Pedro Benítez (ALN).- Hace menos de una semana la campaña electoral de Gustavo Petro estaba en crisis cuando decidió marginar públicamente de la misma a la más destacada de sus aliadas, la recién reelegida senadora Piedad Córdoba. La controversial dirigente de la izquierda colombiana, y conocida amiga del chavismo, tiene varias causas e investigaciones en su contra por parte la Justicia colombiana, una de la cuales la vincula con Alex Saab. Esta fue la excusa que usó el candidato presidencial del Pacto Histórico para justificar su decisión por medio de un mensaje en Twitter.
Sin embargo, según informaciones de la revista Semana, la verdadera motivación estaría escondida en un escándalo por estallar justo cuando alguna encuesta indicaba que la brecha entre él y su más cercano contendiente, el ex alcalde de Medellín, Federico “Fico” Gutiérrez, se podría estar cerrando.
Calculando que eso no le sería suficiente, dio un paso más al seguir una de las máximas que, en alguna ocasión recordó Umberto Eco para este tipo de situaciones, según la cual un escándalo se puede tapar con otro escándalo todavía mayor. Al parecer, la jugada le va saliendo bien.
Cuatro horas después de defenestrar sin piedad a Córdoba lanzó otro tuit acusando a “algunos de los generales” de estar en la nómina del Clan del golfo. Esto a propósito de conocerse la emboscada que esa organización criminal había efectuado contra una unidad militar, en la cual asesinaron a seis soldados y dejaron heridos a otros cinco.
Esta evidente provocación tuvo el efecto que buscaba. Dos días después, también por Twitter, mordió la carnada nada más y nada menos que el mismísimo Comandante del Ejército Nacional de Colombia, general Eduardo Zapateiro, quien a su vez dedicó un hilo de seis mensajes respondiéndole directamente a Petro.
Que en plena campaña electoral un alto jefe militar cuestione políticamente a un candidato presidencial, que de paso es el favorito, es un hecho insólito e inaceptable para cualquier sociedad democrática. Incluso para los parámetros latinoamericanos.
No solo viola claramente la Constitución colombiana, además le agrega un elemento de polarización al cada vez más tenso proceso comicial de ese país y lo mete en un terreno muy peligroso.
Jefe militar controvertido
Zapateiro es uno de los más controvertidos jefes militares colombianos, de los de más confianza del presidente Iván Duque y lideró algunas de las más conocidas operaciones efectuadas por el Ejército de ese país durante el gobierno del expresidente Álvaro Uribe. Fue él quien, por ejemplo, planificó y organizó la Operación Fénix que en marzo de 2008 eliminó en territorio ecuatoriano al segundo jefe de las FARC, Raúl Reyes.
De modo que este choque viene a ser un capítulo más del enfrentamiento que la izquierda colombiana ha sostenido con los militares a lo largo de los años, y en particular del propio Petro que en el pasado ya ha cuestionado el papel de los uniformados.
A diferencia de casi todo el resto de Latinoamérica, Colombia no tiene una tradición de golpes y dictaduras militares. En realidad fue algo poco común en su historia. Sin embargo, una de las consecuencias de su largo conflicto civil ha sido que el Ejército siempre ha estado en medio de la polémica.
Por su parte, la izquierda de ese país, la que se pacificó a inicios de los años noventa, y de la cual viene Petro (el antiguo M19), así como la que sigue vinculada de una u otra a la subversión de las disidencias de las FARC y el ELN, ha visto a las Fuerzas Militares como el enemigo. El principal bastión en defensa del sistema. Y de su lado los militares colombianos se han pasado la vida combatiéndolos a ellos.
Una primera vez
Por primera vez esas Fuerzas Militares están ante la perspectiva de tener como Comandante en jefe a alguien proveniente de ese sector político.
En más de una ocasión presidentes de distinto signo, liberales o conservadores, se vieron obligados a imponer su autoridad cuando los altos mandos militares se mostraron inconformes con sus intentos de pacificación con las guerrillas.
El último choque abierto entre la autoridad presidencial y el poder militar ocurrió en 1997, cuando luego de varias semanas de tensión y rumores de golpe de Estado el entonces mandatario Ernesto Samper destituyó al general Harold Bedoya como comandante general de las Fuerzas Militares.
Pero en esta ocasión el presidente Duque no ha salido a reprender la aparente imprudencia de su subordinado. Por el contrario, le ha dado respaldo público. Otra señal bien inquietante del clima político en Colombia y parte de la conducta bastante cuestionable que a lo largo de esta campaña ha tenido Duque, quien no ha perdido ocasión para criticar, sin mencionarlo, las propuestas que en materia económica y social ha venido haciendo Petro.
Pérdida del sentido común
Esto no ha sido un hecho aislado puesto que, también violando lo que dice el texto constitucional, se ha hecho común que en esta campaña ministros, gobernadores y alcaldes de todos los partidos opinen o participen. La Procuraduría colombiana tiene ya 50 expedientes abiertos al cual se suma el del general Zapateiro.
Mientras tanto, que unos violen el artículo 127 de la Constitución que prohíbe a servidores públicos intervenir en política electoral, ha dado pie para que un jefe militar, haga lo mismo con el 219 que señala que la Fuerza Pública no es deliberante.
Que Petro ataque a los generales sin aportar pruebas es un acto de provocación. Que a su vez un general activo lo ataque a él es un desatino. Pero ese es el peligroso terreno en que está entrando Colombia. Un terreno en el cual lo más fácil de perder es el sentido común y la serenidad.
Razón por la cual vale la pena recordar una cita del expresidente Alberto Lleras Camargo: “La política es el arte de la controversia por excelencia. La milicia, el de la disciplina. Cuando las Fuerzas Armadas entran a la política, lo primero que se quebranta es su unidad, porque se abre la controversia en sus filas”.