Pedro Benítez (ALN).- Aunque nada en esta vida está escrito, todo indica que la Presidencia de Pedro Castillo en Perú tiene los días contados. El maestro de escuela y activista de la izquierda peruana elegido casi por accidente presidente de ese país ha quedado atrapado en medio de una espiral de desaciertos propios y acontecimientos que lo superan largamente.
El pasado 29 marzo Castillo sobrevivió políticamente a un segundo intento de vacancia constitucional de su cargo por parte del Congreso, cuando la oposición apenas logró 55 de los 87 votos necesarios para consumar su destitución. Una tregua en el incesante acoso político que ha vivido desde que llegó al poder y que bien pudo darle algunos meses de seguridad en el ejercicio de su alta investidura.
Sin embargo, ese descalabro de sus opositores fue apenas un respiro, porque solo necesito cinco días para sumergir a Perú en la peor crisis política y social que ese país ha visto en años.
El mar de fondo es el alto precio de los combustibles (una crisis mundial) y el malestar social derivado. Como está ocurriendo en otras partes del mundo, una ola de protestas por parte de los transportistas ha provocado bloqueos de vías y enfrentamientos en distintos puntos de la geografía peruana.
Ante un anunciado paro de transportistas la respuesta de Castillo y su Gabinete consistió en decretar a la media noche del lunes un toque de queda durante 22 horas en las provincias de Lima y el Callao, suspendiendo entre otros derechos constitucionales: “la libertad, personal, de reunión, de tránsito y la inviolabilidad del domicilio”. Ese fue el detonante de una de las mayores movilizaciones de protesta ciudadana que ha conocido la capital peruana desde las semanas previas a la caída del fujimorismo en el año 2000.
Por cierto, que además de haber sido una medida que la mayoría de la población y observadores han considerado como arbitraria e inexplicable, se dictó para entrar en vigencia justo el 5 de abril, a 30 años del autogolpe de Estado que perpetró el ex presidente Alberto Fujimori. Peor mensaje, parecía imposible.
Pedro Castillo no es el Fujimori de 1992
Pero resulta ser que Pedro Castillo no es el Fujimori de 1992, ni está en el Perú de aquella época. Su toque de queda y de “inmovilidad social” nunca fue acatado, tal como dan fe las numerosas imágenes que desde la capital peruana corren por las redes sociales. Y en términos formales se vio obligado a retirar la medida apenas 15 horas después de haber sido dictada.
Su enfrentamiento con el Congreso que ha incluido dos intentos de vacancia de su cargo, así como la sucesión de traspiés, errores, crisis, renuncias, escándalos de corrupción, con cuatro gabinetes ministeriales en seis meses (tercero de ellos duró solo tres días) ha trascendido, finalmente, a la calle.
La multitudinaria manifestación de protesta de este martes en Lima culminó en actos de violencia, saqueos a locales comerciales, choques con la policía y vandalismo que se prolongaron avanzada la noche. En los mismos fue atacada la Corte Superior de Justicia de la capital peruana sufriendo diversos destrozos. Aunque se sospecha que grupos afectos al fujimorismo pueden estar detrás de estos actos violentos, lo cierto es que las protestas se han seguido extendiendo en diversos puntos de ese país a lo largo de las últimas horas, dejando hasta ahora un saldo de 6 fallecidos.
No ha sido garantía de paz
La presencia de Castillo en Palacio de Gobierno del Perú, como representante del pueblo olvidado por “200 años” no ha sido garantía de paz social y tampoco de ejercicio prudente de la autoridad. Por el contrario, sus erráticas decisiones de los últimos días han sido como regar con gasolina en una hoguera.
Todo esto ha provocado el quiebre de la precaria alianza que había logrado salvarle hace apenas unos días del último intento de destitución en el Congreso, maniobra atribuida al siempre presente Vladimir Cerrón. En medio de la nueva crisis tanto éste como Verónika Mendoza, otra líder de la izquierda más moderada, marcan distancia del acosado gobernante mientras se atribuyen mutuamente las culpas del desventurado Gobierno.
Lo único que ha jugado a favor de Castillo ha sido la visceral actitud del fujimorismo y de la derecha más conservadora, quienes han alimentado el temor por parte del bloque opositor ubicado en centro temeroso de una posible desestabilización institucional, y la probabilidad de que esa nueva crisis culmine en una elección general de Presidente y Congreso. Un “reseteo” completo que deje a varios de los actuales congresistas fuera del juego.
Tal vez eso sea inevitable. Las continuas crisis institucionales han terminado pasándole factura al cómodo esquema peruano según el cual la economía de iba por un lado y su política por el otro. En tiempos de turbulencia internacional no parece prudente ni viable.
Inesperadamente la calle ha puesto en jaque a Castillo, solo falta que la clase política se ponga de acuerdo para dar el inevitable mate.
@Pedrobenitezf