Zenaida Amador (ALN).- El mayor general de la Guardia Nacional, Manuel Quevedo, llegó a la presidencia de Petróleos de Venezuela en una circunstancia muy particular. Estaba por terminar 2017, bajo el peso muerto de los desmanes económicos de los primeros años del gobierno de Nicolás Maduro, más las secuelas profundas dejadas por el sobreendeudamiento y la politización de PDVSA promovidos por Hugo Chávez hasta su muerte en 2013. Fue precisamente su llegada la que le dio la estocada final a la maltrecha PDVSA, donde el propio Chávez combatió por todas las vías la meritocracia.
En Manuel Quevedo se hacía patente el precio que pagaba Nicolás Maduro para sostenerse en el poder, entregando cuotas significativas de la economía al alto mando militar, marcando así la caída al abismo de la industria petrolera venezolana, que por décadas fue una referencia internacional.
“Llenaron a la empresa de militares, Guardias Nacionales, personas sin experiencia, policías, funcionarios de la Alcaldía de Caracas, todo tipo de oportunistas. Con un profundo desconocimiento y desprecio por la empresa, se dedicaron a demoler todos los procesos, procedimientos, operacionales, financieros y gerenciales”
Escrito por Rafael Ramírez, exZar de PDVSA
La primera declaración formal de Quevedo la ofreció en enero de 2018, cuando habló de sus pasos iniciales en PDVSA y de sus logros para elevar la producción. “Los 1,5 millones de barriles diarios (de producción) quedaron atrás. Ya nosotros estamos cercanos a 1,9 millones de barriles de petróleo al día”. Así lo afirmó aun cuando las cifras de la OPEP daban cuenta de que el bombeo estaba en 1,6 millones de barriles diarios y todo apuntaba a que el declive se profundizaría, debido principalmente a los años de desinversión en el sector.
Pero fue más allá. Quevedo, quien es una ficha directa de Diosdado Cabello, prometió que 2018 sería el año de la recuperación y que la producción remontaría a 2,5 millones de barriles por día, algo que no ocurrió entonces ni ahora. Firmas como S&P Global Platts ubican la producción petrolera actual de Venezuela en 600.000 barriles por día, pero Quevedo sigue afirmando que hay una recuperación y que en 2020 el bombeo llegará a dos millones de barriles diarios.
A lo largo de este camino, cuando los hechos han puesto en evidencia que sus proyecciones no pasan de ser un ejercicio imaginario, el mayor general optó -como casi todos los funcionarios del chavismo -por trasladar la responsabilidad de sus fracasos a otros, especialmente al fantasma de los ataques imperialistas y al sabotaje. Tampoco en eso ha tenido éxito.
Algo de barniz
Su más reciente declaración en esta línea la hizo esta semana para justificar el accidente en el que se vio involucrada una gandola que transportaba gas. Según Quevedo, el vehículo -que al volcar paralizó más de seis horas el acceso a Caracas desde el estado Vargas– fue objeto de “un vil acto de sabotaje”. Aseguró que le cortaron los frenos “con la intención de causar daños a la ciudadanía, al pueblo inocente. Una vez más pareciera que el plan terrorista de la ultraderecha está detrás de tan cobarde ataque”.
Sin embargo, no mostró evidencias, ni señaló a responsables directos. Una vez superado el suceso los señalamientos pasaron al anecdotario de PDVSA y nada más.
Con esta actitud omitió que desde 2012 vienen creciendo las denuncias sobre las condiciones operativas de la flota de distribución de PDVSA, especialmente por la compra de gandolas chinas que no cumplían con los estándares que la industria requería y para las que luego no había repuestos.
En los últimos años este deterioro ha aumentado. En algún momento se contabilizó la flota de gandolas de la petrolera en más de 2.000, pero en 2017 la Empresa Nacional de Transporte de Combustible de PDVSA (ENT) decía tener sólo 1.700 unidades operativas, y cuando se agudizó la crisis de la escasez de gasolina en el primer cuatrimestre de este año ya se hablaba de que sólo 60% de la flota se mantenía activa.
El imperio
En cuanto a la escasez de gasolina que enfrenta el país de las mayores reservas petroleras del mundo el argumento de Quevedo es que todo se debe a las sanciones internacionales impuestas por Estados Unidos. “Bajo las sanciones, bajo todas las dificultades, vamos a estar con nuestro pueblo, para garantizarle a usted que tenga el combustible”, llegó a decir en mayo pasado mientras anunciaba un plan de recuperación de la refinación nacional para elevar la producción de combustibles y enfrentar las agresiones internacionales.
Ese plan se sumó a la lista de sus anuncios que no se concretan y las garantías de combustible se limitaron a un sistema de racionamiento selectivo, privilegiando a la zona central del país, en especial a Caracas, donde suele haber relativa normalidad en el suministro. Pero en el resto del territorio hay ventas controladas, esquemas de despacho de una vez a la semana o peor, como ocurre actualmente en estados fronterizos, donde los usuarios pueden pasar más de cinco días en cola a la espera de surtir los vehículos.
Las refinerías de Venezuela tienen la capacidad de producir 1,2 millones de barriles diarios, pero procesan alrededor de 80.000 barriles debido a fallas operativas por falta de mantenimiento y de repuestos, o por los cortes de electricidad.
Purga interna
En 2017, cuando recién asumió el cargo, Quevedo afirmó que dentro de PDVSA había un “paro silencioso” que era “promovido por la derecha” y que con su gestión se haría frente a esto. De hecho, la presidencia de Quevedo se tradujo de inmediato en una purga interna en Petróleos de Venezuela.
“Los números son inocultables, los efectos también: entre el 2014 y 2019 la producción de petróleo ha caído desde los 3 millones de barriles día a solo 700 mil barriles día según el último informe de la OPEP de mayo de este año. Se han perdido más de 2 millones de barriles día de producción, que, a precios actuales del mercado, significan una pérdida de 117 millones de dólares cada día, es decir más de 40 mil millones de dólares al año. Solo por la incompetencia del madurismo al frente de PDVSA”
Escrito por Rafael Ramírez, exZar de PDVSA
Eulogio del Pino, quien fue presidente de PDVSA, terminó preso y señalado de corrupción. Otro expresidente, Nelson Martínez, señalado también de corrupción, murió estando en prisión. Otros tantos gerentes han sido desincorporados y señalados de formar parte de redes que atentan contra la industria como parte de una lista que no deja de crecer. La más reciente detención fue la de Rosa Mota, presidenta de PDVSA Gas. La información no abunda sobre estos casos, que suelen ventilarse públicamente sólo si las circunstancias políticas son convenientes para el régimen de Maduro y luego permanecen en el silencio.
Líderes sindicales también han sufrido persecución y muchos trabajadores han optado por dejar la industria no sólo por el clima interno, donde se impuso una nómina paralela con militantes del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) como ha denunciado la Federación Única de Trabajadores Petroleros de Venezuela (FUTPV), sino por la precarización de los salarios y el deterioro generalizado de los beneficios.
Las denuncias internas indican que Quevedo colocó en algunos puestos técnicos de la industria a funcionarios militares, principalmente de la Guardia Nacional, pero eso no ni ha mejorado los procesos ni ha frenado los manejos dolosos. Lo cierto es que, a casi dos años de timonear la principal industria del país, Quevedo tiene un saldo “rojo” en su gestión y por más que intenta maquillarlo los hechos hablan por sí solos.