Pedro Benítez (ALN).- Por regla general, solo se puede ganar elecciones y gobernar en una democracia desde el centro. Sobre todo, ganar elecciones. Esto último es lo que está aconteciendo en Chile en la recta de final para la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, pautadas para el próximo 19 de diciembre.
Tal como ocurrió en el vecino Perú, en la primera vuelta presidencial chilena del pasado 21 de noviembre se impusieron los extremos. O para decirlo de otra manera, la disputa final será entre candidatos que representan a sectores que hasta hace cuatro años eran marginales en el sistema político de ese país.
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Por la izquierda, Gabriel Boric de 35 años de edad. Candidato de una coalición de partidos en los que destacan el Frente Amplio y el Partido Comunista de Chile (PCCh).
Una de las cabezas más visibles de las masivas movilizaciones estudiantiles de 2011 y diputado desde 2013, Boric es junto con la Convención Constituyente (instalada el 4 de julio de este año) la personificación de todo el deseo de cambio radical del modelo económico y político chileno, que se expresó en el denominado estallido social de octubre de 2019 y que durante meses puso al Gobierno de Sebastián Piñera contra las cuerdas.
Aunque llegó en un segundo lugar con el 25% de los votos de la primera vuelta, sigue siendo el favorito en las encuestas.
Un defensor de Pinochet
Por la derecha, José Antonio Kast de 55 años. Es un viejo conocido de la política chilena que siempre ha defendido el legado de la dictadura militar de Augusto Pinochet. Católico practicante, socialmente conservador y liberal en la económico, ha sido cuatro veces diputado y en 2017 se presentó como candidato presidencial alcanzando el cuarto lugar con el 7,9% de los sufragios.
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Con un fuerte discurso antinmigración, admirador de Donald Trump y Jair Bolsonaro, durante los últimos dos años se sumó a los críticos del presidente Piñera, pero desde la derecha.
Si Boric es el representante del cambio radical, Kast se ha montado en el discurso de la ley y el orden. Sorpresivamente ganó la primera vuelta presidencial con un poco menos del 28% de los votos.
El centro político, en ruinas
En el medio el centro político chileno quedó casi en ruinas. Por primera vez, desde el retorno de la democracia en 1990, no pasó a disputar la segunda vuelta ningún candidato proveniente de la antigua Concertación, aquella coalición de partidos que ganó el plebiscito de 1988 y que luego gobernó exitosamente durante dos décadas a ese país. La senadora Yasna Provoste, candidata de la histórica Democracia Cristina del expresidente Eduardo Frei Montalva, llegó en el quinto lugar, con el 11% de los sufragios.
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Al candidato apoyado por la coalición oficialista y ex ministro de Piñera, Sebastián Sichel, no le fue mucho mejor; logró apenas el 12% de los votos.
Si como afirmaba la consigna de los jóvenes que encabezaron las protestas de octubre del 2019: “No son 30 pesos, sino 30 años”, los grupos y dirigentes políticos asociados a esa etapa de la historia chilena han quedado, en esta ocasión, en la cuneta de las preferencias electorales.
No obstante, Boric y Kast solo reunieron el 52% de las preferencias. Un 48% de los chilenos que participaron en los comicios no les votó, a los que se podrían sumar algunos provenientes de la abstención. A ese decisivo sector los respectivos comandos de campaña han dirigido, como es lógico, su ávida mirada.
¿Y los votantes de Parisi?
Entre ellos destacan los votantes del independiente Franco Parisi, que con 900 mil sufragios se colocó en un inesperado tercer lugar. Éste ingeniero comercial, con un discurso pro mercado y políticamente incorrecto, resultó ser el outsider de esta elección. Poco lo afectaron una acusación por acoso sexual y otra por la deuda de la pensión de alimentos de sus dos hijos. Tampoco que durante toda la campaña no pisara ni una vez suelo chileno, pues reside en Estados Unidos.
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Como signo de los tiempos que corren, Parisi hizo proselitismo solo por medio de las redes sociales y en la campaña para la segunda vuelta su presencia como factor político no ha disminuido.
Los que le votaron también lo son del descontento y la protesta contra el statu quo. Pero no hay seguridad de hacia dónde se inclinarán.
Así las cosas, los dos candidatos a disputar la elección final que efectuará en una semana van en la afanosa búsqueda de ese centro que tanto denostaron. Kast ya no se refiere a la derecha cobarde. Es decir, la coalición de Piñera. Por su parte, Boric ha hecho todas las maniobras posibles para recibir el favor de los mismos políticos a los que antes señalaba de haber mantenido las políticas neoliberales heredadas de la dictadura.
El cambio de Boric
Kast ha sido consistente con su estilo sereno, distinto del atrabiliario de su admirado Bolsonaro. En cambio Boric luce, incluso físicamente, como otra persona.
Los dos han incorporado temas de sus anteriores rivales, se han desdicho de sus propuestas polémicas y asumen otras más moderadas.
Gabriel Boric se anotó un importante tanto a su favor al conseguir el apoyo público del ex presidente Ricardo Lagos, al que se han sumado el de otros sectores más moderados de la izquierda chilena. Nada de hablar de revolución, ni de asaltar el cielo, como él y sus compañeros creyeron posible hace dos años. Nada de expresar apoyos a la revolución bolivariana en Venezuela como escribió en algún tuit que ahora quisiera olvidar.
Kast, por su parte, se ha ido reconciliando con casi todos los políticos de derecha con los que se peleó en el pasado. Se refugia en el respecto a la democracia, las instituciones y el Congreso.
Campañas distintas
Un Congreso en el que, por cierto, han sido las coaliciones de centro izquierda y centro derecha las se han llevado la mayoría. Esto ha servido de pretexto para Kast al decir, abiertamente, que no cumplirá muchas de las cosas que abiertamente prometió en la primera parte de su campaña. Eso sí, con una notable excepción: hacer una zanja en la frontera norte de Chile a fin de frenar la inmigración ilegal. La versión chilena del muro de Trump.
Curiosamente, no ha apelado a la misma táctica de histeria anticomunista que en Perú a Keiko Fujimori no le sirvió para derrotar a Pedro Castillo.
Paralelamente Boric promete no tocar demasiado los controversiales fondos privados de pensiones (AFP), aunque insiste en revisar todos los tratados de libre comercio suscritos por el país.
Sin embargo, en Chile se han desplegado dos campañas electorales distintas, protagonizadas por los mismos candidatos, en menos de un mes. Todo un homenaje a aquella frase atribuida a Enrique IV de Francia en 1593, que resume todo el pragmatismo de la lucha por el poder: París bien vale una misa.