Reinaldo Iturbe (ALN).- El coeficiente de encaje legal cierra la puerta del crédito bancario, pero abre la puerta a una vía de escape: el mercado de capitales.
Venezuela sigue en recesión e hiperinflación. Luego de siete años consecutivos de encogimiento del Producto Interno Bruto, el tamaño de la economía se redujo a un tercio de lo que era en 2012: unos 40.000 millones contra 100.000 millones de dólares de la época.
Los controles provocaron una crisis que derivó en escasez. Y la escasez, a la postre, devino en el desmontaje de lo que produjo la escasez. Un desmontaje progresivo en controles de precios de alimentos, gasolina y anclaje del tipo de cambio. Es decir, el chavismo, ahora liderado por Nicolás Maduro, empezó a corregir -por razones acomodaticias- ciertos manejos de política macroeconómica que condujeron al colapso del país.
El colapso se profundizó a partir de 2017 con las sanciones ya no solamente a individuos de la Administración chavista, sino directamente contra Petróleos de Venezuela (PDVSA), que ya venía agotando su producción original de tres millones de b/d por la politización, el endeudamiento y la corrupción en los tiempos de Hugo Chávez.
Y pese a que la crisis la arranco Chávez, el colapso de PDVSA se agudizó tras las sanciones, con impacto promedio de hasta 50% en su producción, según el último estudio publicado por el economista venezolano Francisco Rodríguez.
“El colapso en los últimos cinco años de la producción de petróleo, que anteriormente generaba más de nueve décimas partes de los ingresos por exportaciones del país, juega un papel central en la crisis económica más amplia del país. Los menores ingresos por exportaciones del petróleo han provocado una escasez de divisas, lo que ha provocado que el gobierno redujera drásticamente las importaciones y generando una de las mayores contracciones económicas de la historia mundial contemporánea”, alega el economista.
Las sanciones, como ya es sabido, en lugar de desestabilizar al gobierno de Maduro, lo encaminaron a un proceso de liberación de la economía que ha tenido sus altibajos. Con un Banco Central (BCV) carente de instrumentos de política monetaria para contener la hiperinflación, ha recurrido a un encaje legal de 85% que cortó el crédito bancario.
Pero en esa economía agobiada por la pandemia, la diáspora y la pobreza, hay espacios para el crecimiento. El sector comercial es uno de ellos. Ciertas empresas como Ron Santa Teresa han aprovechado la relajación de los controles para emitir papeles comerciales denominados en dólares, algo inimaginable en la era Chávez. Así, pese al mínimo monto (Santa Teresa es una empresa que vende dentro y fuera de Venezuela), la emisión terminó siendo un éxito.
Santa Teresa abrió la compuerta del apalancamiento empresarial a través del mercado de capitales en un contexto de escasez de bolívares. Y aunque el tamaño del mercado de capitales venezolano no podría eventualmente satisfacer la sed de financiamiento empresarial que ha dejado la banca, el crecimiento en el sector comercial es una clave en cuanto al desempeño del Producto Interno Bruto para 2021 por una razón:
Porque aunque sectores claves como manufactura y construcción siguen en retroceso, el empuje de los comercios vía consumo privado (uno de los componentes que determinan el desempeño de la economía) empuja a que la recesión de 2021 pueda ser mínima. Casi imperceptible. La sumatoria de este sector y una futura recuperación del parque industrial podrían darle una mayor profundidad al mercado de capitales, para que este a su vez actúe como mecanismo de transmisión para el apalancamiento empresarial.
El gobierno de Maduro bien podría enviar algún emisario al Consejo Nacional de la Promoción de Inversiones (Conapri) y atajar uno de los problemas que mantiene la economía en estado recesivo, dada la enorme contracción provocada por la política monetaria restrictiva a través del encaje legal.
Es esta una de las compuertas que se abren en el compás del estrecho margen de maniobra del gobierno para intentar empujar el Producto Interno Bruto, al tiempo que contiene la hiperinflación.
