Redacción (ALN).- El dirigente político Franklin Piccone rechaza, en su último artículo de opinión, los llamados a la abstención en las elecciones del venidero 27 de abril que hiciera el sector de la oposición de Venezuela que respalda a la líder María Corina Machado.
“El chantaje del extremismo político que llama a no votar enmascara de nuevo su fracaso. Son los mismos sectores conservadores que han dinamitado por 25 años, con la imposición de salidas aventureras, las grandes posibilidades”, dice Piccone en su texto.
Lea a continuación el artículo íntegro:
El movimiento democrático del país, luego de forcejear bajo la sombra autoritaria por más de 30 años, en 1941, logra lanzar la candidatura simbólica de Rómulo Gallegos, simbólica puesto que la campaña estaba perdida antes de empezar. Eleazar López Contreras ya había escogido por anticipado a su ministro de Guerra y Marina, general Isaías Medina Angarita, como su sucesor. A pesar de las escasas concentraciones públicas toleradas por el régimen autoritario, la figura de Gallegos y su programa de acción administrativa gozaron de una gran receptividad. Aun así, el 28 de abril de ese año, los congresistas, gracias a un rígido mecanismo de control, elegían con 130 votos a favor y 13 en contra al candidato impuesto desde Miraflores.
Ese activismo político de resistencia, que conocía la clandestinidad y la represión feroz, las libertades públicas limitadas y la ilegalización de las organizaciones políticas, entendía con meridiana claridad la importancia de la participación. Sentenciaba Rómulo Betancourt (1985, p. 117): “utilizando toda rendija abierta hacia la actividad pública consentida por el régimen. Los procesos electorales -amañados y fraudulentos- siempre nos encontraron utilizándolos para orientar y galvanizar el espíritu público”. “En los respiraderos de la legalidad de la que disponíamos” (ob. cit., p. 152), afirma, arremetían contra el sistema dictatorial de aquel entonces. La participación electoral era –y aún lo es- una expresión de la lucha política y, por tanto, nada despreciable en la contienda por el poder. Su valor en política está más allá de cualquier resultado.
Venezuela sufre hoy una crisis de participación política, luego de los resultados presidenciales anunciados el pasado 28 de julio del 2024 por el CNE. ¿Cuáles son las causas? La primera de ellas, el desconocimiento de los resultados. Aún hoy, no se sabe nada de las votaciones ni por mesa ni por centro; mucho menos por municipio o estado. La segunda causa, es la percepción de que la eventual participación de la oposición en las elecciones pautadas para este 2025 “legitimaría y avalaría” el secuestro de la voluntad mayoritaria del pueblo. La última, como fantasma que roe la ciudadanía, el sentimiento de derrota debido al escamoteo de la soberanía popular y las expectativas irresponsablemente creadas el 10 de enero. Esa esperanza y esa acumulación de fuerza parece haberse disipado “hasta el final”, pero no es así.
La paradoja en esta crisis es que, si la población decide abandonar y claudicar, es la que verdaderamente estaría legitimando lo sucedido. Esa fuerza conquistada con esa férrea voluntad de cambio si se mantiene, crece y se canaliza puede -y no por la vía violenta- hacer implosionar la hegemonía autoritaria, resquebrajando algunos de los andamios que la sostienen cuando menos lo prediga. La manera más expedita que tiene el activismo político en estos momentos para expresarse son los comicios, no hay ni otros escenarios ni otras maneras. El letargo y la inacción no obliga a un gobierno que se sabe impopular a deslegitimarse aún más.
La abstención no hace sino favorecer a quienes hoy ostentan el poder, porque desmoviliza la calle y la vacía de contenido, y por esta vía, les facilita su anquilosamiento. Aquella nos manda directamente al tártaro y abandona a su suerte a los presos políticos. Todo lo contrario, la ciudadanía para demostrar que ganó -ya no con actas- tiene que hacerlo con presencia, con alarde multitudinario, que logre desmoralizar al despotismo. La ruta electoral, tal vez y seguramente menos épica, políticamente sigue siendo más potable. El voto no es garantía de cambio, es un mecanismo de lucha, de expresión política que no puede ni debe desperdiciarse.
La dirigencia política no puede por un ánimo de frustración en la población, aminorar la lucha por la reconquista de la democracia. Únicamente los eunucos políticos desprecian el valor de la propaganda y de las concentraciones políticas ante un gobierno ya desnudado en toda su naturaleza. Lo reconocen así, los movimientos antigubernamentales en los regímenes, cuyo sistema político unipartidista, tacha de conspiración cualquier acto antagónicamente ideológico.
El chantaje del extremismo político que llama a no votar enmascara de nuevo su fracaso. Son los mismos sectores conservadores que han dinamitado por 25 años, con la imposición de salidas aventureras, las grandes posibilidades. Renunciar a la oposición política, al contrapeso programático, a la discusión pública, a la construcción de un programa viable que les hable a los venezolanos de sus más sentidas necesidades y aspiraciones, es reducirse a una parte residual del sistema. Quizá sea esta una coyuntura para una nueva unidad entre quienes adversan con sentido de la realidad al gobierno. Un bloque de centro izquierda puede evitar el viraje de una derecha que confunde ambición de poder con voluntad de poder: “Deseos no preñan”, advierte el refranero popular. La sensatez parece indicar la continuidad de la cruzada cívica “en los respiraderos de la legalidad”.
Por Frankin Piccone.
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