Pedro Benítez (ALN).- Con los precios mundiales de la soja, el trigo y el maíz disparados como consecuencia de la invasión rusa a Ucrania (estos dos países han sido grandes proveedores de esos productos), Argentina debería estar entrando en una ola de prosperidad. No obstante, ocurre todo lo contrario; su Estado está al borde del default y con ello el agravamiento de todas sus dificultades económicas.
El pasado viernes 11, la Cámara de Diputados del Congreso argentino dio la primera aprobación (aún debe pasar por el Senado) del controversial acuerdo que el Gobierno de Alberto Fernández alcanzó con el Fondo Monetario Internacional (FMI), mediante el cual se busca refinanciar la deuda de 44 mil millones de dólares contraídas con ese organismo durante la gestión de Mauricio Macri. A favor del mismo votaron 202 diputados, en contra 37, con 13 abstenciones y 4 ausencias.
La novedad fue que 28 de los votos negativos procedieron de las propias filas del oficialista Frente de Todos (118 diputados en total), disidencia que encabezó personalmente Máximo Kirchner, hijo de la actual vicepresidenta y líder de ese bloque.
Así, la aparente división que desde hace meses se viene cocinando en el kirchnerismo se estaría consumando. Hagamos énfasis en el condicional y en el aparente.
Entre los que votaron en contra del acuerdo se encuentran cuatro diputados identificados como libertarios, José Luis Espert, Javier Milei, Victoria Villaruel y Carolina Píparo. A estos se sumaron seis votos de la izquierda no peronista, Corriente Clasista Combativa y el Frente de Izquierda. Una extraña coincidencia política entre polos ideológicos totalmente antagónicos.
Pero ese tipo combinaciones poco frecuentes no terminaron allí, porque el Gobierno logró sacar la aprobación gracias a los 111 votos que le aportó la coalición opositora Juntos por el Cambio del expresidente Macri, a quien el relato oficial no descansa en presentar como el malvado de la crisis argentina.
Solo el diputado, exministro y excandidato presidencial Ricardo López Murphy rompió con este grupo para votar en contra y otros cuatro de los representantes de Juntos por el Cambio se ausentaron en la sesión.
De modo que el acuerdo con el FMI no sólo dividió (ya más de lo que ya estaba) al oficialismo, también le ha abierto una grieta de ciertas dimensiones a la oposición.
CFK, la dueña del poder
En el kirchnerismo todo indica que su lideresa, Cristina Kirchner, se prepara para sacarle la silla al presidente Alberto Fernández y dejarle todo el peso muerto de estos dos años que le quedan de mandato constitucional a su Gobierno. Que sea él, y la oposición, los que paguen el costo político del inevitable ajuste, mientras ella se va para la calle al frente de la izquierda peronista, los piqueteros y los sindicatos.
Durante meses ha sostenido una guerra no declarada y de baja intensidad contra el Gobierno de Fernández, haciendo caer a varios de sus ministros y no dejado de cuestionar las políticas de “ajuste” del responsable de Economía, Martín Guzmán. Ella ha hecho de la disputa con el Fondo un punto de honor y su coartada. El ministro Guzmán ha jugado al mismo tiempo al equilibrista en sus negociaciones con el FMI, en una situación curiosa en la cual ha acusado, y hasta amenazado, a quien necesita le dé asistencia financiera.
Por su parte, para el presidente Fernández, ha llegado la hora de las definiciones. Siempre inclinado a seguir toreando la situación con posiciones ambiguas, medidas contradictorias, disimulando el conflicto con su vicepresidenta y con la probable intención de aplicar la vieja táctica peronista de ser oposición y gobierno a la vez, no puede seguir ocultando lo que ya es evidente. Cristina es quien tiene el poder político y puede mover los hilos de la agitación social. No sería la primera vez que el peronismo le hace oposición al peronismo.
Deuda para pagar deuda
El Gobierno de Alberto Fernández necesita que el próximo lunes el FMI libere los dólares necesarios para que el Estado argentino cumpla al día siguiente con el vencimiento de más de 2.800 millones de dólares que tiene contraídos con ese mismo organismo. Contraer deuda, para pagar deuda y así extender los plazos.
Esto ocurre en un contexto en el cual el incumplimiento de esos compromisos sería un mazazo contra la confianza que profundizaría dramáticamente la actual crisis económica argentina. Su tasa mensual de inflación ha pasado a ser la más alta del hemisferio occidental por encima de la de Venezuela, con un repunte del precio del dólar en el mercado paralelo que ya duplica la tasa oficial y un imparable incremento de la pobreza que según cifras oficiales supera el 40% de la población.
Este acuerdo con el FMI es la manera de desactivar una bomba de tiempo, o, al menos, posponer su estallido por varios meses. Esa es la apuesta de Alberto Fernandez y su ministro de Economía. La votación definitiva para sancionar el acuerdo se dará hoy jueves en la noche, en la sesión del Senado argentino. Dado el cuadro político del oficialismo, y la determinación de Cristina Kirchner de sabotear la gestión de la persona que llevó a la Presidencia, el destino del Gobierno de Fernández y de la economía de ese país está en manos de la oposición. Pusieron la pelota del otro lado de la cancha. Paradojas de la política.
Una mano al adversario
Si Juntos por el Cambio (JxC) no vota el acuerdo el país se va de las manos con consecuencias imprevisibles. Si le da sus votos al Gobierno corre el riesgo de hacerse corresponsable de un Gobierno muy impopular que no es suyo. Conscientes que lo que les interesa es preservar la estabilidad política del país porque, después de todo, tienen la principal oportunidad de ganar las elecciones de 2023, los dirigentes de los tres partidos que conforman JxC se inclinan dar una mano al adversario. Pero tiene su costo político. A su derecha los libertarios le van quitando electores con la comodidad de ser un grupo pequeño que no necesita comprometerse.
El giro político en Argentina ya parece inminente. Un presidente sin base política; ni en el Congreso ni en la calle. Con los que le eligieron en contra, dependiendo de sus adversarios y un Gobierno que va dando señales de desorientación.
A pocas horas de la decisión definitiva del Legislativo a algún funcionario se le ocurrió prohibir las exportaciones de harina y aceite de soja a la espera de un aumento en las retenciones. El miedo de los productores es que la medida se le aplique también a las exportaciones de trigo y maíz, justo en un momento en el cual esos productos comienzan a escasear en el mundo; situación de la Argentina se podría beneficiar recibiendo los dólares que tanto necesita.