María Rodríguez (ALN).- El sociólogo colombiano Carlos Eduardo Gálvez se muestra crítico ante el anuncio del presidente Juan Manuel Santos de endurecer los controles fronterizos con Venezuela. “Es volcar la atención de un problema humanitario hacia un asunto de seguridad nacional”, explica Gálvez al diario ALnavío y subraya que se trata de “una mirada despectiva” hacia los migrantes venezolanos. Esta entrevista forma parte de una serie con expertos en Sociología que analizan el impacto del éxodo venezolano.
A los mayores controles en la frontera de Colombia con Venezuela, anunciados por el presidente Juan Manuel Santos, se unen las medidas que tomará el Gobierno brasileño para paliar el éxodo venezolano también en su frontera. El Ejecutivo de Michel Temer “duplicará los pelotones” en los pasos fronterizos para regular el tráfico de migrantes.
Una medida similar a la tomada por Colombia, que reforzó la frontera con 3.000 militares y policías (Leer más: Brasil y Colombia militarizan la frontera con Venezuela).
Todo ello se produce en el contexto del drama humanitario que viven miles de venezolanos que huyen de la crisis económica, política y social que padece el país gobernado por Nicolás Maduro. También se mantiene en alerta la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), perteneciente a la Organización de Estados Americanos (OEA). La CIDH ha solicitado a Colombia visitar la frontera con Venezuela –la más caliente de toda América– para evaluar la situación, al tiempo que recordó que “el cierre de fronteras no es la solución”, según publica la agencia EFE.
Estos anuncios invitan a reflexionar sobre el éxodo venezolano y sus implicaciones. ALnavío inició una serie de entrevistas con expertos en Sociología que analizan el grave problema humanitario, el impacto psicológico de la huida en los emigrantes venezolanos y los retos a los que se enfrentan. Tras la entrevista a Pablo Carballo, investigador de Sociología y Comunicación Política de Flacso (Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales), es el turno de Carlos Eduardo Gálvez, sociólogo que trabaja en la Alcaldía colombiana de Santiago de Cali, en la Subdirección de Planificación del Territorio.
– ¿Cuál es su visión sobre la situación actual de los migrantes venezolanos que cruzan la frontera con Colombia?
– Claramente la migración de ciudadanos venezolanos hacia Colombia no es una situación circunstancial. La crisis económica y social en el país vecino de algún modo impacta la zona de frontera teniendo en cuenta que la dinámica de ambos lados históricamente se ha caracterizado por la circulación recíproca de la población. Ha sido una relación de hermandad que hasta antes de la crisis disimuló un poco la división territorial.
En Colombia no hemos sido capaces de resolver nuestros propios problemas, no es necesario ahondar en ellos para darse cuenta de que de este lado la situación económica y social es también insatisfactoria, por no decir crítica. Como consecuencia de una región olvidada y empobrecida, las condiciones existentes no son garantía ni para recibir ni para atender a los miles de venezolanos que han llegado y siguen llegando en busca de refugio y bienestar. No hay control eficiente de ese flujo ni un censo que ayude a identificar y enfocar la atención. Además, los pasos fronterizos son un desorden que lleva al caos.
“La situación se presenta insostenible pese a signos de empatía que el Gobierno colombiano ha mostrado para mitigarla”
En tales circunstancias, Cúcuta -como principal centro urbano y como receptor primario de migrantes venezolanos- no está preparada para afrontar una emergencia de tales magnitudes.
De la lamentable polarización política que enfrenta a los modelos económicos de ambos países, a sus élites y evidentemente a sus ciudadanos, subyacen rasgos xenófobos que cada vez más ocultan el problema y desvían el foco de atención hacia la salida de Nicolás Maduro y la ineptitud de Juan Manuel Santos.
Mientras el problema sea político y no humanitario, apenas comienza. La situación interna en Venezuela no parece tener una salida fácil y cercana. Hace falta, pues, entender que es un grupo poblacional, una sociedad con todo su acervo cultural, el que se puede estar echando a perder.
– ¿Cómo evalúa las últimas medidas de Santos para el ingreso de venezolanos?
– Va en contravía de la atención al problema. Endurecer los controles no significa propiamente ordenar el flujo de migrantes hacia Colombia. Tal y como lo propone es, por el contrario, volcar la atención de un problema humanitario hacia un asunto de seguridad nacional.
Se enfoca en reforzar el control y la seguridad en la frontera, en prevenir “alteraciones del orden público donde haya migrantes involucrados”, como dice el Gobierno. Más que definirles un estatus migratorio, los pone como delincuentes.
Esta es una mirada despectiva de una población que como sociedad está ávida de recomposición y es deber del Estado colombiano abogar por ello.
– ¿Más controles en la frontera duplican la presión que soportan los venezolanos?
– Más que poner presión a la salida de venezolanos hacia Colombia en busca de refugio, estas medidas tienen un carácter simplista. Es de algún modo la aceptación de que el problema le quedó grande a Colombia y la conclusión egoísta de que en vez de contribuir se está viendo afectada.
– ¿Cómo acepta Colombia la llegada masiva de venezolanos?
– La situación se presenta insostenible pese a signos de empatía que el Gobierno colombiano ha mostrado para mitigarla. Más allá de eso, urge pasar a acciones humanitarias concretas, con carácter social y no politizadas para revertir, en principio, la vulneración de los Derechos Humanos. Porque entre tantas cosas, en Colombia se cree que los ciudadanos venezolanos son dignos de atención porque son ‘inferiores’ y no porque la necesitan.
“Hace falta entender que lo que se puede estar echando a perder es una sociedad con todo su acervo cultural”
La tendencia es a ver al migrante como un deficitario. Una persona carente de toda valía. Una posición, si se quiere, arribista.
– ¿Cómo impacta en la persona ser migrante?
– El migrante que viene del interior de Venezuela hacia el interior colombiano lo que encuentra es un mundo desconocido en el que tiene que empezar de cero. Una realidad que se muestra agresiva, excluyente y, en ocasiones, también con urgencias manifiestas.
En muchos casos migrar significa romper lazos familiares, culturales y, por supuesto, territoriales. Más allá de la decadencia económica y social, los efectos sobre el carácter son demoledores. La pérdida de la dignidad humana es la prueba más dura a la que se enfrenta quien llega a una sociedad en la que no parece caber, pero a la que se tiene que adaptar.