(ALN).- Una nueva generación de cubanos que nació inmediatamente antes del inicio del Periodo Especial (1991-1999), o a lo largo de esos años, y que no ha conocido a otros gobernantes que a los hermanos Castro, ni otro mensaje político o educación que la oficial, se levanta contra la contradicción esencial que hay entre lo que predica la jerarquía gobernante y lo que es su vida real. Sus medios son la conexión de internet y la telefonía móvil. Puede que estemos siendo testigos del nacimiento de un inédito y enorme movimiento de resistencia civil dentro de Cuba.
Las protestas populares que recorrieron Cuba el domingo no son las mayores desde el Maleconazo del 5 de agosto de 1994. En realidad, nunca antes había ocurrido algo así en ese país desde la entrada de Fidel Castro en La Habana en enero de 1959.
De manera masiva miles de cubanos salieron a las calles, en las principales ciudades, de un extremo a otro de la isla, simultáneamente, con unas mismas consignas, en una actitud de claro rechazo político al régimen del Partido Comunista (PCC) que encabeza el presidente Miguel Díaz-Canel.
Este es un acontecimiento absolutamente inédito que indica que algo muy profundo está ocurriendo en la sociedad cubana. Ya no se trata de los disidentes aislados, acosados, difamados y agredidos por la Policía, el aparato de inteligencia y las turbas devotas del castrismo, que siempre buscaron aislarlos del resto de una población que parecía paralizada por la indiferencia y la resignación, siendo su principal esperanza escaparse hacia Florida.
RESISTENCIA CIVIL
Desde el pasado domingo ha emergido, para sorpresa de propios y extraños, lo que puede ser un enorme movimiento de resistencia civil dentro de Cuba. De aquí en adelante ya no se podrá decir que el cubano es un pueblo resignado ante su suerte y domesticado por su régimen.
Que el indeterminado número de personas que han salido a las calles de ese país sean conscientes del impacto político que sus movilizaciones pueden tener es difícil de saber con certeza, dada la censura y los problemas de comunicación dentro de la isla. Probablemente, el resto del mundo esté mejor informado en estos momentos que los propios cubanos de los acontecimientos que ellos mismos están protagonizando.
Sin embargo, que la protesta que empezó en la pequeña, pero ahora famosa, ciudad de San Antonio de los Baños, al suroeste de La Habana, se haya generalizado en cuestión de minutos por todo el país es un indicativo muy claro del nivel malestar y descontento que hay en contra del gobierno del Partido Comunista. Algo que, por cierto, recuerda la revuelta en la ciudad rumana de Timișoara que inició el levantamiento popular que acabó con el gobierno (comunista) de Nicolae Ceaușescu en diciembre de 1989.
Vale la pena recordar que Ceaușescu terminó como terminó porque fue el único gobernante del campo socialista en Europa oriental que se negó de plano a una apertura política y económica en aquel decisivo año.
No obstante, esta referencia histórica no quiere decir que el régimen comunista cubano esté por caer (aunque con estas cosas nunca se sabe). Pero sí es evidente que los sucesos han tomado por absoluta sorpresa al presidente Díaz-Canel.
DÍAZ-CANEL, INCÓMODO POR LAS PROTESTAS
Por cortesía de la señal que desde Caracas emite la cadena TeleSur, se pudo apreciar a un mandatario que en su comparecencia pública ante la crisis se mostró incómodo, nervioso, con una expresión verbal poco fluida, repitiendo el mismo trillado catecismo de los comisarios políticos del Partido, con un inmovilismo embadurnado de las consabidas acusaciones contra el imperialismo estadounidense.
Unas palabras donde, en resumidas cuentas, llamó abiertamente a unos cubanos a enfrentarse en las calles contra otros cubanos. Con lo cual cometió, entre otros, el error de reconocer que en Cuba hay dos bandos. Es decir, ya no es todo un pueblo disciplinadamente defendiendo “su revolución”. Un mito ha caído.
Aspirando a un retiro tranquilo, Raúl Castro entregó el cargo de primer secretario del PCC el pasado mes de abril a Díaz-Canel, que éste pasó a detentar junto con el de presidente de Cuba que ejerce desde 2018. Pero sus primeros meses en el poder supremo han sido desafortunados.
