Rogelio Núñez (ALN).- América Latina vive tiempos de protestas, movilizaciones y castigo a los gobiernos de turno. Un castigo que se da en las calles (por ejemplo, con más de un millón de personas saliendo a Santiago para mostrar su rechazo a la gestión de Sebastián Piñera) o en las urnas, tal y como se ha puesto en evidencia este domingo en las elecciones presidenciales en Argentina y Uruguay y en las locales en Colombia.
Las tres citas ante las urnas de este domingo 27 de octubre en América Latina han dado una imagen del momento político que vive la región. La ciudadanía latinoamericana, desilusionada, frustrada y desafecta por la crisis/ralentización económica y unos sistemas políticos e institucionales disfuncionales, castiga electoralmente a quien ocupa el poder y abre un nuevo tiempo político marcado por la incertidumbre.
El voto castigo
América Latina vive tiempos de protestas, movilizaciones y castigo a los gobiernos de turno. Un castigo que se da en las calles (por ejemplo, con más de un millón de personas saliendo a las calles de Santiago para mostrar su rechazo a la gestión de Sebastián Piñera) o en las urnas, tal y como se ha puesto en evidencia este domingo en las elecciones presidenciales en Argentina y Uruguay y en las locales en Colombia.
Porque si algo une a estas tres citas es que los diferentes oficialismos han recibido duros castigos incluso donde han sido los más votados como es el caso uruguayo. En lo que va de año 2019 en todas las citas electorales en América Latina –salvo en las controvertidas bolivianas del 20 de octubre, ha vencido la oposición: empezó en El Salvador con Nayib Bukele, siguió en Panamá con Laurentino Cortizo y en Guatemala con Alejandro Giammettei y ahora en Argentina y Colombia y con muchas opciones en Uruguay.
¿Por qué las elecciones locales de este domingo son cruciales para el futuro de Colombia?
En Argentina el milagro al que aspiraba el presidente Mauricio Macri ha sido imposible de alcanzar: no ha forzado el balotaje y ha sido duramente derrotado: el peronista Alberto Fernández ha sumado el 48% frente al 40% de Macri. Los errores en la gestión macrista (Argentina sigue sumida en la crisis y lastrada por una elevada inflación y déficits) los ha pagado en las urnas.
En Uruguay ha ganado el oficialismo pero no sólo ha cosechado el peor resultado en primera vuelta desde 1999 sino que además la unión de las fuerzas opositoras en segunda vuelta augura una posible derrota del Frente Amplio. El candidato frenteamplista (Daniel Martínez) ha sumado el 39% frente al 29% de su rival en el balotaje (Luis Lacalle Pou), quien ya ha recibido el respaldo de Ernesto Talvi (12%) –Partido Colorado– y Manini Ríos (11%) –Cabildo Abierto– con vistas a esa segunda vuelta. Si bien una segunda vuelta siempre es una nueva elección con dinámicas diferentes lo cierto es que el candidato oficialista tiene elevadas dificultades para captar votos más allá de su propio sector porque Cabildo Abierto es una fuerza radicalmente anti-Frente Amplio y el Partido Colorado, que tiene votantes situados en el centro-izquierda, desde los años 90 ha sido aliado del Partido Nacional.
Las elecciones locales colombianas han sido también un voto de castigo al uribismo, partido que apoya al presidente Iván Duque. En Medellín perdió el uribista Alfredo Ramos, del partido Centro Democrático, ante Daniel Quintero, candidato por el movimiento Independientes, que con un 38,49% de los votos será el nuevo alcalde del considerado hasta ahora bastión de Álvaro Uribe. Esta derrota se une a la pérdida del departamento de Antioquia. En otras ciudades en las que las encuestas les daban posibilidades, como Santa Marta o Cúcuta, el uribismo tampoco ha conseguido las alcaldías.
Incluso la victoria de Claudia López en Bogotá refuerza a Sergio Fajardo –y no al uribismo- como referente del centro para enfrentarse en las presidenciales de 2022 a la izquierda que encarna Gustavo Petro.
Incertidumbre
Las elecciones de este domingo no sólo dejan una nueva prueba del voto castigo a los oficialismos que predomina en América Latina sino también muchas incertidumbres.
