Ysrrael Camero (ALN).- Hasta ayer tres de cada 10 votantes se encontraban indecisos ante las elecciones generales del 10 de noviembre, por lo que la realización del debate entre los líderes de las cinco principales organizaciones se convirtió en un hecho políticamente significativo. Muchos elementos fueron útiles para que los electores cargados de dudas pudieran escoger una opción satisfactoria.
Con el fin del bipartidismo se incrementó la volatilidad en el electorado español. Se acabó la tradicional lealtad partidista, a pesar de que sigue existiendo un sentido de pertenencia ideológico. Esto implica que cada vez más muchos españoles tardan en tomar una decisión electoral.
8,6 millones de espectadores vieron el debate este lunes.
El 52,7% de la cuota de pantalla.
En las elecciones del 28 de abril siete de cada 10 indecisos definieron el voto tras el debate, según el CIS.
Agrega el CIS que para las elecciones del 10 de noviembre hay 32,5% de indecisos.
Hasta ayer tres de cada 10 votantes se encontraban indecisos ante las elecciones generales del 10 de noviembre, por lo que la realización del debate entre los líderes de las cinco principales organizaciones se convirtió en un hecho políticamente significativo. Muchos elementos fueron útiles para que los electores cargados de dudas pudieran escoger una opción satisfactoria.
No era un debate dirigido a los militantes ni a los convencidos, los mensajes estaban destinados a convencer a quienes no habían tomado su decisión. Por esa razón fueron tan recurrentes los enfrentamientos entre Albert Rivera y Pablo Casado, así como la manera en que ambos se diferenciaban de Santiago Abascal, mientras que el líder de Vox se proyectaba como el único defensor de la España occidental, soberana y unida contra el “multiculturalismo progre” que pretendía disolverla.
Pedro Sánchez
Por esa misma razón Pedro Sánchez mostró sus diferencias con Pablo Iglesias, defendiendo una perspectiva amable del empresariado español y una política firme frente a Cataluña.
Cada uno de los contendores llegaba al debate con actitudes distintas. A pesar de que la personalidad política de Pedro Sánchez ha mostrado disposición al riesgo, como un apostador nato, los últimos resultados de las encuestas deben haberlo preocupado. Convocó a estas elecciones para incrementar su presencia en el Congreso y poder gobernar con holgura. Salvo el CIS las encuestadoras señalan que el PSOE puede pasar de los 123 diputados actuales a 118 escaños en las generales del próximo domingo.
Durante el debate insistió en mostrarse como un estadista que estaba en ejercicio efectivo del poder. En cada bloque anunciaba decisiones de Estado, nombrando una vicepresidenta económica o creando un nuevo ministerio para enfrentar la despoblación. Por momentos parecía arrinconado en el tema catalán, que concebía como una crisis de convivencia, apelando al diálogo político en el marco de la Constitución, pero se negó a recibir la ayuda que le presentaba Iglesias para salir del atolladero.
Pablo Iglesias
Pablo Iglesias debió llegar nervioso porque las encuestas señalan que puede descender de 42 a 33 escaños. Necesitaba movilizar a los votantes de izquierda hacia Unidas Podemos, evitando que la frustración ante la incapacidad de formar gobierno los lleve a la abstención, que el pragmatismo los lleve a votar por los socialistas o que el hartazgo los conduzca al redil de Íñigo Errejón y Más País.
Pablo Iglesias hizo uso de la Constitución española para mostrar también su plataforma de propuestas más identificadas con la izquierda, la creación de una banca pública, de una empresa pública de energía para garantizar la transición ecológica, el control sobre los alquileres y el fortalecimiento de la proporcionalidad fiscal.
Tenía Iglesias demasiados frentes abiertos, pero ratificó su imagen de defensor de la constitucionalidad española en materia social y económica. Quizás evitó un deslave mayor de sus votantes, pero no tuvo capacidad para diferenciarse, por lo que tampoco recuperó electores indecisos.
Pablo Casado
Pablo Casado debió llegar relativamente tranquilo, porque las encuestas lo acercan al centenar de diputados. El Partido Popular ha recuperado su lugar entre el electorado conservador. Sin embargo, sólo una nube oscurece el amanecer de los populares. El crecimiento de Vox se está comiendo parte de su electorado por el flanco derecho, y eso se vio en el debate.
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Casado hizo bien en mostrarse como la única opción real para desplazar a Pedro Sánchez y al PSOE de La Moncloa, enfatizando en la eficiencia del PP para crear empleo y dar seguridad económica frente a la potencial crisis que parece avecinarse. Aunque coincidió con Abascal y Vox en el nacionalismo español frente a los nacionalismos periféricos, fue recurrente en su defensa de las políticas contra la violencia de género y contra el cambio climático para diferenciarse, mostrándose nuevamente como centrado, moderado y moderno.
En varios momentos Pablo Casado y Albert Rivera chocaron en el debate. Albert Rivera se juega su liderazgo y la supervivencia de su misma organización, Ciudadanos se está despedazando, y puede pasar de 57 a 15 diputados. La transferencia de votos muestra que escasamente conservarán menos de la mitad de sus apoyos de abril. La mayoría de los que apostaron por Ciudadanos en noviembre retornarán al Partido Popular o se radicalizarán hacia Vox.