PAUPÉRRIMA ECONOMÍA
De sus antecesores heredó una paupérrima economía, que desde 2019 se ha sumergido en una crisis todavía peor como consecuencia de la drástica disminución del suministro petrolero venezolano, a lo que se sumó el pasado año el impacto de la pandemia que paralizó su vital sector turístico.
Se estima que el PIB cubano se contrajo en 11% durante 2020. A inicios de este 2021 se suprimió el peso convertible cubano, lo que implicó una devaluación en toda regla del 2.400%. Los precios de algunos productos y servicios, como la electricidad, se han incrementado en 500% en los últimos meses y la inflación ha aparecido como un fenómeno desconocido para la población.
Las reformas económicas que Raúl prometió desde 2006 han sido incumplidas, incompletas o contradictorias. El único cambio importante que se ha dado recientemente ha sido destituir al ministro de agricultura Gustavo Rodríguez Royero, quien ha pasado a ser la cabeza de turco por agudización en la escasez de alimentos.
Fuera de eso la respuesta de las autoridades es no cambiar nada. La resolución oficial del Informe del VIII Congreso del Partido efectuado en abril pasado admite que hay cosas que van mal en Cuba, pero a continuación promete seguir haciendo exactamente lo mismo de los últimos 60 años.
Pero ante ese inmovilismo, cuya encarnación es Díaz-Canel, hay una sociedad que espera, aspira y reclama por todo lo contrario. Su principal representante hoy es el Movimiento San Isidro (MSI), un grupo que reúne a periodistas, poetas, raperos, artistas plásticos e intelectuales que vienen desafiando al autoritarismo y ha conseguido un sorprendente apoyo popular. Una generación de cubanos que nació inmediatamente antes del inicio del Periodo Especial (1991-1999), o a lo largo de esos años, y que no ha conocido a otros gobernantes que a los hermanos Castro, ni otro mensaje político o educación que la oficial.
LA GENERACIÓN PATRIA Y VIDA
Una generación que por medio de la canción Patria y Vida denuncia la contradicción esencial entre lo que predica la jerarquía y lo que es la vida real de la población. Unos jóvenes que gracias a los teléfonos y la conexión de internet pueden ver, y comentar, el privilegiado estilo de vida de uno de los nietos de la familia Castro y compararlo con sus propias vidas sometidas a todo tipo de privaciones materiales y limitaciones para manifestarse. Esta es la auténtica revolución que hoy está ocurriendo en Cuba.
Por todas estas cosas es cierta la afirmación que la periodista disidente Yoani Sánchez ha hecho cuando dice, en un audio de su autoría que se ha viralizado en las redes sociales, que esta primavera cubana se venía cocinando. Pero no, como afirma Díaz-Canel, por alguna conspiración imperial, sino como consecuencia de la propia ineptitud y corrupción del castrismo que desperdició los miles de millones de dólares en subsidios que durante dos décadas recibió de Venezuela.
Como siempre suele ocurrir, ha habido una gota que derramó el vaso: el pésimo manejo de la pandemia de covid-19 dentro de la isla. En una muestra de la soberbia que caracteriza al régimen, sus autoridades prefirieron amarrarse al mito de su salud pública, apostando por estar a la altura de los grandes laboratorios del mundo a fin de proveerse de sus propias vacunas y así ganar otra batalla de propaganda internacional.
Sin el visto bueno de la comunidad científica internacional el gobierno cubano ha puesto sus vacunas a disposición de sus aliados en la región, pero por lo visto algo ha fallado porque los casos de covid-19 se han disparado. Seis mil 750 nuevos infectados y 31 fallecidos, solo el pasado sábado, según la dirección nacional de Epidemiología del Ministerio de Salud Pública de la isla.
Fue así como el domingo 11 de julio Díaz-Canel hizo acto de presencia en San Antonio de los Baños para personalmente controlar lo que a la postre resultó el foco nacional de la protesta. Un intento por emular lo que Fidel Castro hizo en agosto de 1994 cuando controló con su sola presencia las protestas en el malecón de La Habana. Una muestra de cómo los atributos carismáticos del liderazgo personal no son transferibles.
Mientras tanto, los altos mandos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), el auténtico poder detrás del trono, observan de cerca.