Redacción (ALN).- El Clínico Universitario, el mayor hospital para la formación de médicos en Venezuela, refleja sin cortapisas la severa crisis que atraviesa el país caribeño, donde los salarios no alcanzan ni para comer y las medicinas e insumos médicos siempre escasean. «Amo mi hospital», pero «tenemos un salario de hambre, que llaman mínimo y que se ha convertido en más mínimo porque uno no puede comer con eso», dijo a la agencia de noticias AFP el camillero Johany Pérez, quien tiene 14 años de experiencia. «Estamos trabajándole gratis al Estado», añadió con disgusto.
Este hospital es una joya arquitectónica en el complejo de la Universidad Central de Venezuela (UCV), declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Pero sus pasillos son testigos de años de abandono y falta de inversión: paredes sucias, pisos rotos o elevadores fuera de servicio.
Médicos y enfermeras cuentan que traen de casa el cloro para limpiar las instalaciones y que no tienen sutura, guantes o tapabocas. Funcionan dos de ocho quirófanos.
«Todo lo conseguimos por donaciones», dijo un doctor bajo anonimato por temor a represalias. «Es un hospital destruido».
Una paciente dos veces sobreviviente de cáncer murió de una infección urinaria porque no había antibióticos.
El régimen de Nicolás Maduro vincula la crisis con las sanciones internacionales contra el país, aunque ésta comenzó mucho antes de las imposición de las medidas.
La deserción de estudiantes de postgrado subió con la pandemia de covid-19, pues los residentes reciben también sueldo mínimo y dependen de sus padres para subsistir, sobre todo quienes llegan de la provincia.
«Esos chamos no comen», sostiene el médico, que recibe 25 centavos de dólar al mes por su trabajo docente.
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