Pedro Benítez (ALN).- Dividida, pero efectiva. La oposición antikirchnerista se impuso en la elección legislativa de medio término que renovó parcialmente las dos cámaras del Congreso argentino de este pasado domingo.
Por primera vez desde el retorno de la democracia en 1983 el peronismo pierde el control del Senado, aunque el Frente de Todos, la coalición que lidera la vicepresidenta Cristina Kirchner, seguirá siendo, por estrecho margen, la primera minoría en las dos cámaras del legislativo nacional.
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Por su parte, Juntos por el Cambio, la coalición opositora del expresidente Mauricio Macri, que incluye la histórica Unión Cívica Radical (UCR), le sacó casi dos millones de votos de ventaja al kirchnerismo (9%) en todo el país y continuó con la tendencia a irse expandiendo geográficamente.
La victoria más amplia la logró en su tradicional bastión de la Ciudad de Buenos Aires, con el 22% de los sufragios de ventaja sobre la lista de candidatos del oficialismo, y su más simbólica en la Provincia de Santa Cruz, en la Patagonia argentina, lugar desde cual el expresidente Néstor Kirchner dio su salto a la política nacional en 2003. Sorprendentemente el kirchnerismo ha sido relegado en su propia cuna a un tercer lugar por otra fuerza emergente.
Sin dramatismo
Sin embargo, aunque los resultados electorales son significativos no son dramáticos. El kirchnerismo logró una importante remontada en la Provincia de Buenos Aires, el granero electoral del país, donde, con el 98,17% de los sufragios escrutados, perdía por solo un 1% ante la lista de Juntos por el Cambio.
Esto fue posible, en parte, por el intenso proselitismo del gobierno de esa provincia que controla, pero también porque entre la filas opositoras ha emergido un nuevo bloque político a la derecha del macrismo, todavía pequeño a escala nacional, pero que parece se ha consolidado como la tercera fuerza electoral en todo el área metropolitana de Buenos Aires, por encima de la izquierda más radical.
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En la provincia su líder y ex candidato presidencial José Luis Espert se llevó el 7.5% de la votación total, y en la Ciudad de Buenos Aires su estrella mediática, el economista Javier Milei, logró el 17%. Todos es votos fueron arrancados a la tradicional coalición opositora que se organizó en torno a Mauricio Macri.
De hecho, la retórica libertaria de Milei se ha dirigido desde hace tres años a atacar a “casta política”. En un estilo, por cierto, claramente populista, ha metido en un mismo sacó tanto a los gobiernos de Cristina Kirchner como al de su sucesor, Mauricio Macri, presentando a este último como una versión light del primero.
Mediante el uso intenso de las redes sociales, y también de las tertulias televisivas, Milei se ha trasformado en todo un personaje que de manera implacable cuestiona el relato kirchnerista según el cual el Gobierno de Macri fue una reacción neoliberal al progresismo de la pareja presidencial Kirchner.
En su versión de las cosas, Macri fue un traidor a los electores que le eligieron en 2015, continuando las mismas políticas de altos impuestos, gasto público, endeudamiento y redistribución que se han sido las marcas de fabrica del peronismo. Y así como ha venido ocurriendo en otros países de Europa y América, ese discurso en contra de la elite política ha conseguido su electorado entre los argentinos.
Descontento
No obstante, esta división entre las filas del anti kirchnerismo no ha podido ser usado como una ventaja estratégica por parte de la coalición oficial. La crisis y el descontento ante el estilo errático y desvergonzado del Gobierno de Alberto Fernández ha sido superior. Como suele ocurrir esta es otra elección en la que más que ganar la oposición, pierde el gobierno.
Sin embargo, no hay restar méritos. La coalición que organizó Macri se las arregló para mantenerse unida luego de la derrota de éste en la primera vuelta presidencial de hace dos años. De haberse sumido en la pugna de reproches mutuos, y las disputas propias de la lucha política, hoy la historia sería otra, y, pese al mal gobierno de sus acólitos, Cristina Kirchner dormiría feliz con los siete millones de votos que todavía la respaldan.
Pero la coalición que ha encabezado Macri se mantuvo unida (caso no muy común en América Latina) y cosecha los frutos de esa actitud. Juntos por el Cambio no se dispersó, ni se dividió, ni se desmoralizó luego de su derrota hace dos años.
Continuó con el ingrato trabajo político diario y por eso se ha consolidado como la alternativa nacional ante lo que luce como el imparable deterioro del kirchnerismo. En ese sentido hay un dato que el experimentado analista argentino Joaquín Morales Solá ha recordado en las paginas del porteño diario La Nación: El centro izquierdista Frente de Todos de la expresidenta ha perdido tres de las ultimas cuatro elecciones nacionales argentinas. Es, a todas luces, un proyecto político agotado.
Y no solo por esta tendencia, sino agotado en su capacidad para darle respuestas a los problemas argentinos. En ese sentido el desempeño del gobierno del presidente Alberto Fernández es un ejemplo patético. Acosado por una doble crisis, la económica que arrastra el país, y la pandemia, ha sido castigado por los electores no solo porque lo responsabilizan de una tasa de inflación que esta nuevamente fuera de control, sino por un estilo en el cual lo que se predica no se corresponde con lo que se hace. Se gobierna en nombre de los excluidos pero en favor de una minoría de privilegiados entre los cuales destaca su vicepresidenta y jefa política.
Los problemas de la oposición
Es demasiado evidente que todo el proyecto político del kirchnerismo se reduce a evitar que los procesos judiciales en contra Cristina Kirchner continúen. Ella eligió a Alberto Fernández como candidato de su coalición para eso, y por lo visto no esta dando lo resultados esperados. Desde hace rato el pronóstico del clima político viene anunciado una tormenta entre estos dos personajes. A la actual crisis económica se le podría sumar una etapa de turbulencia institucional por el motivo antes señalado. No sería la primera vez que eso le pase a la Argentina.
Mientras tanto, del otro lado del acera se asoman también sus propios problemas porque, entre otras cosas, Macri no tiene sobre su coalición el mismo poder de coacción casi mafioso que la señora Kirchner ejerce entre los suyos. A Macri los hijos le han crecido. La ex gobernadora María Eugenia Vidal, el actual de jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y la ex ministra de Seguridad Patricia Bullrich aspiran de manera más o menos abierta a ser los candidatos de su coalición en la elección presidencial de 2023. Esa carrera empezó la misma noche del pasado domingo y de su resultado depende el futuro a mediano plazo de la gran nación austral.