Pedro Benítez (ALN).- Este domingo en la noche Nicolás Maduro admitió que el suyo es un gobierno en minoría pero armado. Siguiendo el rito electoral en Venezuela de los últimos años, minutos antes que el Consejo Nacional Electoral anunciara los resultados, el Comando Estratégico Operacional de la Fuerza Armada Nacional, encabezado por el ministro de la Defensa, mayor general Vladimir Padrino López, dio públicamente el respaldo militar a las cifras oficiales. Son ellos los que tienen la última palabra en el país.
El primer candidato de un partido de gobierno en Venezuela que perdió unas elecciones y admitió la victoria de su rival fue Gonzalo Barrios, un político histórico del régimen democrático anterior a 1999. Aquello ocurrió en las elecciones presidenciales de 1968 y fue un momento importante en la historia venezolana pues por primera vez un grupo en el poder le entregaba a otro que venía de la oposición pacíficamente, acatando el dictamen de los sufragios.
A pesar de lo estrecho del resultado, menos de 30.000 votos, que le hubiera permitido impugnar la elección (como le pedían algunas voces en su partido), Barrios optó por desistir de cualquier reclamo argumentado que siendo el candidato oficialista prefería “una derrota dudosa a una victoria sospechosa”. Medio siglo después Nicolás Maduro ha preferido una reelección llena de sospechas.
Tal como ocurrió hace cinco años (aunque ahora los cuestionamientos son mayores) Maduro no ha conseguido la legitimidad que la oposición le da a un gobernante que pretende tener un origen democrático. Tampoco el reconocimiento de las democracias americanas.
Tal como ocurrió hace cinco años, Maduro no ha conseguido la legitimidad que la oposición le da a un gobernante que pretende tener un origen democrático
Para asegurarse la continuidad en el poder convocó un proceso electoral siete meses antes de la culminación del actual periodo constitucional, inhabilitando a los principales partidos y líderes opositores.
Esto y la falta de otras condiciones electorales fueron las razones que esgrimieron la mayoría de los partidos opositores congregados en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) para no convalidar con su participación el proceso de este 20 de mayo.
Sin embargo, dos candidatos de cierto peso se presentaron para competir contra Maduro en la campaña presidencial más corta de la historia venezolana: el exgobernador del estado Lara Henri Falcón y el pastor evangélico Javier Bertucci. Los dos lo hicieron asegurando conseguir mejores condiciones para la participación por parte del Consejo Nacional Electoral (CNE) y así poder capitalizar el descontento popular contra la gestión del gobernante.
Una lógica elemental indicaba que las autoridades electorales (firmemente comprometidas con Maduro) concedieran esas condiciones precisamente para darle algún viso de legitimidad a la reelección presidencial.
Pero los abusos el día del proceso han sido de tal magnitud que incluso los candidatos que rompieron el boicot electoral de la mayoría opositora han desconocido la legitimidad del resultado anunciado por el CNE y piden nuevas elecciones.
Pudiesen haber elecciones en el mes de Octubre y estamos dispuestos a participar sin ventajismo y sin chantaje. Es así como se construye una alternativa para brindar respuesta a los venezolanos que hoy padecen de hambre y enfermedades.
— Henri Falcón (@HenriFalconLara) 21 de mayo de 2018
Este país le quedó grande al candidato oficialista, y le hago un llamado: lo más valiente que puedes hacer por Venezuela, es repetir las elecciones y dejar que esta nación renazca. #BertucciNoSeRinde
— JAVIER BERTUCCI (@JAVIERBERTUCCI) 21 de mayo de 2018
De modo que Maduro se ha quedo incluso sin esa hoja de parra que cubra algunas apariencias. Pero no sólo eso; admitiendo como válidos (o cercanos a la realidad) los datos aportados por la presidenta del CNE Tibisay Lucena, Nicolás Maduro es un presidente reelecto por una minoría.
Maduro habría alcanzado 5,8 millones de votos, contra 1,8 millones de Falcón y 925.000 de Bertucci, con 46% de participación sobre un registro electoral de 20 millones de personas.
Es decir, sólo el 29% del registro de electores, uno de cada tres venezolanos inscritos para votar, habría sufragado por Maduro en las elecciones presidenciales venezolanas con menor participación de toda la historia desde que se instauró el voto popular y directo en 1946.
En la también cuestionada elección de 2013, por Maduro sufragaron 7,5 millones y el 30 de julio de 2017 ocho millones lo habrían hecho por su Asamblea Nacional Constituyente (ANC). Muy lejos de los 10 millones que había pedido en esta ocasión.
En la elección presidencial de 2013 votaron 79% de los electores. En las dos últimas elecciones en las que participó el expresidente Hugo Chávez, 2006 y 2012, sufragaron 74% y 80,5% respectivamente. La de más alta participación del último medio siglo fue la de 1988 con 87%, cuando fue reelegido Carlos Andrés Pérez.
Zona de turbulencias
A lo anterior agréguese la larga lista de irregularidades denunciadas en este proceso, que llevaron a la mayoría de los partidos de la MUD a no participar, a los que sí lo hicieron a desconocerlo y a la mayoría de los gobiernos democráticos de América a no reconocerlo.
Entre las denuncias más frecuentes se encuentra el denominado carnet de la patria, un mecanismo más o menos sofisticado de control social y compra de votos, tal como el propio candidato-presidente no tuvo empacho en reconocer en la campaña. Ayer fue (según la propia versión oficial) la columna vertebral de la movilización electoral del chavismo-madurismo.
Misión cumplida!!! #JuntosTodoEsPosible No te fallamos @NicolasMaduro, Seguiremos protegiendo a nuestro pueblo con los planes sociales y el Plan de la Patria 2019-2025. #GanoVenezuela pic.twitter.com/2AzmtlPQfR
— Carnet de la Patria (@CarnetDLaPatria) 21 de mayo de 2018
Estos resultados fortalecen a la oposición que mayoritariamente llamó a no votar, consolidan el respaldo de las democracias del continente a esa línea y abren un espacio para la reunificación con los electores que apoyaron a Henri Falcón.
Por otra parte Nicolás Maduro y su gobierno entran ahora en una zona de turbulencias, en medio del caos económico, de la protesta social generalizada (en Venezuela hay un promedio de 30 protestas diarias en los barrios y poblaciones más pobres) y con un disminuido respaldo interno y externo.
Sin embargo, este domingo se manifestó un apoyo que para él es crucial: el poder militar. Minutos antes que la presidenta del CNE anunciara las cifras, el Comando Estratégico Operacional de la Fuerza Armada Nacional (CEOFANB), encabezado por el ministro de la Defensa, mayor general Vladimir Padrino López, le dio su soporte.
Si pese a esto la oposición que llamó a la abstención es capaz de capitalizar este éxito y con ello provocar una crisis política que desemboque en un cambio de poder, es algo que aún está por verse.