Oscar Medina (ALN).- Desde el pasado 10 de mayo y hasta noviembre está abierta al público en la Biblioteca Nacional de Colombia “La hamaca grande”, la primera exposición sobre los orígenes y la historia del vallenato tradicional. Fruto de la investigación y curaduría del escritor y periodista Alonso Sánchez Baute, la muestra constituye una oportunidad única e inédita de adentrarse en el rico mundo de los juglares colombianos. “El hecho de que sean canciones que cuentan hechos reales me dio la idea de Cien años de soledad”, escribió una vez Gabriel García Márquez.
Acá va una referencia sobre la importancia del vallenato: “¿Qué es Cien años de soledad? Pues, no es más que un vallenato de 450 páginas, realmente eso. Lo que hice con mi instrumento literario es lo mismo que hacen los autores de vallenato con sus instrumentos musicales. Sólo que yo lo hice con unas posibilidades literarias más evolucionadas, porque una novela es un producto más culturalizado, pero el origen es el mismo”.
Gabriel García Márquez fue siempre un gran entusiasta de este género y quizás haya sido uno de los primeros intelectuales colombianos en explicarlo al mundo: “En Colombia existe un género de música que se llama vallenato, oriundo de la región que lleva ese nombre. Es más o menos de la estirpe del son y del merengue dominicano. Originalmente, hace muchos años, fue una canción de gesta, es decir, cantaba un acontecimiento real. Los autores de vallenatos pasaban por un pueblo, conocían un acontecimiento y lo divulgaban cantando por toda la región. Después, con el tiempo, se popularizó y ya hay una producción comercial, paralela a la producción natural. El hecho de que sean canciones que cuentan hechos reales me dio la idea de Cien años de soledad”.
“El vallenato tradicional es rico en contenido literario y gracias al poder de la palabra de los juglares, generaciones enteras han disfrutado de relatos con una gran dosis de realismo e imaginación”
La cita se lee en la web centrogabo.org y está tomada de la Revista Opina (1984). Allí también se cuenta que el escritor colombiano y el músico Rafael Escalona fueron quienes concibieron en 1963 el Festival de la Leyenda Vallenata en Aracataca. Y cuando recibió el Nobel de Literatura en 1982 se hizo acompañar de varios conjuntos vallenatos para celebrar en Estocolmo con los sonidos de su tierra.
En 2015 el vallenato tradicional fue declarado por la Unesco como Patrimonio Cultural Inmaterial y como una respuesta a este acontecimiento tiempo después se fue gestando lo que es la primera exposición que aborda de manera exhaustiva la historia del género: “La hamaca grande”, se llama, y desde el pasado mes de mayo –y hasta noviembre- ocupa la sala de exposiciones y el hall central de la Biblioteca Nacional de Colombia, en Bogotá.
“Los orígenes de esta música tradicional del Magdalena Grande, su evolución histórica, los lugares de la geografía nacional en que este género tomó fuerza, sus diferentes aires musicales y sus principales cultores, harán parte de esta exposición, la primera que da cuenta de la historia del vallenato en nuestro país, con la curaduría del escritor vallenato Alonso Sánchez Baute”, se explica en la web de la Biblioteca Nacional de Colombia.
Sánchez Baute es periodista y narrador, es autor de los libros Al diablo la maldita primavera, Líbranos del bien y ¿Sex o no sex?. Ha sido productor y presentador de televisión y columnista del diario El Heraldo, donde –y a propósito de sus investigaciones para la exposición- suele escribir sobre el tema aportando datos como este: “El acordeón fue inventado por un austriaco en 1829. Hohner comenzó a fabricarlos a finales de la década de 1860. Pudo haber sido alemán el primer acordeón que llegó al país, pero tiendo a creer que fue francés, quizá de la marca Fort Neaux que ya existía en 1850. Es posible que haya entrado inicialmente por Riohacha, pero no está documentado. Lo que sí es cierto es que entre 1869 y 1872 entraron legalmente al país seis acordeones por Cartagena, 631 por Sabanilla, 321 por Cúcuta y sólo 33 por Riohacha. No son números inventados: así lo registran los manifiestos de aduana de la época. Seguramente por Riohacha ya había entrado antes alguno de contrabando, pero no era el único en el país en tiempos cuando nos llamábamos Estados Unidos de Colombia”.