Albert Rivera
Intentó Albert Rivera retomar su viejo discurso de regeneración democrática, poniendo en un solo bloque al PP y al PSOE como los partidos tradicionales, identificándolos con la corrupción y las concesiones a los nacionalismos periféricos. En su crítica al Estado de las Autonomías, defendiendo una recentralización de competencias y una mayor uniformidad de políticas, coincidió en varias ocasiones con Vox, pero defendió en materia económica una perspectiva más liberal, proclive al libre comercio y a la globalización, que lo diferenció de Abascal.
Santiago Abascal
Santiago Abascal es quien llegó con un mayor dominio del escenario y de su discurso populista de ruptura. Vox ha sido el gran beneficiado con la deriva del independentismo catalán, porque saliendo del nicho de la ultraderecha, puede llegar a los 50 diputados.
Discursivamente, Santiago Abascal redefinió, al más claro estilo populista, el campo de juego de la confrontación del próximo domingo. Con una postura maniquea mostró a Vox como la organización defensora de Occidente frente al globalismo “progre” y de la España soberana y unida frente a la dispersión de las autonomías y los regionalismos. Hizo propuestas rupturistas destinadas a consolidarse dentro de su electorado conservador, vinculando migración con delincuencia y presentando en términos dilemáticos la conservación de las pensiones frente a la preservación del Estado de las Autonomías que concibe como disolvente para la nación española.
Para Abascal sólo se pueden conservar las pensiones si se eliminan las Autonomías y se centralizan las competencias que se vienen entregando desde 1978. Aprovechó, modestamente, el primer tema del debate, la cohesión de España, para entrar de lleno en el tema catalán.
Atacó por igual al PP y el PSOE como corresponsables de disolver a la nación y de complicidad con los “traidores” frente a los “leales”. Cargó contra la migración, acusándola de recibir los beneficios sociales que “sólo deberían ser” para los españoles. Populismo de cartilla, es tan sencillo que puede ser muy efectivo.
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A pesar de que Casado y Rivera usaron temas para distanciarse de Vox no fueron tajantes al enfrentar a Abascal, ni siquiera en su pretensión de ilegalizar partidos políticos y eliminar competencias autonómicas.
Esta actitud fue duramente criticada por Sánchez, quien hizo ver cómo Vox podía llegar a arrastrar al resto de la derecha a su marco para concebir los problemas. Acusó al PP y a Ciudadanos de ser una “derecha cobarde”, usando el apelativo de Abascal, frente a una ultraderecha agresiva, la de Vox. De esta manera diferenció al bloque conservador español de la derecha europea, reacia a pactar con los ultras.
Pedro Sánchez presentó al PSOE como el partido que puede combinar efectivamente cohesión territorial, mirando a Cataluña, con cohesión social, mirando a una política social inclusiva, aspecto donde es fuerte su posicionamiento, pero lo comparte con Unidas Podemos.
Varios temas fueron recurrentes. Cataluña ocupó la mitad del debate, y salía a relucir en cada bloque, usándose como arma arrojadiza contra Sánchez por Rivera, Abascal y Casado. Los tres conservadores alertaron respecto a la necesidad de garantizar la realización de las elecciones generales en Cataluña, dado que algunos sectores radicales han anunciado un sabotaje. Vinculado a esto el espinoso tema de la plurinacionalidad, España es una nación de naciones o de nacionalidades, como dice la misma Constitución.
Venezuela salió a relucir tanto en lo que se refiere a la política internacional de España, mencionando Casado la amenaza del gobierno de EEUU de sancionar a España por, supuestamente, dar facilidades financieras a capitales vinculados a Nicolás Maduro. Y citando Rivera el viaje de los reyes a La Habana.
Pedro Sánchez se fortaleció un poco, cuidando su imagen de estadista, y proyectando la sombra de Vox sobre el PP y Ciudadanos. Pablo Iglesias ganó, nuevamente, mostrándose moderado, pero no logró diferenciarse claramente del PSOE, porque eso le haría perder el centro. Pablo Casado fue otro claro ganador, al dejar establecido que sólo el Partido Popular es opción de gobierno distinta al PSOE. La caída de Rivera y de Ciudadanos no se detendrá por su intervención en este debate.
A efectos prácticos es probable que haya sido Santiago Abascal quien más rédito político saque de este debate, por haber presentado, no sólo sus ideas sino el marco discursivo para pensarlas, de manera más clara. Lo que es particularmente preocupante porque mostró con claridad que sus posturas se acercan al universo reaccionario de Donald Trump, Marine Le Pen, Mateo Salvini, Viktor Orbán y del desastre del Brexit. La naturalización de su opción política, su blanqueamiento, fue sólo el prólogo. Si pasa de 50 diputados puede arrastrar un cambio en la política del bloque conservador hacia posturas restrictivas que podrían vulnerar derechos fundamentales.