Juan Carlos Zapata (ALN).- Un amigo le dedicó un libro a Ignacio Salvatierra y en la página se lee: “Al sorprendente…”. Salvatierra disfrutó la ocurrencia sin ser el hombre araña. Salvatierra era banquero en Venezuela y hoy es músico en el mundo.
“Que tenga referencia, mi bisabuelo, Esteban Palacios, era un gran pianista. Tocaba por oído. Mi madre, Josefina Palacios, también tocaba piano. Hay una anécdota de mi bisabuelo. Un compositor de Caracas se enamoró de una muchacha y le compuso una canción. Una tarde fue a la casa de la joven a tocársela. Y está tocando la canción cuando pasa mi bisabuelo y la oye, y al llegar este a su casa se sienta al piano con la melodía en la cabeza, y comenzó a ejecutarla. En eso estaba mi bisabuelo cuando ahora es el compositor quien pasa por el frente de la casa y oye que alguien está interpretando su canción. ¿Y cómo es posible?, se pregunta, si sólo la conocen él y su novia. El desenlace no tiene nada de particular. Pero la historia brinda una idea del buen oído de mi bisabuelo”.
Y también explica que el exbanquero Ignacio Salvatierra la música la lleva en las venas, y también explica por qué en el salón de la casa en Caracas del matrimonio Salvatierra-Palacios la pieza principal era el piano”.
Ayudó que el Banco Unión era un promotor de la música venezolana. El padre comenzó con esta tradición. Ignacio la continuó. Editaron la obra de Simón Díaz, por ejemplo. En las cuñas de televisión del banco aparecía Simón Díaz. En cada región de Venezuela, el banco apoyaba a un artista. En la torre del centro de Caracas abrieron el Centro Cultural Unión. Desde la presidencia del banco, se amistó con Simón Díaz, con Cheo Hurtado.
Salvador Salvatierra era comerciante y después banquero, promotor y fundador del Banco Unión. El viejo Salvatierra murió en 1974, lo que obliga a Ignacio, muy joven, a los 23 años, a asumir la presidencia de la institución. Ese periodo se transformó en nada más y nada menos que 45 años, casi medio siglo. Josefina Palacios era descendiente del Libertador Simón Bolívar.
“Allí comenzó mi interés por la música. Cuando tenía entre 10 y 11 años le dije a mi padre que me pusiera en clases de piano. Y su respuesta fue que eso era cosa de mujeres. Y en casa éramos 5 mujeres y 5 varones. Entonces, me quedé con las ganas”.
Se quedó con las ganas. El piano lo miraba y él miraba al piano. Ignacio se quedó con las ganas mientras las muchachas abandonaban las clases y el piano allí, mirando a Ignacio y él seguía mirando al piano. Hasta que, al casarse, en 1981, con Clara Aguerrevere, compró un piano vertical y tocaba de oído, como el bisabuelo, aunque no como él.
“En aquella época inclusive contraté un profesor pero no tenía tiempo para estudiar con método”. Así que siguió tocando de oído.
Ayudó que el Banco Unión era un promotor de la música venezolana. El padre comenzó con esta tradición. Ignacio la continuó. Editaron la obra de Simón Díaz, por ejemplo. En las cuñas de televisión del banco aparecía Simón Díaz. En cada región de Venezuela, el banco apoyaba a un artista. En la torre del centro de Caracas abrieron el Centro Cultural Unión. Desde la presidencia del banco, se amistó con Simón Díaz, con Cheo Hurtado.
“Viví un episodio: llevar adelante el sueño del compositor Aldemaro Romero con Cheo Hurtado. Aldemaro había sido el creador del ritmo la Onda Nueva. Era director de la Orquesta Filarmónica de Caracas. Había escrito una cantidad de boleros, y quería que Cheo los cantara. Andaba detrás del Cheo. Decía Aldemaro que Cheo tenía una voz aguardientosa. Como Cheo se negaba, una vez discutieron y yo presencié la discusión. Me echan el cuento y les digo que el banco les compra el disco. A raíz de ello me proponen que también me involucre en la producción. Llega el día de la grabación y Aldemaro no apareció en el estudio. Había amanecido mal del estómago. Murió a los 15 días. Fue algo muy triste, por un lado. Por el otro es que entonces aprendí cómo se hace un disco”.
