, pero en otros muchos sí lo es. Y cada vez lo será más. Gracias al big data y a la posibilidad de conocer en tiempo real lo que escuchan los aficionados a la música de todo el mundo que proporcionan aplicaciones de reconocimiento sonoro como Shazam, recientemente adquirida por Apple por 400 millones de dólares (340 millones de euros). Así están las cosas, hoy los compositores asociados a la industria discográfica parten en cada momento de los patrones más reconocidos y reconocibles a la hora de fabricar las nuevas canciones. Pero es un círculo infernal. Porque los nuevos sonidos que entran en juego siempre se parecen un montón a los anteriores. No hay lugar aquí para nuevas experiencias.
Y la culpa es de usted, por supuesto. De ese cliente del pop que sólo parece estar dispuesto a silbar siempre la misma canción. Antes era sólo una intuición de algún productor avispado. Pero ahora hay pruebas fehacientes que le señalan como único culpable del desaguisado. O eso creen los altos ejecutivos que se basan en las preferencias sonoras que señala la tecnología para ofrecerle a la clientela una y otra vez el mismo menú. Eso sí, servido por nuevos camareros jóvenes y radiantes, bien uniformados por las multinacionales de la cosmética y la industria textil. Los verdaderos amos del pop del siglo XXI.