Pedro Benítez (ALN).- Para todos los fines prácticos, el Gobierno del presidente argentino Alberto Fernández ha terminado mientras el país austral se sumerge en una nueva crisis económica.
La renuncia de su ministro de Economía, Martín Guzmán, la tarde del sábado pasado, y con él de casi todo el resto del Gabinete económico, ha dejado al inquilino de la Casa Rosada a la intemperie. En solidaridad con el renunciante Raúl Enrique Rigo de Hacienda, Roberto Arias de Política Tributaria y Fernando Morra secretario de Política Económica abandonaron el barco en medio de la tormenta.
Con la inflación remontando el 70% (anualizada) y el dólar paralelo fuera de control, Argentina se quedó sin el equipo económico que había renegociado la deuda de 44.500 millones de dólares con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la reestructuración de 66.000 millones con los bonistas internacionales. A continuación, el Gobierno argentino tenía que cumplir su parte de llevar a cabo el ajuste fiscal que le daría la oportunidad a Fernández de capear el temporal y terminar su mandato.
Tirar la toalla
Sin embargo, el ahora exministro Guzmán tiró la toalla luego de meses de continuas críticas y bloqueos a su gestión por parte de la vicepresidenta Cristina Kirchner, quien no solo se opuso públicamente al acuerdo con el FMI sino que hizo todo lo que estuvo en sus manos para que no se diera y terminó por declararle la guerra política al propio ministro.
La señora Kirchner se ha dedicado desde antes de las elecciones parlamentarias del 2021 a sabotear la administración de la persona que llevó a la Presidencia, aplicando el viejo truco peronista de ser oposición y gobierno a la vez. En vísperas del descalabro electoral en el cual el peronismo por primera vez desde el retorno de la democracia en 1983 perdió el control del Senado, la vicepresidenta hizo circular una carta pública por sus redes sociales donde trasladó toda la culpa de la derrota de su movimiento a la gestión del presidente Fernández, en un texto cargado de reproches y señalamientos contra el mandatario y varios de sus colaboradores.
La coartada de Cristina Kirchner
Además, hizo de su rechazo a cualquier acuerdo con el Fondo un punto de honor y su coartada, mientras el ministro Guzmán jugaba al mismo tiempo al equilibrista en sus negociaciones con ese organismo multilateral.
En marzo pasado, el Gobierno de Alberto Fernández logró que el Congreso le aprobara el controversial acuerdo con el FMI gracias a los 111 votos que le aportó la coalición opositora Juntos por el Cambio del expresidente Mauricio Macri y con 28 votos negativos que procedieron de las propias filas del oficialista Frente de Todos, disidencia que encabezó personalmente Máximo Kirchner, hijo de la vicepresidenta.
Una decisión que se tomó sobre la hora, puesto que el Estado argentino necesitaba que al día siguiente el FMI liberara los recursos necesarios para honrar el vencimiento de más de 2.800 millones de dólares que tenía contraídos con ese mismo organismo. Lo contrario hubiera sido un mazazo sobre la confianza de la economía. Es decir, la oposición le sacó las castañas del fuego al presidente mientras su vicepresidenta lo empujaba al precipicio.
La indefensión de Alberto Fernández
Lo curioso es que ni siquiera por eso Alberto Fernández se decidió a romper con Cristina Kirchner. Por el contrario, le ha ido entregando las cabezas de varios de sus más altos funcionarios de confianza hasta hacer inviable su Gobierno. El exministro Guzmán se va porque los funcionarios encargados de ejecutar varias de las medidas que consideraba necesarias responden al ala dura del kirchnerismo y el presidente se negaba a sustituirlos.
A lo largo de los últimos meses, en una campaña abierta, la señora Kirchner ha ido minando sistemáticamente la capacidad para gobernar y tomar decisiones del mandatario. Públicamente, sin disimulo alguno, ha usado su poder para criticar, acorralar y hacer caer a ministro tras ministro que considera no alineados con su estilo y política.
Este es un caso curioso, y tal vez único, de indefensión presidencial. Con la salida de Guzmán y su reemplazo por Silvina Batakis (una ficha kirchnerista) cae el último alfil de Alberto Fernández en su propio Gabinete. Vaciado de poder, ahora ella tiene el mando.
Las demandas de Kirchner
Ya ha puesto sus demandas sobre la mesa: más retenciones (impuestos) al sector agrario (la principal fuente de divisas del país) y salario básico universal por decreto. “Si hay 7 millones de trabajadores informales en la Argentina, ¿por qué reciben solamente un ingreso extra un 1,3 millones y no los 7 millones?”, ha preguntado Kirchner de manera retórica en su más reciente intervención pública.
Populismo duro y puro. Correr hacia adelante con la inflación que, según los analistas, podría superar incluso el 100% anualizado, mientras buena parte del sector comercial se paraliza ante el temor de no poder calcular sus costos de reposición.
Eso sí, ella sigue presionando en el Senado para aprobar la ampliación de la Corte Suprema de Justicia de 5 a 25 miembros. Su auténtica prioridad, pues allí aterrizaran los procesos judiciales que tiene abiertos.