Rogelio Núñez (ALN).- Desde que asumió como presidente de El Salvador, Nayib Bukele ha desencadenado dos guerras paralelas (contra las maras y contra los partidos tradicionales) con el fin de vencer en la que él considera la batalla final: los comicios para la Asamblea Nacional del 28 de febrero de 2021.
Nayib Bukele llegó en febrero de 2019 como un ciclón a la Presidencia de El Salvador. Cambió los modos y maneras de comportarse desde el sillón presidencial haciendo hincapié en un contacto directo con la ciudadanía vía Twitter, tomando decisiones al margen de los cauces tradicionales –o institucionales como en la crisis actual-, arremetiendo contra la clase política histórica y enarbolando un lenguaje directo, provocativo y, a veces, hasta malsonante.
En este segundo año de Presidencia que acaba de arrancar, de los cinco de que consta, el objetivo está centrado en preparar el camino para ganar –y conseguir la mayoría- en las elecciones legislativas de 2021. Es en ese contexto en el que se inscriben los sucesos que han tenido lugar este fin de semana.
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Desde que asumió como presidente Nayib Bukele ha desencadenado dos guerras paralelas (contra las maras y contra los partidos tradicionales) con el fin de vencer en la que él considera la batalla final: los comicios para la Asamblea Nacional del 28 de febrero de 2021.
Para ello necesita, en primer lugar, presentar buenos resultados en su gestión.
Y, en segundo, desprestigiar a los dos partidos tradicionales (el FMLN, en el poder entre 2009 y 2019, y Arena, que controló la Presidencia entre 1989 y 2009) a fin de conseguir desplazarlos como fuerzas dominantes en la Asamblea.
1-. El éxito en la guerra contra las maras
Dado que el tema que más preocupa a los salvadoreños es el de la inseguridad, la bala de plata de Bukele para ganarse a los ciudadanos y futuros votantes en 2021 ha ido dirigida a bajar el número de homicidios y conseguir que la población perciba resultados en la lucha contra las maras.
El Salvador registró en el mes de enero 119 homicidios, la cifra más baja desde los Acuerdos de Paz de 1992. Algo que el propio mandatario no dudó en resaltar en su medio natural, Twitter: “Podemos confirmar que enero de 2020 se ha convertido en el mes con menos homicidios desde la guerra civil”. Hubo una media de 3,8 homicidios, mejorando así los datos de diciembre, mes que hasta ahora había registrado el menor índice, con 120 casos y una media de 3,9. En comparación con el mismo mes de 2019, hay una reducción del 60%. Entonces se contabilizaron 289 homicidios. Con respecto a 2018, cuando hubo 326, la reducción ha sido del 100%.
El presidente Bukele explica estos éxitos en el inicio del plan Control Territorial, que se inició el 20 de junio de 2019, el cual ha llevado a la disminución en la cifra de muertes violentas gracias al despliegue de más efectivos de la Policía Nacional Civil (PNC) y de las Fuerzas Armadas.
Esta estrategia le ha dado éxito a corto plazo, lo que se convierte en un trampolín para esa cita ante las urnas. En la última encuesta de la empresa CID Gallup, el 91% de los salvadoreños respalda la gestión de Bukele y solamente el 5% la desaprueba. Esto se transforma en una plataforma perfecta para arrasar en las legislativas dentro de un año.
2-. La guerra contra los partidos tradicionales
Su éxito electoral en 2021 pasa por el fracaso de los partidos históricos (Arena y FMLN).
Por eso, desde la toma de posesión ha liderado una cruzada, con duros ataques incluidos, contra las viejas formaciones. Por ejemplo, pidió a los diputados de la Asamblea Legislativa que otorgaran prioridad al proceso de desafuero contra el expresidente de este órgano, Norman Quijano. Este dirigente de la Alianza Republicana Nacionalista (Arena, de derecha) está acusado de negociar favores electorales con las pandillas. “Tienen (los diputados) una solicitud de desafuero para el cabecilla de esta banda”, señaló Bukele en una conferencia de prensa.
Además, el mandatario ha reclamado más apoyo, principalmente económico, para fortalecer el plan Control Territorial en sus distintas fases, lo cual le ha llevado a arremeter contra Arena y FMLN, por no darle su apoyo. Sus palabras fueron una forma de legitimar e ir minando los apoyos de esas dos fuerzas con respecto a los comicios de 2021: “Nosotros vamos a trabajar con o sin ayuda de la Asamblea, pero es difícil trabajar cuando tenemos una Asamblea que ni siquiera nos está ayudando a empujar la carreta para donde tiene que ir, sino que la están jalando para el otro lado”.
La conclusión lógica es que Bukele, con actos como los del fin de semana, está preparando el escenario para la campaña electoral. Para que esta se convierta en un duelo en el que la gente deba juzgar entre, por un lado, sus proyectos dirigidos a mitigar la principal causa de agobio de la población y, del otro lado, una presunta actitud obstruccionista opositora. Frente a propuestas ilusionantes (“Queremos ser un ejemplo en el mundo, eso queremos ser, dar un salto cualitativo”) las viejas formaciones juegan a la vieja política y respetan los cauces institucionales que el mandatario desprecia: “Arena y el FMLN no son basura, son peor que eso. Negociaron con la sangre de nuestro pueblo. Mil veces malditos”, ha llegado a escribir Bukele en Twitter.
