Daniel Gómez (ALN).- En Instagram, Tarek William Saab no es el fiscal general de Venezuela. Es un poeta hippie obsesionado con la muerte. De 40 publicaciones, 10 versan sobre esta temática. “Ha sido una constante en mi destino”, aclara. Pero, ¿es esta la imagen que tiene que proyectar una figura del poder? Lo que explica a ALnavío un experto en comunicación es que “quizá” siente “una menor preocupación por lo que pueda pensar el público general”. Quizá lo subestime.
Tarek William Saab es único en su especie. En América no hay ningún fiscal general con perfil de Instagram salvo él. Además, la suya no es una cuenta al uso. Corporativa, como puede ser la del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, en la que se presenta un contenido más alegre que en Twitter y Facebook. No.
La de Saab es una cuenta personal en la que se define como un poeta hippie. En la que comparte su sentimiento budista, la afición a las pesas, al gimnasio y a su cuerpo, musculado y con tatuajes. Pero lo más llamativo de todo es su obsesión con la muerte.
Saab estrenó la cuenta este año. El 20 de abril. La primera publicación fue un collage de Buda mirando al horizonte. “Aferrarse al odio es como beber veneno y esperar que la otra persona muera”, se lee impreso sobre la imagen.
Fue la primera de las muchas veces que se ha referido a la muerte. Y es que, hasta ahora, Saab ha compartido 40 publicaciones, y esta temática está presente en un total de 10. O sea, que el 25% del contenido parte de esta obsesión.
Saab explica su obsesión con la muerte
“Desde siempre el tema de la muerte ha sido una constante en mi destino… evoco aquellos sueños juveniles despierto a la manera de los flashes de las películas o secuencias fotográficas donde presentía que podía morir de manera abrupta y violenta antes de cumplir los 30 años. Gracias a Dios esos presentimientos se los llevó el viento pues en septiembre cumpliré 56 años”.
Eso lo aclara Saab en una publicación. Un largo texto en el que explica el porqué de esa recurrente manía de hablar de la muerte. Todo fruto de “un espíritu temerario” que, dice, ha moldeado hasta “volverlo introspectivo, tranquilo, muchas veces hermético y pasmosamente calmo para afrontar las más crueles y duras pruebas humanas, amorosas, familiares y existenciales hasta salir victorioso de cada una de ellas”.
Es el fiscal general de Venezuela. Un hombre que como dice su cargo, tiene que velar por la verdad y la justicia de los venezolanos. Y en estas tareas, ha tenido que lidiar con eso que le obsesiona. La muerte. Como fue en el caso del polémico ‘suicidio’ del concejal Fernando Albán.
Pero como explica Saab en esa publicación, esos macabros temas no le alteran. Gracias a su actitud, aclara, seguirá siendo “el poeta hippie de siempre más allá de las amarguras de quienes desean verte destruido e infeliz como ellos. Vivir es una bendición y debemos seguir los dictados del corazón y de los sentimientos para seguir siendo libres y felices”.
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El amor y el culto al cuerpo
Casi tanto como la muerte, a Saab le abruma el amor. “En el amor no hay camino medio. O es todo o nada”, dice en una foto en la que posa con la que parece su pareja, la arquitecta Carla di Martino.
Cabe destacar que son más las publicaciones en las que reflexiona sobre el amor que sobre la muerte. De hecho, le gusta establecer ese contraste en sus textos: muerte y amor. Lo cual es un contraste habitual en las filosofías que predica: el budismo y la cultura hippie.
A Saab también le gustan las pesas. El culto por el cuerpo. No duda en exhibir su bíceps hipertrofiado, sus fotos en el gimnasio. Montado en la bici o en una máquina de poleas, sudado y en ropa deportiva. También los tatuajes que luce en los brazos hasta las manos, en el cuello, e incluso en los pies. De hecho, es de los pocos hombres de poder que presumen de llevar tinta en el cuerpo. Por así decirlo, rompe el estigma. Aunque en América hay otro igual a él: el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau.
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¿Es la cuenta idónea para un fiscal?
La cuenta de Instagram del fiscal es sin duda sorprendente. Él aclara en la descripción que es personal. Pero entra en contradicción cuando se etiqueta como “figura pública”, una opción sólo disponible en las cuentas que se configuran como corporativas o de empresa.
Además, Saab deja la cuenta abierta al público. No en privado -y normalmente con un nombre falso- como suelen hacer los famosos que quieren presentar un contenido más personal. Así es como consigue que el contenido sea visto por sus allegados. No por 134.000 personas, que es el número de seguidores que tiene Saab en Instagram.
Otro dato llamativo es el número de seguidos. Sólo está pendiente de cinco cuentas: la de su pareja, un perfil chavista, un artista, un familiar, y su amigo y presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, cuyo Instagram sí presenta una imagen profesional.
Pareciera que sobre Saab también giraran universos paralelos. Sigue siendo el mismo poeta hippie en Twitter, pero sus fotos en esta red social distan mucho de las de Instagram. Siempre sale trajeado, o al menos bien vestido. Nunca en chándal, ni recién salido del gimnasio. Además, el contenido que comparte es relativo a su trabajo. A las averiguaciones del Ministerio Público, y como buen amigo de la revolución, a defender la causa madurista.
Al respecto de la cuenta de Saab, un experto en comunicación corporativa con 10 años vinculado a instituciones diplomáticas aclara a ALnavío que “las cuentas en redes sociales de personalidades públicas buscan complacer a cualquier persona que las consulte”.
El caso de Saab es diferente. “En esta ocasión se percibe un mayor grado de exhibición y, quizá, una menor preocupación por lo que pueda pensar el público general”, explica la fuente.