Sobre “La hamaca grande” se lee en una nota de prensa: “Aunque Valledupar es la capital mundial del vallenato, esta música desde hace mucho tiempo dejó de ser de carácter local, y se convirtió en una música nacional, por lo que es necesario que Colombia entera se apropie no sólo de los ritmos musicales sino de su historia”.
Cuentos con música
En efecto, si bien la muestra y su trabajo son ricos en anécdotas y datos históricos, hay un punto de partida esencial que se conecta con la declaración de la Unesco: “¿Cuál es el patrimonio que hay que salvaguardar, y por qué? A partir de ese interrogante, y en dos espacios de la Biblioteca Nacional de Colombia: el hall central y la sala de exposiciones, los visitantes conocerán la evolución de esta música, partiendo de la utilización de la gaita que interpretaban los indígenas arahuacos de la Sierra Nevada de Santa Marta, incluso antes de la llegada al país del acordeón”.
La exposición se pasea por el aporte de los instrumentos indígenas a la música de la región del Magdalena Grande (Magdalena, La Guajira y el César); muestra acordeones antiguos como uno hecho en Francia en 1850; incluye una vitrina con los libros en los que se encuentran las primeras referencias a estos sonidos, entre ellos Indios y viajeros, que habla de una cumbiamba fechada en 1896 en la que se utilizaron el acordeón, la caja y la guacharaca, los instrumentos básicos del vallenato; documenta también el parentesco con ritmos dominicanos; recoge las primeras menciones de la prensa, entre ellas un texto de Gabo del 22 de mayo de 1948 y la primera revista que se ocupó del género en su portada: Semana. También revive un documento notable: la primera entrevista de una radio bogotana a Rafael Escalona, en 1956.
“¿Qué es Cien años de soledad? Pues, no es más que un vallenato de 450 páginas, realmente eso. Lo que hice con mi instrumento literario es lo mismo que hacen los autores de vallenato con sus instrumentos musicales”
En la nota de presentación la directora de la Biblioteca Nacional, Consuelo Gaitán, destaca el valor de esta música: “Más allá de lo que el vallenato tradicional representa a nivel cultural, no sólo en la región caribe, sino en todo el país, llama la atención de esta manifestación la narrativa de sus canciones. El vallenato tradicional es rico en contenido literario y gracias al poder de la palabra de los juglares, generaciones enteras han disfrutado de relatos con una gran dosis de realismo e imaginación; aspecto contemplado en el Plan Especial de Salvaguardia para la música vallenata tradicional”.
Y esto va en sintonía con algo dicho por García Márquez en 1991 a través de Radio Caracol: “En Aracataca, cuando ya tenía la pasión de que me contaran cuentos, vi, muy niño, el primer acordeonero. Los acordeoneros que salían de la provincia de Valledupar, que aparecían en Aracataca contando las noticias de su región. Y recuerdo haberlo visto la primera vez porque era un viejito que estaba sentado en una especie de feria que había en Aracataca y tenía el acordeón puesto en el suelo al lado de él y yo no sabía qué instrumento era, qué cosa era eso. Y me quedé ahí esperando a ver qué era, hasta que de pronto él sacó su acordeón y ahí conocí el acordeón, porque el acordeón no es un instrumento autóctono de Colombia. No lo había visto. Lo vi, y entonces el hombre empezó a cantar un cuento, a contar una historia. Y para mí fue una revelación, cómo se podían contar historias cantadas, cómo se podía saber de otros mundos y de otros países y de otras gentes a través de las cosas que contaban cantado”.