Pedro Benítez (ALN).- Una furia está a la vuelta de la esquina en Venezuela y no es precisamente “la bolivariana” con la que amenaza Diosdado Cabello a la oposición. El detonante puede ser el grave desabastecimiento de gasolina que ha paralizado al país. Esa es una crisis en desarrollo más urgente que una posible intervención militar extrajera.
La mayoría de la población en Venezuela ha recibido con cierta apatía la gran operación antinarcóticos en el mar Caribe anunciada por el gobierno de Estados Unidos. Más allá del revuelo en las redes sociales, y de la enésima denuncia por parte de Nicolás Maduro sobre “la agresión norteamericana”, lo que realmente tiene en vilo al país son las consecuencias de la dura escasez de gasolina que ha agravado las dificultades cotidianas.
Como se está observando en las sociedades del anteriormente denominado Tercer Mundo, en Venezuela (de manera más dramática aún) la mayor parte de sus habitantes sencillamente no se pueden confinar para prevenirse de la pandemia. En esa población el mayor temor es que la paralización del transporte por falta de combustible provoque el regreso a los peores momentos de la escasez de alimentos que se padecieron en los últimos años.
Las órdenes de cuarentena no han impedido las largas colas para comprar combustible en Caracas, algo que es normal en varias ciudades del resto del país desde hace años, pero que en la capital puede ser explosivo al punto de provocar altercados entre funcionarios policiales y miembros de la Guardia Nacional (GNB) encargados de distribuirlo. Las acusaciones a estos por venderlo en dólares se multiplican.
Esta situación ha provocado que en Maracaibo, otrora capital petrolera de Venezuela, la gasolina sea hoy más cara que en Noruega, o que en algunas zonas del área metropolitana de Caracas los guardias cobren 10 o 20 dólares por llenar el tanque de un auto.
También las aglomeraciones de personas en plena cuarentena para adquirir gas doméstico para cocinar se multiplican.
Maduro usa como pretexto el coronavirus
Esta es una situación que por lo visto Maduro y su equipo no tienen cómo resolver, puesto que el país pese a su debacle económica aún requiere de 100.000 barriles diarios de gasolina (muy lejos de los 600.000 de hace siete años) para su consumo interno, los cuales hoy debe importar casi en su totalidad.
La estrategia de Maduro ha consistido en intentar disimular esta crisis usando como pretexto la pandemia del coronavirus. Pero el desabastecimiento de combustible lo que ha hecho es agravar aún más el precario cuadro del país, lo que a su vez impide enfrentar la nueva emergencia sanitaria.
Así por ejemplo, una encuesta sobre el impacto del Covid-19 en Venezuela difundida por una comisión de expertos de la salud indica que el 56% de los hospitales no disponen de agua y el 80% no tienen jabón.
La situación de Venezuela en estos momentos es parecida a la provocada por el gran apagón nacional del servicio eléctrico en marzo de 2019, con la diferencia de que entonces estaba en manos de los funcionarios de Maduro restablecer parcialmente el servicio. Ahora no, necesitan dólares para importar esa gasolina. Si el país contara con el parque refinador de hace dos décadas que le permitía procesar más de un millón de barriles de petróleo diarios esta historia sería distinta. Pero la falta de inversiones, la incompetencia y la corrupción que han caracterizado a los jerarcas del chavismo lo devastaron.
El poder petrolero que destruyó el chavismo
Y este es un dato a tener en cuenta, porque desde mediados del siglo pasado el poder en Venezuela lo ha otorgado el petróleo. Fue el control sobre la producción y la renta derivada del mismo lo que le dio proyección internacional y poder nacional a Hugo Chávez. El reparto de barriles de crudo a sus aliados en todo el mundo y el subsidio de la gasolina a lo interno.
Pues ese poder petrolero el chavismo lo destruyó sin que mediara coacción interna; ha sido sólo el fruto de sus acciones y omisiones.
La gasolina ha sido un tema políticamente explosivo en Venezuela desde 1989. Al extremo que ni Chávez ni Maduro se atrevieron a tocar su precio. Este último ha sometido a los venezolanos a toda clase de atropellos pero no se ha atrevido a tocar el precio ridículamente bajo de la gasolina, que en la práctica consiste en regalarla.
La alternativa de racionar su distribución en estos momentos está resultando peor que la enfermedad y es lo que puede activar el malestar de calle que hasta ahora no ha provocado la política. Las cada vez más frecuentes disputas que se están dando entre los distintos cuerpos armados controlados por Maduro son reveladoras de las tensiones generadas por la escasez de gasolina.
También hay malestar con los militares
No hay un pueblo chavista esperando fusil en mano al yanqui invasor. Hay millones que necesitan ingresos, comida y atención sanitaria. Nada eso puede dar el Estado chavista. Sólo transferir dinero sin valor con el que no se puede adquirir ni comida ni gasolina.
De paso, se está renovando el resentimiento de la población contra los militares que la venden y luego reprimen. Con un detalle, esos oficiales y soldados en la calle padecen los mismos problemas del resto de la población. No son privilegiados. Sólo falta la ocasión y el detonante para que se sumen públicamente al malestar de la mayoría. Esto lo saben Nicolás Maduro y Diosdado Cabello, es el tigre sobre el que cabalgan.
No hay un pueblo chavista esperando fusil en mano al yanqui invasor. Hay millones que necesitan ingresos, comida y atención sanitaria. Nada eso puede dar el Estado chavista. Sólo transferir dinero sin valor con el que no se puede adquirir ni comida ni gasolina.
Maduro puede superar esta crisis (como ha hecho con otras) pero para eso necesita conseguir gasolina para ayer. De lo contrario la furia con la que amenaza Cabello se va a voltear no contra la oposición sino contra ellos.