De ninguna manera Ignacio Salvatierra pensaba ser músico. Echa la rueda hacia atrás y repite: nunca. Mantenía entre ceja y ceja la aspiración de tocar piano y, ¿por qué no? leer música. Tampoco pensaba en cantar. ¿Qué pasó?
“Cuando salgo de Venezuela en 2010 voy a Panamá. Dos años después vendo el International Union Bank que era un banco off shore con operaciones en Panamá que antes había pertenecido al Unión”.
Pero Ignacio y la familia ya habían vendido el Unión. Se lo vendieron a Juan Carlos Escotet, el de Banesco y Abanca. Luego fundó Inverunión, y en 2010, Hugo Chávez intervino la entidad. De modo que al llegar a Panamá se encuentra en la disyuntiva.
“Es ahí cuando me retiro del mundo financiero. Y vendo debido a que ya no podía ofrecer el mismo servicio a mi clientela”.
Ante ese hecho se encuentra con la evidencia de un retiro prematuro y se dice a sí mismo que aproveche el tiempo, que se actualice sobre el mundo financiero y de los negocios, las organizaciones empresariales. Es decir, aún pensaba en lo que era, en lo que le había ocupado casi medio siglo de vida. Banca y negocios. Así que buscó y encontró que hay universidades de los Estados Unidos con sedes en Panamá, y una de ellas contaba con un programa de actualización en finanzas.
“Me inscribí, pero quedé fuera por un problema en la base de datos de la universidad. El cuento corto es que quedé fuera del curso, y cuando iba de regreso a casa vi el letrero de una academia de música, Academia de Música de Panamá, y entré a preguntar. Resulta que quien maneja la academia es un ítalo-venezolano de Valencia. Un hombre talentoso, que llevó bien la academia en Venezuela y la llevaba bien en Panamá. Le consulto a Víctor Di Lorenzo lo del piano y me dice que me inscriba, y que no importa que los otros alumnos sean muy jóvenes. Me asegura que el programa es bueno, que voy a aprender rápido”.
Así que el asunto fue casual o por una seguidilla de eventos. La venta del Unión. La intervención del nuevo banco. La mudanza a Panamá. La venta del banco que aún le quedaba en Panamá. La inscripción frustrada en un curso de negocios. Y la mirada a un aviso. Tal vez la misma mirada que le echaba al piano y del piano hacia a él.
Para el disco comienza de cero. Busca músicos, estudio, etc. En ese disco participaron 45 músicos y 10 cantantes. “Son 16 canciones de un compositor que soy yo, y cada canción es cantada por un cantante distinto, acompañado de músicos distintos”. Como no sabe arreglar, iba haciendo arreglos en la medida en que se incorporaban músicos y cantantes. “Eso me costó casi 3 años de trabajo. Y en ese tiempo seguí componiendo, y no he dejado de componer. Ya tengo 100 canciones. El próximo disco llevará 18”.
No extraña la banca. Aunque fueron 45 años extraordinarios. Hay que decirlo: tampoco su salida fue voluntaria. Reconoce que fue un evento “muy duro”. Con muchas consecuencias”.
“Los eventos no fueron planificados por mí. Todo se fue dando sobre la marcha. Cuando me di cuenta de que no podía regresar a Venezuela y no podía asistir a la clientela me dije: No puedo mantener esto. No tomé la decisión de retirarme de la banca porque así lo quise sino por las circunstancias. No me he planteado regresar a la banca. El mundo de hoy es el mundo de los jóvenes”.
Comenzó a estudiar con los teclados. Aprendió técnica y a leer y a escribir música con uno de los nuevos programas inventados por los gringos. Hizo 4 trimestres. Se inscribió también en clases de canto, año y medio. Así fue aprendiendo y descubriendo un mundo. Todo un mundo.
