Antonio José Chinchetru (ALN).- ‘El Señor de los Anillos’ es posiblemente la obra de literatura épica fantástica más conocida de todos los tiempos. Su autor, J.R.R. Tolkien, centra toda la trama de los tres volúmenes que forman la novela en los efectos devastadores del poder absoluto. Lord Acton (1834-1902) acuñó en 1887 la famosa frase: “El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente”. Casi 70 años después, en 1954, se publicaba por primera vez una obra de otro católico inglés cuyo argumento se centra totalmente en esa cuestión. Se trata de El Señor de los Anillos, la más destacada novela de J.R.R. Tolkien y posiblemente la creación de literatura fantástica épica más conocida escrita jamás.
‘El Señor de los Anillos’ es una advertencia sobre los peligros del ansia de poder
Ambientados en la Tierra Media, un mundo habitado por diversas razas de seres inteligentes, los tres volúmenes que componen El Señor de los Anillos son mucho más que un relato de la permanente lucha entre el bien y el mal. Toda la narración gira en torno a un objeto, un anillo, que representa el poder en su nivel más absoluto y que tiene la capacidad de corromper el alma de todo aquel que lo usa o que, incluso, lo tiene cerca.
El pueblo más feliz es el que no tiene rey
Los tres volúmenes que componen ‘El Señor de los Anillos’ son mucho más que un relato de la permanente lucha entre el bien y el mal / Flickr
Resulta llamativo que de todos los pueblos que aparecen en la narración, el más pacífico y feliz sea precisamente aquel que no tiene rey ni figura alguna que represente la autoridad política. Se trata de los “hobbits”, también conocidos como los “medianos”. Habitan La Comarca, una próspera región agrícola, en la que lo más parecido a un funcionario es un alcalde cuyas funciones se limitan en la práctica a presidir las fiestas que se celebren. Su administración pública se reduce a un pequeño grupo de vigilantes dedicado tan solo a cazar las alimañas que de vez en cuando puedan cruzar las lindes de la región.
En el extremo opuesto se sitúa Mordor, una tenebrosa tierra en la que gobierna Saurón con un poder total y absoluto. Conocido como el Señor Oscuro, forjó el Anillo en el que concentró gran parte de su poder y posee ejércitos de orcos y seres similares, además de una gran cantidad de esclavos.
En un punto intermedio se hallan los elfos, seres bondadosos cuyos gobernantes tienen poco poder sobre los suyos más allá de su fuerza moral, y los reinos de los hombres. Estos últimos se convierten en un buen ejemplo de la fuerza destructiva del ansia de dominación de unos sobre otros. A pesar de estar en el bando del bien, en su seno siempre está el germen de la discordia precisamente por el afán del poder.
Esto es especialmente evidente en Gondor, el más noble de los reinos de los humanos. Está gobernado por sucesivos senescales a lo largo de generaciones a la espera de la llegada del rey legítimo. Cuando ésta se va a producir, el regente se aferra al trono engañado por ese Señor Oscuro al que combate hasta llegar a la locura.
Tolkien retrata el poder en ‘El Señor de los Anillos’ como algo terriblemente corruptor
El poder en esta obra es terriblemente corruptor. Los sucesivos portadores del Anillo van siendo dominados por este objeto que les llena de sueños de grandeza y una ambición desmedida. Tan solo uno de ellos se resiste a su influencia maléfica. Se trata de un honesto y sencillo hobbit que nunca ha aspirado a mucho más que a cultivar la tierra y ser fiel a su empleador. El ansia de poder incluso corrompe a uno de los personajes más sabios, un mago que ni tan siquiera ha tenido cerca el terrible objeto en torno al cual gira toda la trama.
En definitiva, El Señor de los Anillos es una advertencia sobre los peligros del ansia de poder y un elogio a aquellos que no lo buscan.