Antonio José Chinchetru (ALN).- El acercamiento hacia el régimen de La Habana emprendido por Barack Obama ha tenido cierto efecto positivo sobre las exportaciones norteamericanas a Cuba. Estas se habían hundido de 711,5 millones de dólares en 2008 (último año de George W. Bush en la Casa Blanca) a 180,3 millones en 2015, mientras que entre enero y octubre de 2016 sumaron 200,3 millones. Sin embargo, no ha habido una mejora de la situación económica en la isla. Raúl Castro admitía a finales de diciembre que la economía cubana se contrajo en 2016 en un 0,9%. Este dato empeora la estimación de un crecimiento del 0,4% ofrecida por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
En el escenario latinoamericano son importantes las crisis de dos socios fundamentales para Cuba. Brasil habría registrado, según la CEPAL, un decrecimiento del 3,6% y Venezuela se habría hundido un 9,7%. La ayuda de este último país a su principal aliado se traduce en el envío de millones de barriles de petróleo al año. Las donaciones de crudo se han desplomado desde los 125.000 barriles diarios hasta apenas 50.000 al día. A esto se une la caída del precio de ese bien, que tras haber cotizado en 100 dólares cerró el año 2016 a 55,75 dólares por barril.
A pesar de ese escenario, las empresas turísticas extranjeras son optimistas ante el escenario abierto por el levantamiento del veto estadounidense a su turismo en Cuba. Aunque Donald Trump pueda hacer gestos políticos como volver a cerrar la embajada en La Habana, resulta más dudoso que vuelva a imponer las pocas partes del embargo que seguían vigentes hasta el año pasado (esta medida de presión no afectaba a los alimentos y productos farmacéuticos estadounidenses desde 2001).
El aumento del turismo va a beneficiar, por lo tanto, sobre todo a las compañías estadounidenses que han aterrizado en Cuba (hoteleras, Airbnb o el servicio de reservas online Booking.com).
La llegada de turistas norteamericanos supondrá una demanda mayor para los hoteles, muchos gestionados por compañías españolas y mexicanas. Pero estas últimas se van a encontrar con nuevos competidores. Las firmas hoteleras estadounidenses han comenzado a instalarse en la isla. Surgen además agentes que ya están haciendo daño al sector en el resto del mundo, como la plataforma de alquiler de viviendas turísticas particulares Airbnb. El pasado mes de octubre, este servicio informaba que tenía ya 10.000 residencias registradas en Cuba.
El aumento del turismo va a beneficiar, por lo tanto, sobre todo a las compañías estadounidenses que han aterrizado en Cuba (hoteleras, Airbnb o el servicio de reservas online Booking.com). Las empresas del resto del mundo van a llevarse tan sólo una parte muy pequeña del pastel, mientras que los cubanos no van a notar mejora alguna en su nivel de vida.
La actividad turística extranjera en Cuba tiene además otras debilidades que muchas compañías parecen haber olvidado. La Ley Helms-Burton sigue vigente en Estados Unidos. De esta manera una cadena que gestione un hotel expropiado a una empresa norteamericana tras la llegada de Fidel Castro al poder se enfrenta a importantes multas si trabaja además en EEUU. A largo plazo, si se produce una transición a la democracia, el daño podría ser mayor.
Antonio José Chinchetru es periodista en Madrid.
Tras el fin del comunismo en Europa Central y Oriental, los edificios estatalizados fueron devueltos a sus propietarios originales. Esto podría ocurrir en Cuba, con efectos muy negativos para las cadenas que gestionan unos establecimientos que a día de hoy son propiedad estatal y que podrían ser reclamados por sus dueños anteriores.
Al margen de estos riesgos, el turismo por sí sólo no puede compensar el efecto de las duras crisis de Brasil y, sobre todo, Venezuela. Dado que Raúl Castro ha descartado una «vuelta al capitalismo», que debería ir acompañada de una transición hacia la democracia, no hay esperanza de reformas de fondo que den la vuelta a la situación.