Oscar Medina (ALN).- Un pequeño pueblo al norte de Portugal ha conservado una técnica nacida en el contexto del miedo y la guerra: las botellas del vino producido localmente son enterradas seis meses en los cuales experimentan un cambio muy particular. Se trata del Vinho dos Mortos.
Se acerca el momento de desenterrar las botellas. Junio es el mes. Han estado ahí bajo la superficie a lo largo de seis meses esperando el efecto que ha hecho de estos caldos una verdadera curiosidad, aunque poco conocida. Se trata del Vinho dos Mortos: el vino de los muertos que surge de la tierra lleno de vida.
La historia transcurre en un pequeño pueblo al norte de Portugal llamado Boticas. Es el año de 1808 y el ejército francés ha invadido el país. En la travesía rumbo a Oporto las tropas –de soldados galos y españoles- se aproximan a Boticas y los pobladores, campesinos, deciden proteger algunos de sus bienes más preciados del pillaje enterrándolos. Productores de vino, conocen el valor de lo que tienen: aquí el vino es esfuerzo, vida, moneda de cambio, alimento. Y hacen lo mismo con las botellas almacenadas salvándolas de la sed de los invasores.
Las ocultan bajo tierra en las bodegas, bajo los lagares y los toneles. Y unos meses más tarde, cuando los franceses resultaron expulsados de Portugal, la gente de Boticas rescató su pequeño tesoro.
Quizás el vino estaba descompuesto, les asaltó el temor. Pero abiertas algunas botellas encontraron que ya no era el mismo de siempre: era mejor. Sus sabores y características organolépticas habían evolucionado de forma inesperada. Su gradación alcohólica era de 10 a 11 grados; la fermentación bajo esas condiciones de oscuridad y temperatura constante produjo un toque de gas natural. Y entonces sí, el tesoro era mayor a lo guardado.
Los productores decidieron repetir la experiencia y el azar produjo una nueva técnica. Y un nombre especial: Vinho dos Mortos.
Sobreviviente
La tradición continuó aunque el consumo de este vino se limitaba a la zona y la producción fue mermando a medida que las nuevas generaciones se hacían cargo de las bodegas de Boticas. Pero aproximadamente en 2007 las autoridades locales le inyectaron un nuevo impulso, se gestionó una denominación de origen –Vinho Regional Transmontano- y hasta se instaló un museo histórico del Vinho dos Mortos.
Desde entonces –y aunque hay producción artesanal- el productor Armindo Sousa Pereira es el único que sigue los pasos del control de calidad que permiten el uso de la etiqueta Vinho dos Mortos y lo comercializa en cantidades limitadas aunque a un precio accesible: 7,38 euros la botella en la web vinhodosmortos.com.
A mediados del mes de noviembre comienza la fase de plantación de las vides en Boticas y la vendimia tiene lugar en la primera semana de octubre. El caldo –un ensamblaje de Tinta Coimbra, Tinta Carvalha, Malvasia Fina, Tinta Bastardo y Alvarelho– fermenta primero en el lagar por seis días y luego es pasado a barricas para continuar el proceso. Una vez aprobada la certificación, es embotellado y posteriormente enterrado bajo el suelo de las bodegas, prácticamente de la misma manera en que se hizo en 1808. Y seis meses más tarde, en junio, con los primeros descorches comienza la verdadera fiesta del vino que sobrevivió para ser mejor.