En Argentina, esas dudas se centran en vislumbrar quién gobernará realmente y qué medidas se tomarán contra la crisis. Llega al poder Alberto Fernández pero gran parte de los votos son prestados y pertenecen realmente a su vicepresidenta (Cristina Kirchner), verdadera líder del kirchnerismo. La expresidenta cuenta con el apoyo de la mayoría de los diputados y los movimientos sociales y hasta el gobernador más importante del país, el recién electo Axel Kicillof en Buenos Aires. Su primer objetivo, en gran parte logrado, era blindarse ante posibles juicios por los escándalos que le persiguen. Ahora empezará a asumir un papel más protagónico pues su silencio durante la campaña se ha debido a una estrategia, finalmente muy exitosa: pasar a un segundo plano para que los odios que despierta, incluso entre los peronistas no kirchneristas, no reverdecieran y un candidato más centrado atrajera no sólo al kirchnerismo sino a votantes peronistas antikirchneristas e incluso a votantes de centro.
El futuro presidente tendrá margen de acción, al menos en el arranque de su gestión, pues está respaldado por los sindicatos y los gobernadores. Asimismo cuenta con un Legislativo donde el peronismo es primera minoría y podría junto con otros aliados formar un heterogéneo bloque oficialista. Se desconoce el plan económico que impulsará para sacar al país de la crisis (todo apunta a que negociará con el FMI y que buscará un acuerdo social para contener la inflación). Pero si esta bala de plata fracasa, el país puede verse abocado a tensiones sociales como las que se han visto en Chile y Ecuador.
¿Cómo será un gobierno del peronista Alberto Fernández en Argentina?
Como apunta Andrés Malamud en el diario La Razón: “A Alberto Fernández, un hombre sin temor a la ira, lo espera un desafío mayor. Hereda ‘tierra arrasada’, dijo Kicillof con reminiscencias menemistas. A la crisis económica casera se suma un mundo turbulento y la necesidad de construir su propia base de poder. Como él mismo adelantó, gobernará con los caciques provinciales, a quienes puede acusarse de cualquier cosa menos de salir baratos. La calle tampoco le será leve: un tercio de los argentinos es pobre, y tres tercios son impacientes. Sin recursos fiscales, la paz social estará comprometida. Desde 1983, la grieta entre peronistas y no peronistas es ignífuga; la que separa a los incluidos de los excluidos, en cambio, es combustible. El agravamiento de la crisis económica podría encontrar ejemplos en Quito o Santiago de Chile”.
Alberto Fernández va a tener que hacer verdaderos equilibrios para no asustar a los mercados y, a la vez, no perder el respaldo de los grupos más radicales; poner en marcha un ajuste pero que este sea gradual y rinda frutos rápido, antes de que el deterioro económico se profundice y esa estrategia se vuelva ineficiente.
Carlos Pagni subraya en La Nación que “el electorado resolvió ayer garantizar una virtud estratégica del sistema político. El equilibrio de poder. Alberto Fernández y Cristina Kirchner reconquistaron la conducción del Estado. Pero no podrán fantasear con una nueva hegemonía. Aunque Mauricio Macri no consiguió la reelección, Juntos por el Cambio logró recuperarse hasta quedar frente a un horizonte muy competitivo. El nuevo mapa es un enorme desafío para Fernández, el nuevo presidente. Sobre todo porque dentro de ese marco deberá operar sobre una economía turbulenta. Un contraste llamativo con la experiencia que protagonizó en 2003, cuando Néstor Kirchner emergió del vientre del duhaldismo, que le dejó la herencia de un orden material recuperado”.
En cuanto al actual oficialismo y futura oposición todo apunta a que Macri, pese a su “digna” derrota difícilmente se mantendrá como líder de ese sector. Emerge sobre todo el liderazgo de Horacio Rodríguez Larreta, reelecto como jefe de gobierno en la ciudad de Buenos Aires por más del 50% y que se perfila como el hombre llamado a ser el referente antikirchnerista y potencial presidenciable dentro de cuatro años.
En Uruguay, la incertidumbre pasa no sólo por saber si Lacalle Pou logrará ganar en segunda vuelta, unificando los votos de blancos, colorados y “derecha dura”, sino cómo gobernará con un Legislativo dividido y fragmentado en el que la primera minoría será el Frente Amplio y donde si es electo deberá buscar apoyos entre fuerzas muy disímiles. Lacalle Pou tendrá que conciliar entre el centro que encarna el coloradismo, el centroderecha de los blancos y la derecha extrema de Cabildo Abierto.