Pedro Benítez (ALN).- Aunque al momento de escribir esta nota no conocemos estudios de opinión pública realizados luego de la primaria opositora del pasado 22 de octubre, podemos afirmar que, hoy en Venezuela, el cuadro político es el siguiente: María Corina Machado tiene los votos, pero carece de poder político. Cuenta con el apoyo popular mayoritario que le permitiría ganar por un margen abrumador la elección presidencial de 2024 (incluso en las actuales condiciones electorales).
Por el contrario, Nicolás Maduro tiene el poder político (respaldo militar y control policial incluidos) pero ni posee los votos para reelegirse en 2024 (aun con las actuales condiciones electorales), ni cuenta con el aprecio mayoritario de los venezolanos (para decirlo de manera suave y amable).
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Cada uno tiene lo que al otro le falta.
María Corina es, inclusive desde antes de que se efectuará la primaria, la líder del país que anhela (por razones suficientemente conocidas) el cambio. Es su propia jefa; detrás de si no tiene a otro dirigente que le haga sombra ni responde a partido o grupo alguno. Es con ella con la que hay que hablar; tiene la última palabra en el campo democrático.
Al otro extremo de la talanquera Maduro es el jefe indiscutido del grupo que tiene el control territorial del país. El que decide allá es él. En la reunión efectuada el 5 de marzo de 2022 en Miraflores, los enviados de Joe Biden, Juan González y James Story, no fueron a hablar con el general Padrino López o con Diosdado Cabello; se sentaron con el que manda.
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Sin embargo, cada uno tiene (y va a tener) sus propios problemas. Ninguno tiene el poder absoluto en su respectivo sector.
Hasta hace un año María Corina había sido un factor marginal dentro de la política venezolana, con las desventajas y libertades correspondientes. Ahora tiene en sus manos el control de mandos. Mucha gente la sigue, y la seguirá, de manera leal e incondicional. Otros, en particular en el mundo político, dejando de lado sus aprehensiones y diferencias del pasado, le han dado su apoyo desde la noche del 22 de octubre porque son gente honorable que cumple con la palabra empeñada desde que se decidió organizar esa consulta ciudadana. Pero no faltan aquellos que entre sus virtudes no se encuentra la honorabilidad, pero que se han subido al carro de la vencedora.
La situación de Maduro
En ese sentido la situación de Maduro es muy distinta. Durante una década ha manejado con habilidad y suerte (las dos son indispensables) a las diferentes facciones e intereses de esa estructura de poder (político y económico) que denominamos chavismo. En palabras de algunos diputados del PSUV, llegó a la Presidencia sin ser el jefe de nadie y terminó mandando a todos. Desde el 2013 viene moviendo piezas y purgando sucesivamente rivales internos, así como desmontando conspiraciones reales o imaginarias. El almirante Diego Molero, Rafael Ramírez, Miguel Rodríguez Torres … Tareck El Aissami es el más reciente de esa lista.
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Maduro es perfectamente consciente que hay mucha gente en el chavismo que no lo quiere y lo esperan en la bajadita. Ellos saben que él sabe. Sus peores enemigos no se encuentran en la oposición, los tiene dentro del régimen. Ese es el juego.
Al recuento anterior agreguemos dos datos adicionales: a Maduro siempre se le ha subestimado, esa ha sido su ventaja crucial. A María Corina también la vienen subestimando; allí tenemos los resultados preliminares.
Esos son los hechos. El duelo de poder entre los dos comenzó antes del 22 de octubre.
Subestimar el liderazgo de María Corina
Llevado por sus prejuicios, en el Gobierno (y también muchos en la oposición) pensaron que el liderazgo de María Corina nunca podría “subir cerros”. Hoy sabemos que un porcentaje nada despreciable de sus votantes y seguidores lo fueron de Hugo Chávez. Venezolanos que no llegaron de Marte porque antes ellos, o sus padres, fueron adecos y copeyanos. Las identidades políticas pueden permanecer sólidas por mucho tiempo, pero no son inconmovibles. Los herederos del chavismo han hecho todo lo que ha estado en sus manos a fin de destruir ese capital.
Cualquier observador medianamente objetivo al ver las concentraciones que ella consiguió durante su precampaña en el eje llanero, antiguo bastión del chavismo, y se tomara la molestia de cruzar ese dato con los resultados de las elecciones regionales de diciembre 2021, tiene que concluir que algo muy importante viene ocurriendo en la Venezuela profunda; la más golpeada por el hambre, los apagones, la falta de gasolina y la emigración.
También se calculó que María Corina seguiría siendo un factor de discordia dentro de las filas opositoras, y no de unidad y coordinación. Eso caía como anillo al dedo dentro del plan maestro de Maduro. Por eso la dejaron correr. Y asimismo creyeron que pasaría con la primaria.
De modo que, a las primeras de cambio, María Corina va ganando la partida. No obstante, Maduro es un hueso muy duro de roer. Él cree que puede revertir todo eso.
Dinero en camino
Sabía que dejar hacer la primaria implicaba un riesgo, pero decidió correrlo porque sus opciones también son limitadas. Necesita una elección presidencial para legitimarse puertas adentro del chavismo y que, al mismo tiempo, ese sea un proceso reconocido por la comunidad democrática internacional. Volver al escenario 2018 implicaría perder el apoyo de Lula Da Silva en Brasil y de Pedro Sánchez en España.
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El chavismo no llegó al poder por haber derrocado en una épica revolución a un dictador. Maduro no es Daniel Ortega, ni el Psuv es el Frente Sandinista.
Además, como China e Irán no están dispuestos a hacer más por él de lo que han hecho hasta ahora, no se puede dar el lujo de despreciar la oferta que viene de Estados Unidos. Pueden ser más de tres mil millones de dólares en exportaciones de petróleo venezolano por los próximos doce meses a las refinerías norteamericanas, sin el 30% descuento obligado por el mercado asiático, sin intermediarios especialistas en evadir sanciones que se queden con su tajada (o con la factura completa) y a full precio internacional con dos guerras en desarrollo.
Si el chavismo no se hubiera dedicado a destruir estúpidamente la industria petrolera venezolana, su situación sería otra. Pero no es el caso.
María Corina y las paradojas de la política
En ese sentido no se puede subestimar la denominada “conferencia por la paz, diálogo y la convivencia”, efectuada en un conocido hotel de Caracas, con la presencia de representantes empresariales, el rector de la UCV y algunos partidos políticos no chavistas. Maduro intenta construir un ecosistema que sea presentable al resto del mundo, con él como el garante de la estabilidad en medio de un mundo convulso. Mientras tanto, apuesta a que la flamante líder opositora siga el destino Henrique Capriles y Juan Guaidó; dejar sea ella la que se desgaste progresivamente en el tiempo.
María Corina promete el cambio. Maduro lo viene cambiando todo (a su manera) para que todo quede igual.
No se viene un choque de trenes. Veremos un juego del gato y el ratón.
Bien podría ocurrir lo que hoy suena inconcebible: que las dos partes se vean obligadas a transar mutuamente. Después de todo, la política y la historia están repletas de ese tipo de paradojas.