Pedro Benítez (ALN).- Si bien no se puede afirmar que Cuba sea una dictadura militar, aunque está bastante cerca de serlo, los militares son la columna vertebral y el sostén del régimen. Ese apoyo cuesta y hay que pagarlo. Igual, y no por casualidad, que en Venezuela. Ese poder se ve reflejado en el extenso conglomerado empresarial que las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba (FAR) controlan para su propio beneficio en la isla. Los Castro se van pero los militares se quedan.
Ninguna persona de apellido Castro quedó en el nuevo Buró Político del Partido Comunista de Cuba (la cúpula del poder en ese país conformada por 14 personas) designado en el VIII Congreso que terminó este lunes. Tal como lo había anunciado, Raúl Castro se jubiló dejando como primer secretario del partido al actual presidente de la República, Miguel Díaz-Canel, que, como se acostumbra en los regímenes de corte comunista, tendrá los dos cargos y con ellos el poder supremo.
Con Raúl también pasaron a retiro los últimos “históricos” del régimen, José Ramón Machado-Ventura y Ramiro Valdés, de 90 y 88 años respectivamente. Junto con Díaz-Canel repitieron, entre otros, el presidente del Parlamento, Esteban Lazo, y el ministro de Exteriores, Bruno Rodríguez.
Sin embargo, hubo un detalle que los observadores de la política cubana no dejaron pasar por debajo de la mesa, pese a que los medios (oficiales) de la isla lo anunciaron casi de pasada y una vez culminado el congreso: Entre los tres militares activos que ingresaron por vez primera al Buró Político se cuenta el general de brigada Luis Alberto Rodríguez López-Calleja. Exyerno de Raúl Castro y, más importante que esto último (al parecer), jefe del Grupo de Administración Empresarial, SA (Gaesa), un conglomerado empresarial controlado por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba (FAR). En otras palabras, este general, graduado en Rusia, es el hombre de los negocios en la isla.
Bajo su dirección Gaesa administra, para beneficio de las FAR, 322 empresas (61 radicadas fuera de Cuba), entre las que se cuentan las aduanas y los puertos del país, los más importantes hoteles de 4 y 5 estrellas del país, la agencia de viajes Gaviota Tours, marinas, una agencia de autos y el principal proveedor nacional de insumos y servicios hoteleros. Todas estas empresas están reunidas en el grupo Gaviota, que según estimaciones externas facturó 700 millones de dólares en 2019.
Gaesa también maneja dos empresas para la importación y exportación de tecnología, la Unión de Construcciones Militares, una inmobiliaria, la Zona de Desarrollo Integral de Mariel, una empresa de almacenes al por mayor, y el 50% del mercado minorista en dólares por medio de una cadena de tiendas, estaciones de combustible, una red de cafeterías, estudios fotográficos y una naviera. Es decir, es el auténtico emporio empresarial cubano.
Nadie sabe a ciencia cierta cuál es la dimensión real de Gaesa en la economía cubana, pero su presencia se siente por todas partes. Los únicos sectores claves donde no está involucrada son el níquel, el ron y el tabaco.
Pero además de eso, a Rodríguez López-Calleja se le considera el cerebro de una extensa red de empresas fantasmas creadas en todo el mundo para evadir los efectos del embargo comercial estadounidense. Según El Nuevo Herald, se le ha identificado una compañía con sede fiscal en Liechtenstein registrada en 1984.
Desde que Raúl Castro asumió en condición interina, en julio de 2006, la presidencia del Consejo de Estado y de Ministros de Cuba (por enfermedad de su hermano mayor) la presencia militar en la economía empezó a crecer como nunca antes.
Los militares son la clave
Como ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) durante nada menos que 49 años, era lógico que Raúl le diera mayor peso al sector que él prácticamente había creado. Hoy puede parecer ciencia ficción pero hubo una época en que Cuba tuvo el tercer ejército más numeroso, y mejor armado, del continente americano (sólo por detrás de Estados Unidos y Brasil) y el noveno del mundo.
Asimismo, es el país americano que en operaciones militares de más alcance se ha involucrado en el último medio siglo, sólo superado, lógicamente, por su vecino del norte.
Sus oficiales participaron como asesores o combatientes en distintos países de la región apoyando a las guerrillas en Venezuela o Bolivia en los años 60. En la siguiente década las FAR despacharon más de 50.000 soldados y 1.000 tanques para respaldar al gobierno marxista de Angola. Ese contingente, más miles de médicos, maestros, ingenieros y asesores de seguridad, intervinieron decisivamente en la guerra civil de ese país durante 16 años.
Otros 12.000 soldados fueron enviados a Etiopía por esa misma época. Para un país de las dimensiones de Cuba (11 millones de habitantes) esa desproporcionada capacidad militar (financiada por la Unión Soviética) era insólita y explica el peso de los uniformados en la estructura de poder. Esa fue una de las razones por las que Fidel Castro, siempre desconfiado, salió del general Arnaldo Ochoa (héroe de la guerra de Angola) por medio del fusilamiento.
Pero acabado el generoso subsidio del campo socialista en 1991 no quedó más remedio que reducir a las FAR a dimensiones más modestas. No obstante, los militares siguieron siendo (dictadura al fin y al cabo) un sector fundamental del régimen a quienes había que privilegiar, en la medida de lo posible, en medio de las terribles estrecheces materiales de los años 90. Así fue como se fueron creando empresas militares cubanas como Gaesa.
En ellas Raúl fue colocando a gente de su confianza, como los generales Julio Casas Regueiro y a Rodríguez López-Callejas. Desde que tomó el poder en 2006, ese conglomerado asumió el control de otras empresas estatales que hasta ese momento habían respondido directamente al anterior jefe de Estado.
Durante su administración Donald Trump le puso el ojo a Gaesa prohibiendo a las empresas de Estados Unidos hacer negocios con ella. Trump acusó a su antecesor por haber permitido (en su opinión) a los militares cubanos enriquecerse con su política de apertura comercial, y en septiembre del año pasado la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC) sancionó personalmente a Rodríguez López-Callejas.
Por estos motivos Cuba no está muy lejos de ser lo que se decía de Prusia a inicios del siglo XIX, no es un país con un ejército, sino un ejército que tiene a un país. Aquí está la clave para entender varias cosas.
La razón por la cual la apertura económica ha sido tímida, y nunca ha cumplido con las expectativas iniciales, es que no puede pasar por encima de los intereses creados. O debe servir a estos. En este caso, de los jefes militares.
De modo que si bien no se puede afirmar que Cuba sea una dictadura militar, aunque está bastante cerca de serlo, los militares son la columna vertebral y el sostén del régimen. Ese apoyo cuesta y hay que pagarlo. Igual, y no por casualidad, que en Venezuela.
Los militares en Cuba tienen un papel corporativo similar al de sus colegas al final de las dictaduras de los generales en Chile (1989) y Brasil (1985), donde también se beneficiaban de los ingresos de las empresas estatales más rentables o que directamente controlaban. En eso han parado las llamadas revoluciones. Han evolucionado hacia lo que más criticaron.
Raúl Castro no podía retirarse sin darle un espacio de poder adicional a su gente, es decir, a los jefes de las FAR en la cúpula partidista. Ellos son la clave de lo que pase o deje de pasar en Cuba.