(EFE).- Las condiciones de salud de algunos de los más de 400 inmigrantes sin papeles que siguen desde el 23 de mayo una huelga de hambre en Bélgica han empeorado, sin que las autoridades del país hayan dado de momento esperanzas al colectivo, que pretende continuar con su protesta, explicaron este viernes a Efe dos de los participantes en la acción.
«Actualmente el estado físico de los huelguistas está en caída libre, los participantes han perdido entre cinco, diez y quince kilos. Tienen problemas de bajada de tensión, incluso ha habido algún caso de crisis cardíaca», explicó a Efe Tarik, portavoz de los migrantes que se encuentran en la iglesia de San Juan Bautista, en pleno centro de Bruselas.
Añadió que también ha habido varios casos de depresión y dos intentos de suicidio en los últimos días.
Lo que piden los inmigrantes confinados desde enero en esa iglesia, así como en los refectorios de la Universidad Libre de Bruselas (ULB) y la Universidad Libre de Bruselas (VUB), son unos criterios básicos de regularización que tengan en cuenta el tiempo que llevan en el país y su arraigo.
«Queremos criterios claros y permanentes y una comisión independiente sobre regularización. Como lo que hay en España, allí existe el arraigo social», añadió Tarik, que llegó a Bélgica en 2013 desde Marruecos.
PIDEN REGULARIZACIÓN
En la céntrica iglesia hay 257 hombres, mujeres y niños desde el pasado 30 de enero, procedentes de Marruecos, Argelia, Pakistán, Nepal, Túnez y otros países.
Pese a llevar «cinco, diez, quince, veinte años» y de que hay niños nacidos y escolarizados en Bélgica, no tienen la posibilidad de regularizar su situación.
«La mayoría de los sin papeles somos trabajadores que trabajan 15 horas al día por 30 euros, estamos explotados», denunció, y subrayó que lo que quiere el colectivo es «una regularización para trabajar legalmente, como los ciudadanos belgas».
Explicó que el secretario de Migración y Asilo belga, Sammy Mehdi, con quien mantuvieron un encuentro recientemente, no les ha dado esperanzas.
No obstante, los inmigrantes no piensan de momento en abandonar la lucha.
«Es la única solución que nos queda», explicó Tarik, que aseguró que las protestas seguirán hasta que el colectivo encuentre «dignidad».
Por su parte Mehdi, de 29 años, señaló a Efe que lleva once años en Bélgica, y en ese tiempo ha trabajado en la restauración, como carpintero, en tareas de limpieza y en otros empleos.
Indicó que ha perdido cerca de diez kilos desde que se sumó a la protesta, a la que recurrió después de que no hayan dado resultado las «muchas acciones y manifestaciones» que han llevado a cabo, según dijo.
«No buscamos el sueño americano, sino poder trabajar y contribuir legalmente. Ahora contribuimos a la economía pero de forma invisible», añadió.
Mehdi no se plantea ir a otro país en caso de que sus peticiones no sean aceptadas.
«Hemos fundado un círculo de amigos, familiar y profesional. No es fácil abandonarlo. Yo me siento un ciudadano belga, he crecido aquí, tenía 17 años cuando llegué ahora 29″, puntualizó.
SE COSEN LOS LABIOS
Pese a la dureza de esta última acción, en la que cuatro de los huelguistas se han cosido los labios para protestar contra el silencio administrativo, las autoridades belgas no parecen dispuestas a hacer excepciones a las normas que se aplican a la migración irregular.
«No importa cuán dramática sea una huelga de hambre, no puede determinar la política de una coalición, lo que lo determina es el acuerdo de Gobierno y este no prevé ninguna posibilidad de regularización colectiva», dijo De Croo en una comparecencia este jueves en el Parlamento belga.
«Los huelguistas de hambre no tienen derecho a quedarse. La mayoría de ellos recibió la orden de abandonar el territorio hace años. No lo hicieron, se quedaron aquí durante años trabajando en negro y ahora exigen papeles», dijo Mahdi en su cuenta de Twitter.
El dirigente, miembro del partido político Cristiano Demócrata y Flamenco (CD&V) e hijo de un refugiado iraquí, inquirió que «la excepción no debe convertirse en la regla» y aseguró que «no habrá regularización colectiva».
Entre 100.000 y 150.000 personas están actualmente indocumentadas en Bélgica, según datos manejados por los sindicatos.