Leopoldo Martínez Nucete (ALN).- La lucha de las elecciones de mitad de período en EEUU va llegando a su final, y en el último tramo los campos de batalla más importantes incluyen a Florida y Texas, ámbitos de fuerte sabor hispano.
Las elecciones de mitad de período en Estados Unidos entran en la recta final. En Florida están planteadas varias cosas. En este estado tan importante para el camino a la Presidencia (por cierto, de comportamiento electoral pendular), el demócrata Andrew Gillum, actual alcalde de Tallahassee, ha consolidado una posición muy peleada, pero ganadora, frente al congresista republicano Ron DeSantis, quien se presentó al electorado como un simple “alfil” de Donald Trump y asumiendo su retórica xenófoba.
Gillum, por su parte, ha energizado a los jóvenes, a los afroamericanos y a los latinos. Entre estos últimos, mediante una fuerte conexión emocional y política con los puertorriqueños, quienes hoy día constituyen una fuerza electoral de más de un millón de votos en el corredor central del estado (Orlando-Tampa) y pueden, por tanto, decidir elecciones. Los republicanos han tratado de quebrar la corriente de simpatía de Gillum con el elector hispano en Miami apelando a una maniobra engañosa: presentarlo como un hombre de izquierda. Trump y DeSantis han llegado a afirmar que es un socialista, y que convertiría a Florida en Venezuela… El candidato DeSantis fue más lejos, llamó a su oponente “mono”, con abierta entonación racista.
En Florida el demócrata Andrew Gillum, actual alcalde de Tallahassee, ha consolidado una posición muy peleada, pero ganadora, frente al congresista republicano Ron DeSantis
La maniobra republicana es desesperada en su apelación al voto de comunidades como la cubana, la venezolana y la nicaragüense del sudeste de la Florida. Pero no parecen haber tenido mucho éxito, puesto que la gente no se ha creído esa hipérbole que busca asimilar al régimen venezolano con una persona como Gillum, cuya vida, como ha contado en reciente artículo, es cabal resultado del sueño americano, que permitió a una familia de muy modestos recursos dar educación a su hijo con trabajo honesto, hasta verlo convertido en exitoso alcalde y potencialmente gobernador de Florida.
Para muchos, la presencia de Gillum recuerda a Barack Obama, a quien también la extrema derecha intentó caracterizar como un peligroso socialista, cuando en realidad sus políticas sociales estaban enfocadas en mejorar la cobertura sanitaria para todos los ciudadanos, facilitar el acceso a la educación superior, e incrementar la protección del medio ambiente, entre otras cosas. Todo ello, con la expresa determinación de garantizar el buen funcionamiento de la economía de mercado; y, más aún, estimulándola al aumentar las oportunidades para la pequeña y mediana empresa.
La otra pugna en la Florida es por la reelección del senador Bill Nelson y las candidaturas al Congreso, donde los demócratas tienen posibilidades de conquistar varios escaños hoy en manos republicanas. El factor Gillum ha sido oxigenante para todas estas candidaturas, porque ha movilizado muchas audiencias clave para la coalición demócrata en un estado de las características de Florida, con realidades electorales tan diferentes y distantes en su geografía electoral. No hay que perder de vista la relevancia de estos acomodos. Una victoria demócrata contundente en Florida cerraría, sin lugar a dudas, las opciones de reelección para Trump en 2020. Por esa misma razón, Trump se lanzó en estos últimos días a un ataque personal contra Gillum.
La lucha en Texas
La otra arena de enfrentamiento está en Texas. Allí se libra una inesperada pero refrescante puja entre Beto O’Rourke, diputado demócrata por la ciudad de El Paso, y el senador Ted Cruz, aspirante a la reelección. O’Rourke ha galvanizado, con un discurso inspirador y sólido, a una coalición increíblemente diversa del electorado, que incluye con especial entusiasmo a los hispanos. Oriundo de El Paso, O’Rourke, hijo de irlandeses, habla español perfecto y su apodo lo confunde con un latino más; además de ser un tenaz defensor de los derechos del inmigrante y su contribución a la sociedad estadounidense.
Incluso, O’Rourke ha contestado a la retórica de Trump con un argumento contundente: El Paso es una de las ciudades más seguras de los EEUU, precisamente en la frontera con el Río Grande y con casi el 80% de población hispana de origen mexicano. Es, además, un centro próspero, por donde pasa buena parte del intercambio comercial con México, uno de los socios económicos más importantes de EEUU.
En Texas se libra una inesperada pero refrescante puja entre Beto O’Rourke, diputado demócrata por la ciudad de El Paso, y el senador Ted Cruz, aspirante a la reelección
Por el contrario, el senador Cruz, no obstante su origen cubano, se ha plegado a la narrativa de Trump desde el extremo de la derecha religiosa al que pertenece dentro del Partido Republicano. Si Beto O’Rourke logra derrotar a Ted Cruz, muchos analistas predicen que será un sólido candidato presidencial demócrata, debido a que su épica lucha por el Senado en Texas ha concitado una atención nacional que lo ha convertido en uno de los políticos más conocidos del país. Además, un demócrata que pueda sumar Texas a la cuenta de los colegios electorales es sencillamente imbatible. En cualquier escenario, a partir de esta elección, Beto asoma como una de las figuras emergentes más interesantes del Partido Demócrata.
Lo significativo de estas luchas electorales, en dos estados fundamentales para la conquista del poder en EEUU, es que se libran ante poblaciones crecientemente diversas… con acento hispano. La verdadera confrontación es, pues, no tanto entre individuos sino entre la visión xenófoba de Trump y la de estos líderes progresistas, que abogan por una sociedad más incluyente y de oportunidades. Para todos, sin excepción.