Bukele: «Si yo fuera un dictador o alguien que no respeta la democracia, ahora hubiera tomado el control de todo. Según las encuestas, el 90% del pueblo nos apoya. También lo hacen las Fuerzas Armadas y la policía. El pueblo se enojó cuando pedí calma, pero si hubiera querido hubiera tomado el control de todo el Gobierno esta noche». El País.
Esa pugna con los partidos tradicionales ha desembocado en los sucesos de este fin de semana cuando el Consejo de Ministros del presidente convocó a la Asamblea Legislativa a una sesión extraordinaria, el domingo 9 de febrero, con un punto único: la aprobación de un crédito para equipo policial y militar. Al no formar quórum los legisladores, Bukele llamó el sábado a una insurrección popular contra los diputados (“Reiteramos a los buenos ciudadanos que honraremos el juramento de obedecer al presidente de la República y comandante general de la Fuerza Armada en todas las ocasiones y riesgos, aun a costa de nuestras vidas”). Y el domingo ocurrió un hecho sin precedentes: Bukele no sólo militarizó los alrededores del Palacio Legislativo, sino que, incluso, ordenó a los militares que tomaran el control total del Legislativo. Desde el Salón Azul les advirtió a los legisladores, tras llamarles delincuentes y sinvergüenzas que habían entregado dinero a las pandillas para que mataran al pueblo, que, si en una semana no aprueban el préstamo de 109 millones de dólares, permitirá que la ciudadanía ocupe el Congreso.
Dado que a la Asamblea sólo le queda un año de vida, no parece lógico que Bukele se arriesgue a disolver de forma inconstitucional el Legislativo. Es más probable que en esta espectacular y teatral puesta en escena el mensaje vaya dirigido a los votantes. Una de las frases del discurso del domingo lo dejaba bien claro: “¡Paciencia! El 28 de febrero todos esos sinvergüenzas van a salir por la puerta de afuera y los vamos a sacar democráticamente”.
Su esfuerzo pasa porque los votantes vean en el presidente a un mandatario, activo y ejecutivo, preocupado, no por las formas y las instituciones, sino por los verdaderos problemas de los ciudadanos (la inseguridad), mientras que los rivales de Bukele se aferran a sus privilegios y a la letra de la norma.
Sus apelaciones van dirigidas a un amplio espectro social: pese a venir de la izquierda, conecta con las tradiciones y valores de un país muy creyente, de ahí sus constantes apelaciones a Dios, con quien parece tener hilo directo (“Yo le pregunté a Dios y Dios me dijo ‘paciencia’. Paciencia, paciencia. En una semana nos convocamos acá. Los vamos a volver a citar como Consejo de Ministros si no aprueban el plan Control Territorial y si no, yo no me voy a poner entre el pueblo y el artículo 87 de la Constitución, quedará en sus manos aplicarlo, yo no me voy a poner en medio. Que Dios bendiga nuestro país El Salvador. De verdad los amo y daría mi vida por ustedes pero esperemos esta semana. Dios les bendiga”).
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3-. La construcción de un partido
Porque lo que realmente busca Bukele es tener una mayoría sólida en la próxima Asamblea: mayoría absoluta –algo muy complejo- o al menos ser la primera minoría.
Según todas las encuestas, Nuevas Ideas (NI)–el partido de Bukele- será la primera fuerza política del país de cara a las elecciones de alcaldes y diputados del próximo año. El sondeo más reciente, realizado por el instituto de opinión pública de la UCA, registra 42,4% de intención de voto para Nuevas Ideas. Tiene más de 30 puntos de distancia con los partidos que aún son mayoritarios en la Asamblea Legislativa: Arena con 6,9% y el FMLN con 5,2%. Gana, el partido con el que llegó al poder Nayib Bukele, aparece con 3,7% de intención de voto.
Bukele necesita consolidar y estructurar su partido, Nuevas Ideas, que aún tiene una estructura incipiente. Nuevas Ideas surgió como un movimiento político liderado por el presidente; luego pasó a ser un instituto político, que presentó al Tribunal Supremo Electoral (TSE) cerca de 200.000 firmas que lo respaldaron para el proceso de inscripción. Los comicios municipales, legislativos y al Parlamento Centroamericano (Parlacen) del 28 de febrero de 2021 serán los primeros en los que participará.
NI, pese a que se presenta como una fuerza que apela a la renovación (Nuevas) y a la modernidad (Ideas) es una formación fundamentalmente personalista y bukelista. Y poco institucionalizada: familiares de Bukele rodean al mandatario. Xavier Zablah Bukele, su primo, controla la formación y Yusef Bukele, hermano, es la puerta de entrada a Casa Presidencial.
Como apunta El Faro: “Nuevas Ideas nació como un movimiento fundado por miembros de la familia Bukele, amigos y socios del ahora mandatario. Fue promovido como el vehículo para llegar a la Presidencia, pero por llegar tarde al calendario electoral para las presidenciales no pudo competir en la contienda”.