Aníbal Romero (ALN). Mi Juventud. Autobiografía, de Winston Churchill. “No dudo en sostener que el mejor de sus libros, en cuanto a su interés más amplio y calidad literaria, como testimonio de una época y revelación de la personalidad de su autor, es la autobiografía que publicó en 1930, cuando tenía 56 años”.
(Explicación preliminar a los lectores: con esta entrega doy comienzo a una serie, que lleva el título general de Mis libros favoritos. Comentaré una docena de libros que me han agradado, enseñado, o divertido de manera especial, y que he releído dos o más veces a través de los años. No será una lista completa, ni incluiré necesariamente los libros más “importantes” que me ha tocado leer hasta el presente, bien sea por interés general o por las exigencias de una larga carrera académica. Repito: no escribiré sobre lo que parezca o no “importante”, como quiera que definamos el término, sino acerca de obras que me han gustado de modo singular y hacia las que siento un afecto particular. El orden de la serie obedece al azar. Dejaré fuera algunos libros con tristeza, aunque espero honrarles más adelante si las circunstancias lo permiten. Mi propósito es compartir con los lectores el apego que siento hacia obras que han sido y son parte de mi vida. Ojalá estas notas les estimulen a leerlas y disfrutarlas.)
En el plano intelectual Winston Churchill fue un gran historiador, un prolífico y exitoso periodista político y corresponsal de guerra, y desde luego uno de los estadistas más destacados del siglo XX y de toda la historia de Inglaterra. Por años Churchill vivió de su pluma, y con ella mantuvo confortablemente a su familia. Con su característico sentido del humor y agudo ingenio, afirmó una vez: “Soy una persona de gustos sencillos; me satisfago con facilidad con todo lo mejor”. Sus obras históricas acerca de las dos guerras mundiales, en las que tuvo papel protagónico, y en especial su biografía acerca de su ilustre antecesor, el Duque de Marlborough, son libros de referencia.
Pero no dudo en sostener que el mejor de sus libros, en cuanto a su interés más amplio y calidad literaria, como testimonio de una época y revelación de la personalidad de su autor, es la autobiografía que publicó en 1930, cuando tenía 56 años. Titulada en inglés My Early Life, la obra cubre los primeros 26 años (1874-1900) en la ya para entonces agitada vida del autor, quien inicia el relato con el marco de su nacimiento y lo culmina con su primera victoria electoral y estreno como parlamentario en la Cámara de los Comunes.
Para quienes admiramos a Churchill, la lectura de este magnífico libro sólo puede ser descrita como un deleite. Ese primer cuarto de siglo de existencia, que Churchill narra con entusiasmo y lucidez, estuvo lleno de descubrimientos y vicisitudes, y el autor se expande sobre ese tiempo provisto de dos útiles instrumentos: de un lado una extraordinaria historia que contar, y del otro un diestro dominio del lenguaje. Una de las satisfacciones que depara la obra es precisamente el inglés escrito de Churchill, que con frecuencia alcanza y hasta supera el poder expresivo de sus inolvidables discursos parlamentarios. De hecho, Churchill dedica unos pasajes a relatar las dificultades que tuvo en sus años de estudiante, en una prestigiosa escuela privada inglesa, señalando con ironía que sus escasas aptitudes para el griego y el latín significaron ser relegado, junto a otros alumnos menos aventajados, a concentrarse en el inglés. De allí surgieron eventualmente su impresionante prosa y su capacidad oratoria.
A sus 25 años Churchill había ya transitado una ruta tan complicada como excitante, que incluía su participación como soldado y como corresponsal de guerra en cuatro conflictos de envergadura, en Cuba, India, Sudán y África del Sur. Se había distinguido como autor de reportajes y artículos enviados desde esos lugares, y leídos por un amplio público en las islas británicas. Fue también capaz de escribir durante esa etapa dos libros de éxito, acerca de sus aventuras militares en la India y el Sudán, y en medio de todo ello se convirtió en una especie de héroe nacional, escapando heroicamente de la prisión en la que había sido recluido luego de su captura en Suráfrica, en el fragor de la “Guerra de los Boers”.
Las secciones de My Early Life sobre la fuga, el largo y peligroso camino que emprendió hasta llegar, con la milagrosa ayuda de algunas personas, hasta una frontera amistosa (con Mozambique), y su conversión de la noche a la mañana en héroe nacional son impactantes, y muestran a Churchill como un maestro del lenguaje y la narración elocuente y auténtica.
