Pedro Benítez (ALN).- Durante la campaña electoral de cara a las elecciones municipales del pasado domingo en Brasil, ni Lula Da Silva ni Jair Bolsonaro tuvieron un protagonismo destacado, pero la presencia de los dos se hizo sentir.
A diferencia de Argentina o Estados Unidos, en el gigante suramericano no hay elecciones a la mitad de cada periodo presidencial, razón por la cual estos comicios son una manera de evaluar el desempeño del gobierno nacional de turno, pese a la enorme fragmentación política del país.
Más de 155 millones de brasileños estaban convocados para elegir a los alcaldes y concejales de los 5.569 municipios. En aquellas ciudades en las que ningún candidato obtuviera la mitad más uno de los votos válidos, como ha sido el caso de São Paulo, habrá una segunda vuelta el próximo 27 de octubre.
En medio de la buena situación económica nacional, esta era una oportunidad para Lula de impulsar la recuperación del Partido de los Trabajadores (PT) y de respaldar a sus aliados.
Por su parte, Bolsonaro, inhabilitado por la Justicia a aspirar cargos públicos hasta 2030, busca colocarse como el gran elector de la siempre dividida derecha brasileña.
Los votos
Tanto el PT de Lula como el Partido Liberal (PL) de Bolsonaro han aumentado su caudal de votos, como en número de alcaldías, con chances de aumentarlas en los municipios en los que asisten a una segunda vuelta, en comparación con las últimas elecciones municipales. El PL pasó de 344 prefecturas a 509 y el PT de 179 (su peor resultado histórico) a 248 en su poder. Aunque sus partidos son el quinto y el noveno con más gobiernos municipales a nivel nacional respectivamente, los dos lideres se pueden dar como moderadamente satisfechos.
El bolsonarismo pasó de tener 4,7 millones de votos en 2020 a 15,7 millones, la mayor fuerza política del país. Aunque en sexto lugar en cantidad de votos nacionales, el PT consiguió revertir su tendencia declinante, reuniendo 8,9 millones que superan los 6,9 de 2020
Curiosamente, tuvieron estrategias similares en esta campaña. Evitaron alimentar la polarización que domina el panorama político brasileño desde 2018, limitándose a apoyar a candidatos propios o de siglas aliadas y participando en algún mitin. Esta vez no hubo ataques personales ni campaña de miedo mutuas.
La disputa más importante se dio en São Paulo, la megalópolis de 12 millones de habitantes. Allí, en un recuento reñidísimo, el actual alcalde, Ricardo Nunes del Movimiento Democrático Brasileño (MDB), respaldado por Bolsonaro, pasó a disputar la segunda vuelta con el 29,48% de los votos, contra Guilherme Boulos del partido Socialismo y Libertad (PSOL), apoyado por Lula, que recibió el 29,07%.
Por fuera quedó el más polémico de todos los aspirantes, el outsider Pablo Marçal, quien, con el estilo propio de la derecha trumpista global intentó desplazar al bolsonarismo en la ciudad más importante de Brasil, reuniendo el 28,14% de los sufragios. Empresario de éxito y estrella de las redes sociales, Marçal hizo del insulto y mentira sistemática contra sus rivales el centro de su campaña. Hasta presentó un informe médico falso para acusar a su rival Boulos de cocainómano.
En cambio, el bolsonarismo fue derrotado en Río de Janeiro, su cuna. Allí el centrista Eduardo Paes, apoyado por Lula, fue reelecto con el 60% y emprenderá su cuarto mandato no consecutivo. El candidato apoyado por el clan Bolsonaro, Alexandre Ramagem, ha tenido que contentarse con un 30%.
Aunque el PT no ha logrado ganar ninguna de las 26 capitales de estado en la primera vuelta, y disputará la segunda en solo cuatro, la formación de izquierda partía de los desastrosos resultados de las municipales de hace cuatro años, debilitado por los escándalos de corrupción del pasado. Renunció a presentar a sus propios candidatos en buena parte de las capitales, incluidas São Paulo y Río de Janeiro. En cambio, Lula repitió su estrategia nacional de hace dos años, se alió con la centroderecha antibolsonarista para derrotar al bolsonarismo, devolviendo así el respaldo recibido para ganar las presidenciales.
En Teresina, en el estado de Piauí, donde la dirección del PT estaba segura de la victoria, su candidato Fábio Novo perdió frente a Silvio Mendes, del Partido de los Progresistas (PP) de derecha. En Bahía, bastión histórico del PT, el candidato a la alcaldía de la capital, Salvador, Geraldo Júnior, del Movimiento Democrático Brasileño (MDB), apoyado por el partido de Lula, fue derrotado en primera vuelta por Bruno Reis, de Unión Brasil otro grupo de derecha. El dirigente del PT, Edinho Silva, actual alcalde de Araraquara, en el estado de São Paulo, tampoco pudo hacer elegir a su candidata Eliana Honain, que fue derrotada por bolsonarismo. El yerno de Lula, Danilo Segundo, candidato del PT, también perdió en Barra dos Coqueros, en el estado de Sergipe.
Los vencedores
Por su parte, los candidatos del PL han conquistado las alcaldías de dos capitales, Maceió (Alagoas) y Rio Branco (Acre), y ha pasado a la segunda vuelta en otras nueve. En cuanto a la familia de Bolsonaro, su hijo Carlos, con más de 130.480 votos, fue el concejal más votado en Rio de Janeiro, lo que lo confirmó para un segundo mandato. El mismo récord registró su otro hijo, Jair Renan, el concejal más votado en Balneario Camboriú, en el estado de Santa Catarina, con más de 3.033 votos. De modo que Bolsonaro, aun inhabilitado, sigue siendo la principal figura de la derecha brasileña.
Sin embargo, aunque el PL obtuvo más votos y prefecturas que el PT, han sido los aliados del lulismo los vencedores en los números totales.
En ese sentido, el gran ganador de la jornada fue el Partido Social Democrático (PSD) con al menos 877 alcaldías (en 2020 tenía 657), que, junto con el Movimiento Democrático Brasileño (MDB), la segunda formación con más gobiernos municipales, conforma el denominado Centrão. Estas dos formaciones votaron por la destitución de Dilma Rousseff en 2016, pero ahora tienen ministros en el gabinete de Lula en Brasilia, fueron determinantes en su reelección de 2022 y en los municipios reciben apoyo tanto de él, como de Bolsonaro, dependiendo de las circunstancias. Son la clave en el sistema político brasileño.
Hace dos años, el astuto y experimentado ex sindicalista olfateó lo que este pasado domingo se ratificó: el electorado brasileño giró hacia la centroderecha y sobre esas aguas ha surfeado con habilidad. La carrera por la elección presidencial en Brasil de 2026 ya arrancó; queda por ver si Lula lo intentará por séptima vez cuando tenga 80 años.