Pedro Benítez (ALN).- No se puede servir a dos señores (afirma el evangelio) ni un gobierno puede tener dos cabezas. Uno prevalecerá sobre el otro. En América Latina hay una larga tradición de ex presidentes que han pretendido tutelar a sus herederos en las jefaturas de los gobiernos y de presidentes que, para impedir esto, han reaccionado contra sus mentores políticos. En ocasiones el conflicto se ha dado por simples celos personales o intrigas de los entornos, en otra por la legítima determinación del mandatario de turno de gobernar según su criterio. La mayoría de las veces ha sido una combinación de todas las anteriores.
A esta fatal tendencia se le ha llamado la ley de la patada histórica. Los casos más sonados en tiempos recientes han sido las peleas de los colombianos Juan Manuel Santos y Álvaro Uribe, y luego entre Lenin Moreno y Rafael Correa en Ecuador. No importa la ideología, esa ley casi siempre (aunque no todas las veces) se cumple. Es lo que está en pleno desarrollo en Bolivia entre el actual jefe de Estado Luis Arce y su antiguo jefe político, el expresidente Evo Morales.
Esta semana, con los votos de la oposición y de una parte del Movimiento al Socialismo (MAS), que esta ocasión se dividió, Arce consiguió que las dos cámaras del parlamento de ese país aprobaran la Ley de Aplicación de los Resultados del Censo de Población y Vivienda en los Ámbitos Financieros y Electoral. Un instrumento legal destinado a normar la distribución de recursos fiscales de coparticipación entre las distintas regiones de Bolivia, así como reasignar escaños en el parlamento nacional con base en los datos del censo a efectuarse en 2024.
Esta fue una iniciativa del bloque de diputados masistas de la región oriental de ese país que el presidente boliviano apoyó como una concesión al siempre conflictivo departamento de Santa Cruz, el más rico de Bolivia y tradicional bastión de la oposición más radical, cuyos líderes pusieron fin, el sábado pasado, a un mes de paro general que acompañaron con el bloqueo de calles y rutas, así como protestas que dejaron 4 muertos y 178 heridos.
Un “regalo anticipado de Navidad”
La aprobación de la ley, que destrabó el conflicto, contó con el respaldo de la oposición moderada que encabeza el expresidente Carlos Mesa y de parte de la propia Santa Cruz. Pero en cambio ha sido cuestionada públicamente por Morales.
El ex líder cocalero, fundador del MAS boliviano, varias veces reelecto presidente de su país hasta que la ambición de perpetuarse en el mando lo hizo trastabillar en 2019, ya ha venía haciendo uso de su activa cuenta de Twitter para cuestionar, acusar y descalificar a varios miembros del gabinete de Arce. Una de sus puyas más reveladoras fue contra el ministro de Obras Públicas, Édgar Montaño, cuando éste cometió la imprudencia de comparar las consecuencias de las acciones de los líderes opositores de Santa Cruz y del gobernador de esa región, Luis Fernando Camacho, con la situación de Venezuela y Cuba que éstos, a su vez, siempre están prestos a criticar. En respuesta Evo Morales le lanzó una carga de profundidad: “…repite (ministro Montaño) el discurso de los golpistas para atacar a los pueblos dignos y libres de Cuba y Venezuela, demuestra que el gobierno se ha derechizado”.
La cuestión no se quedó allí, porque una vez sancionada la ley manifestó que la misma era un “regalo anticipado de Navidad” para los expresidentes opositores Jorge Quiroga, Carlos Mesa y el gobernador Luis Fernando Camacho.
Una pelea que Evo Morales busca en Bolivia
Arce por su parte no se ha quedado callado y, haciendo referencia a la división interna en el MAS, ha asegurado que algunos quieren verlo “fracasar” y que se “esfuerzan” en hacerlo ver como un “traidor”, señalando que desde las propias filas gobernante hay quienes quieren “acortar” su mandato.
Esta es una pelea que Evo Morales se ha empeñado en buscar. Desde que fue candidato presidencial, Luis Arce dejó claro dos cosas: sería presidente un sólo mandato (no buscaría la reelección, causa de la crisis política de 2019) y se dedicaría a recuperar la economía boliviana.
Exitoso ministro de Economía entre 2006 y 2019, Arce ha sido la cara amable del MAS, bien visto por los empresarios y los organismos internacionales que lo consideran como la garantía de buena gestión económica. Tomó el mando de Bolivia en noviembre de 2020 en medio de la pandemia, con el país en recesión y profundamente dividido. No sólo entre tendencias políticas, sino entre regiones; principalmente entre el Altiplano y Santa Cruz, centro del movimiento autonomista de 2008 y única entidad donde se impuso ampliamente Luis Fernando Camacho en las elecciones presidenciales de 2020.
Consciente de lo innecesario de atizar los conflictos, en sus primeras palabras en la noche de su elección prometió “gobernar para todos”. Y desde entonces esa ha sido su conducta, pero no la de Evo Morales que no ha dejado de presionarlo en sentido contrario.
«Será mi gobierno”
Mientras Evo insiste en el camino de la revancha, Arce intenta desarmar la confrontación política que ha dividido a Bolivia por años. La consecuencia es que ahora el propio MAS se ha dividido en dos grupos, los del presidente enfrentados con el “evismo”.
Arce, hay que decirlo, no le ha sido desleal a su antiguo jefe político, a quien siempre le ha reconocido su liderazgo. Pero desde el principio dejó claro que: “Si Evo Morales quiere ayudarnos, será muy bienvenido. Pero no significa que Morales estará en el gobierno. Será mi gobierno”. Eso es lo que ha hecho.
Sin embargo, es eso lo que lo tiene en medio de los dos extremos; Evo Morales por un lado y Luis Fernando Camacho por el otro. Una polarización que por años ha agudizado las disputas entre el oriente y el occidente de un país históricamente enfrentado por cuestiones geográficas, económicas y étnicas. Su reto es imponer su política de moderación sin debilidad.
Cuando Arce iniciaba su gestión de gobierno el politólogo boliviano Marcelo Arequipa advirtió que fue su ascenso a la presidencia, y no la caída de Evo Morales en octubre de 2019, el verdadero inicio de la transición política en Bolivia. Paradójicamente, en su opinión, esa transición en el país del Altiplano no la protagonizarían los opositores a Morales sino su propio partido. Todo indica que es eso lo que está en desarrollo.