“Mi mujer un día me dijo: Estás estudiando y no te oigo cantar. Y le respondo que le voy a hacer una canción. Y en un aniversario de bodas la compuse un bolero: ‘Tú, mi desorden’. Ella es muy desordenada. Me lo había advertido mi suegra. Y yo no se lo creí hasta que nos casamos hace 33 años”.
Ya fuera de la AMP, hace una melodía. “Me busco dos profesores, uno de piano, Leonor Lanza, y otro de cuatro, Giovanny Mayora”. Les gustó la melodía. Le dicen que está bien. Que la letra está bien. “Y apuntan que sin saber cómo se hace una canción he hecho un perfecto bolero. Y proponen que lo grabemos para que se lo regale a Clara. Así entro en la experiencia de cantar. Y le canté el bolero a Clara y ellos me acompañaron. Todavía no canto bien. Pero lo canto”.
Llega la inspiración
Ahí empezaron las sorpresas. Podía escribir una melodía, podía escribir una letra. Así continuó con los estudios y llegó a acumular 12 canciones, valses venezolanos, tangos, rancheras, boleros. De modo que se animó a grabar un primer disco, Inspiraciones.
Para el disco comienza de cero. Busca músicos, estudio, etc. En ese disco participaron 45 músicos y 10 cantantes. “Son 16 canciones de un compositor que soy yo, y cada canción es cantada por un cantante distinto, acompañado de músicos distintos”. Como no sabe arreglar, iba haciendo arreglos en la medida en que se incorporaban músicos y cantantes. “Eso me costó casi 3 años de trabajo. Y en ese tiempo seguí componiendo, y no he dejado de componer. Ya tengo 100 canciones. El próximo disco llevará 18”.
No ha dejado tampoco de producir. “Estoy dedicado a este proyecto. He comenzado un tercer disco de música venezolana”.
Para Ignacio Salvatierra, la experiencia ha sido integral. “Entré a producir. A involucrarme en los aspectos técnicos, en la edición, en masterización, mezcla, y en ese mundo nuevo que es la distribución musical por vía de las plataformas digitales. Es un mundo maravilloso. Mi disco no es comercial. Se oye en las plataformas. Ordené hacer el disco por puro gusto. Y cuando se vende, los ingresos son donados a algunas fundaciones. Es verdad, tengo la capacidad económica, pero tampoco es que sean grandes cifras. Entre 20.000 y 40.000 dólares”.
Cuando se decidió por grabar, se prometió que tenía que ser un buen disco. Y de allí saltó a plataformas y a incursionar en festivales. De modo que tomó el riesgo de participar en Viña del Mar, en el concurso de compositores, en el segmento de música folklórica internacional.
“Inscribí una canción en representación de Venezuela. El primer filtro fue entre los venezolanos, y pasé. Y el segundo filtro fue la competencia entre países”.
De 1.500 canciones, la suya quedó entre las 10 seleccionadas. Ya ser escogido para representar al país, es un premio, y estar entre las 10, es otro premio aún mayor. Luego esa canción se canta en vivo. La de Ignacio se cantó en vivo delante del jurado. Es la que grabó Lydia Arosemena. El tema se llama ‘El Platanal’. Pegajosa de verdad, y con bella voz y buen arreglo. Aquí va:
Dice Ignacio Salvatierra que estar allí en Viña del Mar es una experiencia tremenda. Llevó 5 músicos y la cantante. El disco no había salido y ya tenía una canción ganadora en Viña del Mar en 2017. El disco salió en 2018. Luego con el disco en la mano podía competir en otras latitudes. Entonces, lo envió a los Grammy Latino. “Un disco mío entre los 358. Quedé como competidor en varias categorías y aunque no pasé, medí la calidad de la música. Pero en el Global Music Award obtuve medalla de bronce. Como ves, el disco ha tenido reconocimiento. El que viene es más segmentado, entre boleros y salsa”.
Reconoce que “si no ocurre la intervención del banco esto no hubiera pasado. La pasé mal, pero busqué un camino nuevo. Y otra vez estoy creando empleo. Y esto tiene un presupuesto, un plan. Y a la vez un planteamiento creativo. Ahora comprendo lo gratificantes que son para el artista los aplausos del público. Como para el banquero la confianza de los clientes”.