Pedro Benítez (ALN).- Todo lo que al presidente boliviano Luis Arce le podía salir mal, le está saliendo mal. La extraña, y felizmente frustrada, insubordinación del ex comandante del Ejército, general Juan José Zúñiga, desde hace una semana, ha acelerado la crisis institucional y, con ella, la crisis económica de ese país. La situación se ha deteriorado de tal manera que en la opinión pública se habla abiertamente de si será capaz de llegar al final de su mandato que constitucionalmente culmina en 2025.
Mientras tanto, el ex presidente Evo Morales no le ha dado tregua a su antiguo colaborador y, en insólita coincidencia con el mandatario argentino Javier Milei, lo acusa de haber intentado realizar un autogolpe.
“Luis Arce engañó y mintió al pueblo boliviano y al mundo. Es lamentable que se use un tema tan sensible como la denuncia de un golpe”, dijo.
El resto de la oposición asegura que la confrontación escenificada entre Arce y el general Zúñiga el pasado 26 de junio fue, sencillamente, un “show”.
El golpe de Estado
Por su parte, el presidente boliviano se defiende asegurando que el “…golpe de Estado, está evidenciado. El que no ve eso está alineándose con la derecha, está alineándose con los intereses antinacionales que combatimos juntos”.
“Está claro que hay intereses extranjeros y nacionales que están buscando, de alguna manera, hacerse del poder en Bolivia. Esos intereses buscan nuestros recursos naturales. Bolivia es la principal reserva mundial de litio, tiene además tierras raras que son lo que hoy necesita el planeta”, ha afirmado a los medios internacionales.
Dejando de lado la prudencia que lo ha caracterizado, ha apuntado directamente a quien fuera su mentor advirtiéndole: “Evo Morales, ¡no te equivoques una vez más! Claramente lo que ocurrió el 26 de junio fue un golpe militar fallido en Bolivia. ¡No te pongas del lado del fascismo que niega lo ocurrido!”.
De modo que tenemos dos versiones totalmente contrapuestas. Las interpretaciones sobre el intento de golpe del general han dividido al país, exactamente igual como ha ocurrido desde la caída de Evo Morales en octubre de 2019; una parte dice que en aquella ocasión hubo fraude y, la otra, que eso fue un golpe de Estado.
Es más, intentado explicar la situación actual el propio Arce ha dicho que “allí estuvo el problema”, refiriéndose al cuestionado intento de Morales del aspirar a un nuevo mandato presidencial en aquella ocasión.
Los pronósticos económicos
Como sea, lo cierto es que desde la insubordinación de Zúñiga todos los pronósticos económicos que el gobierno de Arce había hecho para este año (crecimiento del 3,7 % del PIB) se han venido abajo. Las reservas internacionales se encuentran en un mínimo histórico (1.700 millones de dólares) y el dólar paralelo ha llegado a 9,40 bolivianos, una devaluación de alrededor del 30 % frente a la cotización oficial. La gente no salió a las calles a defender la institucionalidad democrática sino a comprar dólares.
Ocurre esto en un contexto en el cual las exportaciones de gas, vitales para la economía, continúan en imparable descenso debido a la falta de inversiones. Esto hace cada vez más inevitable que el país tenga que solicitar apoyo del Fondo Monetario Internacional.
Sin embargo, el presidente se encuentra atado de manos; el enfrentamiento con Morales y la consiguiente división del oficialista MAS le ha privado de la mayoría parlamentaria necesaria que le permitiría sancionar medidas de alto costo político.
Desde el Grupo de Puebla, que reúne a los mandatarios y ex mandatarios de izquierda de la región, se observa con desconcierto el enfrentamiento y no saben en qué lugar colocarse luego de condenar el intento de golpe que se atribuyó a una conspiración de la derecha.
Pero como se podrá apreciar, el origen de todo es más pedestre. En las primeras de cambio pareciera que Evo Morales va ganando esa pelea. Eso sí, a costa de la economía y la estabilidad del país. Pero en la lucha por el poder los intereses colectivos pasan a un segundo plano.
Todavía está por verse si el Tribunal Constitucional finalmente le permitirá aspirar a un nuevo mandato presidencial; lo que sí parece claro es que el perdedor es Arce, quien no ha logrado unir al país, a sus aliados fuera de Bolivia y mucho menos a su partido detrás de sí luego del controversial movimiento militar del 26 de junio. De paso, lo que comenzó como una disputa personal y partidista ha terminado teniendo un peligroso eco en los cuarteles.