Los tiempos de Hugo Chávez
Eran los tiempos de Hugo Chávez en el año 2002. Los tradicionales partidos políticos se habían venido a menos. La oposición estaba huérfana de representación. Pero la “sociedad civil” no quería partidos políticos, pues todo aquello estaba desprestigiado. Entonces los medios de comunicación, la Iglesia, la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV) y la patronal Fedecámaras, asumieron el frente de batalla contra Chávez. Encabezaron marchas y paros cívicos, hasta que el 11 de abril una multitudinaria caminata fue desviada desde la estatal Petróleos de Venezuela hasta el Palacio de Miraflores.
La conspiración cívico-militar era obvia desde hace días para muchos dirigentes políticos de vieja trayectoria. Tras aquella caminata, Hugo Chávez salió del poder por algunas horas. Su lugar fue asumido nada menos que por Pedro Carmona Estanga, presidente de Fedecámaras. Y allí, mientras se autojuramentaba presidente y disolvía los poderes públicos, los representantes de la Iglesia Católica y empresarios aplaudieron a más no poder.
Pero la jugada salió mal y Chávez regresaba “victorioso” al Palacio de Miraflores el 13 de abril. A Carmona le apodaron “el breve”, y allí comenzó una larga agonía para Fedecámaras, que terminó en un “paro cívico indefinido” en diciembre de ese año, promovido por el recién nombrado jefe de la patronal, Eduardo Fernández. Aquel paro -que duró dos meses y nadie se hizo responsable por la fecha de culminación porque se supone era indefinido- terminó por quemar a Fedecámaras y le sirvió a Chávez para depurar la Fuerza Armada de enemigos.
No todo está perdido
Ahora las cosas cambiaron. Es Maduro quien está al frente. Heredó un sistema podrido. Y el sector radical de la cúpula ignoró las advertencias de economistas sobre el próximo declive de la economía. Van siete años de recesión y cuatro de hiperinflación. PDVSA es una entelequia. Más del 90% de los hogares viven en condición de pobreza de ingresos. La diáspora se eleva a cinco millones. El dólar es la moneda de uso corriente junto al bolívar electrónico. Y los empresarios ya no hacen política:
“Ahora los empresarios tenemos que dedicarnos a lo que sabemos hacer: producir”, dijo un representante de la patronal Fedecámaras a este diario.
Y hay propuestas para amortiguar la crisis. Propuestas a modo de circuito. Todo arranca con la proliferación de comercios en el país. Abundan comercios de todo tipo. Pero el sector terciario necesita financiamiento. Y el financiamiento no es posible a través de la banca, pues el Ejecutivo ha ordenado una agresiva política monetaria contractiva vía coeficiente de encaje legal que ha resultado en un fracaso para contener la demanda (infinita) de dólares, y que en cambio, ha liquidado cualquier posibilidad de crédito para pequeñas y medianas empresas que necesitan apalancarse. A estas alturas, en Venezuela ya los bancos sirven más para garantes de cuentas custodia (en dólares) y recibir la nómina estatal que para lo que realmente fueron pensados: el crédito.
Pero no todo está perdido. En la apertura que ha llevado a cabo Maduro (más por instinto de supervivencia que por convicción) hay algunos estiramientos y encogimientos. Permite la doble circulación de monedas y las aperturas de cuentas bancarias en dólares, pero hay una tremenda incertidumbre por los avances y retrocesos en la materia en cuestión de semanas, pues a una apertura positiva, le sigue un control.
De allí que las pequeñas y medianas empresas sean una parte de la solución al problema. El mercado de capitales, también a medio morir desde la caída (intervención y liquidación) de Econoinvest y otra decena de casas de corretaje, ha presentado algunos síntomas interesantes de recuperación.
Por ejemplo, la poderosa empresa Ron Santa Teresa ya emitió papeles comerciales por 300.000 dólares. La empresa Topenca también fue autorizada por la Superintendencia Nacional de Valores para emitir papeles comerciales. Es decir, deuda. Y por tanto, apalancamiento. Lo que no consiguen en la banca, lo buscan en el mercado de capitales.
Allí está la clave de una posible recuperación (tímida) del consumo privado en el país, componente fundamental del Producto Interno Bruto. Expansión de comercios apuntala al sector industrial. Y estos, a su vez, contribuyen a dinamizar el mercado de capitales, que en la práctica, asume la función que la banca no puede, puesto que el coeficiente de encaje está por el orden de 85%, según la última Resolución del Banco Central de Venezuela.