Pedro Benítez (ALN).- Por solo 12 de votos de diferencia, Guillermo Lasso sobrevivió al primer intento de sacarlo del poder. Luego de 14 de días de violentas protestas y movilizaciones protagonizadas por parte de la combativa Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie) que paralización casi todo ese país, en particular su industria petrolera, 47 miembros de la Asamblea Nacional adscritos a la Unión por la Esperanza (UNES) del expresidente Rafael Correa solicitaran el pasado sábado 25 activar el numeral 2 del artículo 130 de la Constitución ecuatoriana que hubiera permitido destituir a Lasso del cargo de presidente que ejerce desde de hace un año y un mes.
Para tal fin necesitaban reunir 92 votos de los 137 asambleístas, tal como lo exige el mandato constitucional. Luego de tres días de sesiones y tres votaciones la bancada correísta no logró imponer su moción de destitución presidencial en la que alegaba como causa “grave crisis política y conmoción interna”.
La noche del pasado martes en la votación definitiva se obtuvieron 80 votos a favor de destituir al mandatario, 48 en contra y 9 abstenciones. La división de la bancada de Pachakutik, brazo político de la Conaie y los votos en contra y abstenciones del Partido Social Cristiano e Izquierda Democrática fueron claves para salvar a Guillermo Lasso.
Guillermo Lasso, ahora sin obstáculos
Según la carta magna ecuatoriana, ese mecanismo de vacancia presidencial sólo puede usarse una vez en el periodo constitucional en curso por lo que, en teoría, Guillermo Lasso no tendrá ese obstáculo en el horizonte de su mandato que culmina en 2025.
Lo cierto del caso es que el correísmo no tenía mucho chance de cristalizar su propósito, pero vio en la actual crisis la oportunidad de intentar sacar al presidente o por lo menos dejarlo tocado. Una estrategia parecida a la que le aplicaron en Chile a Sebastián Piñera en octubre de 2019, el año pasado por estos días al todavía presidente colombiano Iván Duque y en el propio Ecuador al anterior jefe de Estado Lenin Moreno. La misma consiste en instrumentalizar el descontento social y la movilización popular en una campaña de acoso y derribo contra el poder constituido, sin importar su incuestionable origen democrático, con el apoyo abierto del denominado Grupo de Puebla, destacando el expresidente boliviano Evo Morales por el activismo en sus redes sociales.
Pescar en río revuelto
Correa ha buscado pescar en río revuelto de la misma manera que lo intentó hacer con su exvicepresidente y sucesor hace tres años. Como ya es costumbre en la luchas por el poder en América Latina, hacer desde la oposición lo que no me gusta que me hagan cuando soy gobierno es legítimo, incluyendo la injerencia de políticos extranjeros a la que Correa y su amigos son tan delicados cuando las críticas son contra ellos.
Porque contrariamente a la explicación fácil que la mayoría de los medios de comunicación europeos y americanos repiten cuando un gobierno que no está en el “eje de izquierda progresista” es acosado por la protesta ciudadana, la pobreza y la desigualdad no son la causa de las protestas en Ecuador. Son el mar de fondo. De lo contrario debería haber protestas de ese tipo en todos los países de Latinoamérica todos los días y todos los años cambiar a los gobiernos de turno.
Eso no quiere decir que esta nueva crisis ecuatoriana se pueda reducir a una macabra conspiración en contra del actual presidente, porque razones y condiciones para las mismas hay. Concretamente el ajuste en los precios de los combustibles ha sido el detonante y caballo de batalla de la Conaie, pero cuyo subsidio lastra las finanzas públicas ecuatorianas y es, de manera más estructural, parte de los problemas que arrastra su dolarizada economía que se contrajo en -7,8 % en 2020 y sólo se recuperó en un 4,2% en 2021 acumulando varios años de mediocres resultados.
Guillermo Lasso y su Gobierno, sin margen de maniobra
Como carece de moneda propia, Ecuador no tiene margen de maniobra frente a las crisis externas. Así, por ejemplo, su gobierno no pudo hacer lo que casi todos los demás del mundo hicieron al emitir dinero para contrarrestar el frenazo económico de 2020. Lamentablemente, eso no le ha ahorrado inflación pues ahora está importando inflación en dólares.
Las únicas cosas que pueden hacer los gobiernos ecuatorianos ante las demandas y presiones sociales es contraer deuda externa y hacer ajustes fiscales mientras esperan vientos mejores. Endeudarse es lo que ha venido ocurriendo desde 2015 cuando Correa todavía era presidente, dejando a sus sucesores la ingrata labor de ajustar fiscalmente para pagar las deudas que él dejó, mientras intenta tumbarlos. Y así van.
El otro factor propiamente ecuatoriano que explica esta crisis es la Conaie, que en su haber cuenta con la caída de dos presidentes: Abdalá Bucaram en 1997 y Jamil Mahuad en el 2000. Era una época en la cual tumbar a sus presidentes se convirtió casi en el deporte nacional.
Aunque su expresión político/electoral, Pachakutik, nunca ha superado el 20% de los votos en elecciones nacionales, dispone, no obstante, de una temible fuerza de movilización capaz de poner a los gobiernos contra las cuerdas. En octubre de 2019 tomó parte del paro nacional y de las protestas que, luego de 11 fallecidos, obligaron al presidente Lenin Moreno a derogar el Decreto Ejecutivo 883 que pretendía eliminar los subsidios a los combustibles.
Un subsidio oneroso
El nuevo conflicto tiene ese mismo móvil porque el problema de fondo sigue siendo el mismo. El subsidio generalizado a los combustibles es demasiado oneroso para el Estado ecuatoriano y, al mismo tiempo, un absurdo subsidio a las rentas más altas.
Además, esta nueva ola de protestas ha afectado la producción petrolera del país colocándola al borde de la paralización y por consiguiente, el abastecimiento de combustibles, las exportaciones y las finanzas nacionales.
Ese es el cuadro con el que tiene lidiar Guillermo Lasso, al que acusan y acusarán de aplicar políticas neoliberales por buscar cómo pagar las cuentas.
Paradójicamente, se puede decir que el correísmo es su mejor aliado. Si no ha caído es porque de haber sido así la “muerte cruzada” que contempla la constitución ecuatoriana obligaba a nuevas elecciones, tanto presidenciales como legislativas, con las que el partido de Correa podría volver al poder. Y resulta ser que en Ecuador hay mucha gente que no deseaba eso. El excandidato presidencial de Pachakutik, Yaku Pérez, porque estuvo cuatro veces en la cárcel durante su gobierno; la Conaie porque la reprimió y denigró; los partidos opositores tradicionales como el Socialcristiano e Izquierda Democrática porque se ven el espejo de Argentina y Bolivia; la clase media por el temor a Venezuela; el expresidente Lenin Moreno porque Correa directamente lo ha amenazado con meterlo preso.
Por todos esos factores combinados es que Guillermo Lasso se ha salvado de esta crisis, por ahora. Pero los tres años que le esperan lucen como un auténtico viacrucis.