Quiero destacar tres aspectos adicionales del libro. En primer término, su lectura pone de manifiesto el genuino patriotismo de Churchill, reforzado por su origen aristocrático y su veneración por las tradiciones e instituciones que tanta gloria han dado a la historia británica. Desde luego, hay que tomar en cuenta que Churchill escribía en una época en la que aún no se había impuesto nuestra actual “corrección política”, y sus consideraciones acerca de los efectos del Imperio Británico sobre los pueblos coloniales no podrían respirar en el clima de ideas hoy predominante. Para Churchill era obvio que la política imperial británica generaba más beneficios que problemas a los pueblos sometidos. Su visión aristocrática de la vida se percibe también en las concepciones del autor acerca de la democracia. Churchill experimentaba máximo respeto hacia la democracia británica, pero la entendía, según escribe, como un sistema “conducido por una jerarquía de estadistas, y no por una masa fluida distraída por los periódicos”. Sólo cabe imaginar lo que habría pensado Churchill, de haberle sido dado contemplar el panorama político contemporáneo.
El habano más caro del mundo es uno que Winston Churchill fumó hasta la mitad
Lejos estoy de mencionar todo esto para criticar a Churchill; por el contrario, creo que uno de los rasgos más valiosos del libro es su pintura, realista y auténtica, de una época y de la mentalidad de sus élites dirigentes, a la cabeza de una nación que en no poca medida aún dominaba el mundo. Estas ideas de Churchill, propias del medio en que nació y creció, cubrían también el tema de la guerra. Cabe recordar que el autor escribe sobre eventos anteriores a la Primera Guerra Mundial, acerca de una Europa y un Reino Unido que se repartían inmensos trozos de la tierra, y que llevaban décadas, desde el fin de las guerras napoleónicas, sin entrar en graves conflictos bélicos entre sí, con excepción de los enfrentamientos franco-prusianos y austro-prusianos (“guerras de Bismarck”), y de la guerra de Crimea. A pesar de que Churchill relata su intervención, con grave riesgo a su vida, en combates de envergadura como la famosa batalla de Omdurman en el Sudán, los oficiales de su extracción social contemplaban la guerra como una especie de deporte, en el que “nadie esperaba perder la vida”. Las terribles experiencias de 1914-1918 ahogaron esta perspectiva idealizada en un baño de sangre.
En segundo término, se pone en evidencia en My Early Life que la vocación política de Churchill germinó inicialmente como una vocación guerrera. Relata que desde niño se aficionó a los soldaditos de plomo y a los despliegues y maniobras que con sus juguetes podía realizar en su casa. Este elemento de su personalidad se unió a otro, que compensó excesos belicistas: la magnanimidad. Churchill no era rencoroso o vengativo, y respetaba a sus adversarios políticos y militares. Así, narra que una vez le solicitaron que redactase una inscripción para un monumento en Francia, y propuso: “En la guerra, resolución. En la derrota, desafío. En la victoria, magnanimidad. En la paz, buena voluntad”. Empero, la inscripción “no fue aceptada”.
En tercer lugar, el libro brilla por los constantes ejemplos del fino sentido del humor que caracterizó a Churchill, en todos los ámbitos en que desplegó su incansable energía e insaciable curiosidad. A pesar de sus orígenes aristocráticos Churchill era cercano a la gente común, y los ciudadanos “de a pie” le veían de ese modo. Su cercanía a la gente se reforzaba con un sentido del humor persistente y auto-referencial. Churchill practicaba de manera asidua el arte de reírse de sí mismo. Y para citar un caso entre muchos, narrados en esta autobiografía, el autor cuenta que en una ocasión se atrevió con la ficción y escribió y publicó una novela, titulada Savrola, que relata una insurrección revolucionaria en un imaginario país europeo. La obra fue serializada en una revista en 1898 y publicada como libro en 1900. Pues bien, el comentario de Churchill sobre su atrevimiento juvenil, 30 años más tarde, es el siguiente: “Les he solicitado insistentemente a mis amigos que se abstengan de leer mi novela”.
Los “fans” de Churchill jamás nos cansaremos de retornar a las páginas de My Early Life. Entre otras muchas razones pues en ellas su autor nos cuenta por qué y cómo se aficionó al buen whisky escocés; también nos entretiene con sus divertidas descripciones de sus años de estudiante, antes de ingresar a la escuela de oficiales en un regimiento de caballería, su odio por los exámenes y su camino hacia el conocimiento, la lectura y el amor a los libros. My Early Life es un compendio de incomparables episodios, que anunciaron una carrera como pocas.
(Winston S. Churchill, My Early Life, London: Mandarin Paperback, 1991. Existe una edición en español: Mi juventud. Autobiografía, Granada: Editorial Almed, 2010).