Pedro Benítez (ALN).- De cara a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Ecuador, previstas para el próximo 15 de octubre, todo indica que las razones que llevaron al actual presidente Guillermo Lasso a disolver el parlamento y finalizar su propio mandato invocando el artículo 148 de la Constitución de ese país, convocando nuevas elecciones generales por medio de la denominada la “muerte súbita”, siguen, casi, intactas.
La primera vuelta de las elecciones presidenciales de 2021 las ganó Andrés Arauz, candidato del expresidente Rafael Correa, con el 32,7% de los sufragios. En esa ocasión, Lasso reunió, a duras penas, el 19,7% que le permitió pasar a la segunda instancia de la pugna comicial de abril de ese año; solo un puñado de votos por encima de Yaku Pérez, candidato del movimiento indigenista Pachakutik.
Sin embargo, contra todo pronóstico, Lasso hizo una remontada espectacular imponiéndose en 17 de las 24 provincias del Ecuador y derrotando al candidato del correísmo en la segunda vuelta 52% a 47%. Ese resultado fue la primera derrota para Correa, o para un candidato respaldado por él, desde que inauguró su hegemonía electoral en ese país en 2006 y que pretendía revalidar a control remoto desde su exilio en Bélgica.
Correa fue derrotado mas no liquidado
Los conocedores de la política ecuatoriana atribuyeron la causa de ese giro, principalmente, al propio exmandatario. Víctima de su protagonismo, Correa no ocultó que esta elección era sobre él, olvidando que en Ecuador hay mucha gente que no deseaba su regreso al poder por persona interpuesta. Yaku Pérez porque estuvo cuatro veces en la cárcel durante su gobierno; la combativa Confederación Nacional Indígenas porque los reprimió y denigró; los partidos opositores tradicionales como el Socialcristiano e Izquierda Democrática, por razones obvias; y la clase media por el siempre presente temor a Venezuela.
Toda esa coalición de intereses distintos y contrapuestos se reunió en contra de su candidato. Aplicando la misma estratagema que siempre le había funcionado, Correa volvió a jugar a la polarización y esa vez perdió. En la primera vuelta Arauz hizo proselitismo acompañado por afiche tamaño de natural del ex mandatario, pero en la segunda y definitiva elección él fue su principal rémora.
No obstante, Correa fue derrotado mas no liquidado. Su partido se quedó con la primera bancada de la Asamblea Nacional ecuatoriana con 48 de los 137 diputados, frente a los 26 de Pachakutik, los 18 del Partido Social Cristiano (PSC) y los apenas 12 de Lasso.
La trampa que dejó Correa en Ecuador
De modo que éste último fue, desde el principio de su gobierno, un presidente institucionalmente débil al que el correísmo hizo todo lo que pudo para intentar sacarlo del poder. En junio del 2022 los diputados de Correa en la Asamblea Nacional ecuatoriana solicitaron activar el numeral 2 del artículo 130 de la Constitución que hubiera permitido destituir al presidente. Pero Lasso se les escapó por sólo 12 de votos de diferencia, luego de tres días de sesiones y tres votaciones, y en medio de 14 de días de violentas movilizaciones protagonizadas por la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie) que paralizó casi todo ese país, en particular a su industria petrolera.
Correa ya había intentado aplicarle la misma medicina al anterior presidente, y antiguo aliado, Lenin Moreno, quien entonces se salvó casi de milagro.
Con una economía dolarizada, que le costó mucho recuperarse de la contracción de -7,8 % de 2020 y que acumula varios años de mediocres resultados, las únicas cosas que pueden hacer los gobiernos ecuatorianos frente a las demandas sociales es contraer más deuda externa, hacer ajustes fiscales y cruzar los dedos. La situación empeora cada vez que se quiere corregir el subsidio a los combustibles que lastra las finanzas públicas, pero que es motivo de nuevas protestas populares. Esa fue la trampa que Correa legó a sus sucesores, que tienen la ingrata labor de ajustar fiscalmente para pagar las deudas contraídas por él, mientras intenta tumbarlos.
Daniel Noboa, favorecido
A todo eso hay que sumar la inédita crisis de inseguridad que azota principalmente a Guayaquil y Manta, cuya imagen más dramática fue el asesinato del periodista y candidato presidencial Fernando Villavicencio días antes de la primera vuelta.
Ese es el contexto con el que tuvo que lidiar Lasso, cuyo gobierno, como se podrá apreciar, fue un autentico viacrucis.
Ahora, tomando en cuenta los resultados de la primera vuelta y lo que señalan las encuestas para la segunda definitiva del próximo mes de octubre, ese cuadro, pero con algunos protagonistas diferentes, se va a repetir.
Tal como ocurrió en 2021, la primera vuelta del pasado mes de agosto fue una primaria para definir quién se enfrentaría a la candidata Correa. Si Lasso fue el favorecido en aquella oportunidad, en esta le tocó la oportunidad a Daniel Noboa, hijo de uno de los principales empresarios ecuatorianos, acerbo critico de Correa y varias veces frustrado aspirante presidencial.
Crisis de seguridad en Ecuador
Según indica el más reciente estudio de opinión publica de la consultora Comunicaliza, Noboa se impondría en esta oportunidad con el 55% a la candidata del correísmo que se quedaría con el 44%.
En la primera vuelta Noboa llegó de segundo reuniendo el 23,7% de los sufragios. Mientras que Luisa González alcanzó el 33,6%, casi 300 mil votos más que Andrés Arauz, quien obtuvo el 32,7% hace dos años. Ese es el voto duro del correísmo.
Pero por el sistema electoral de dos vueltas, los partidarios de Correa se quedaron esta vez con 48 de 1as 137 bancas de la Asamblea Nacional; uno mas que en 2021. Mientras que el resto se lo reparten las demás fuerzas políticas, tocándole al grupo del ahora favorito Daniel Noboa 13. El mismo número de parlamentarios con los que tuvo que gobernar Lasso.
Así pues, en Ecuador la reciente historia política se repite, en medio de una inédita crisis de seguridad, con el eje político de ese país moviéndose todavía, no entre derecha e izquierda, sino entre correísmo y anticorreísmo.