Rogelio Núnez (ALN).- El regreso del peronismo a la Casa Rosada con Alberto Fernández como presidente a partir del 10 de diciembre supone asimismo la vuelta de la líder y caudilla del kirchnerismo, Cristina Kirchner, al centro del poder ahora en calidad de vicepresidenta y factótum de la candidatura del mandatario electo. La estela de Cristina Kirchner podría ser seguida por otros como Rafael Correa en Ecuador, Lula da Silva en Brasil, Leonel Fernández en República Dominicana e incluso por el recién defenestrado Evo Morales.
El caso de Cristina Kirchner, una caudilla destronada que regresa, no parece que vaya a ser único en la región latinoamericana. Hay otros muchos candidatos que perdieron el poder y ahora planean regresar aprovechando que los oficialismos actuales, responsables de apartarles, atraviesan por momentos de grandes dificultades.
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La mujer que en 2015 estaba presuntamente liquidada como figura política ha resucitado cuatro años después. No logró retener el poder en 2015 apoyando como sucesor a Daniel Scioli, pero su jugada cuatro años después ha sido plenamente exitosa. En abril de 2019 decidió retirarse de la primera fila, acudir a las elecciones como vicepresidenta y elegir ella al cabeza de cartel, Alberto Fernández.
Sin ella al frente el peronismo, dividido en kirchnerista y antikirchnerista, se reunificó en torno a Alberto Fernández y acabó arrollando a Mauricio Macri que perdió por 15 puntos en las PASO (las internas del mes de agosto) y por ocho en las presidenciales del 27 de octubre.
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El propio Fernández ha relatado cómo fue el elegido. Cuando llegó a la casa de la expresidenta, “ahí me dijo que después de pensarlo mucho, creía que ella tal vez podía ganar, pero que le iba a costar gobernar por el enfrentamiento de la Argentina. Entonces el candidato tenés que ser vos”.
Ahora la gran duda es quién gobernará realmente Argentina: la dueña de la mayoría de los votos y de muchos de los diputados (Cristina Kirchner) o el señor presidente con todos sus atributos presidenciales (Alberto Fernández).
Como señalara Carlos Malamud en ALnavío, “yo no creo que sea una marioneta en manos de Cristina Fernández. El problema es quién mandará más. En principio será el presidente quien tome el control del gobierno. Tanto en Argentina como en América Latina los sistemas son fuertemente presidencialistas, por lo que Alberto Fernández parte con una posición de supremacía. Veremos si es capaz de articular una coalición potente con gobernadores, sindicatos, empresarios y otros actores políticos y sociales para construir ese poder que tanto añora. De partida esa situación ideal de ganar con más de 50% de los votos no se ha cumplido. Y encima el gobierno se va a encontrar con un Parlamento fragmentado. Con mayoría en el Senado, pero no en la Cámara de Diputados. Se avecina una legislatura en la que será necesario negociar”.
Los otros caudillos que planean regresar
La estela de Cristina Kirchner podría ser seguida por otros como Rafael Correa en Ecuador, Lula da Silva en Brasil, Leonel Fernández en República Dominicana e incluso el recién defenestrado Evo Morales en Bolivia.
Lula: “Estoy libre, con muchos deseos de luchar”
La puesta en libertad de Lula da Silva el pasado 8 de noviembre ha colocado sobre la mesa la posibilidad de que el expresidente acabe convirtiéndose en el principal referente no sólo del PT sino de una izquierda brasileña que busca un antídoto contra Jair Bolsonaro quien, por su lado, logró en 2018 aglutinar, en torno a él, el voto antilulista.
Lula sigue levantando pasiones entre sus seguidores, tiene una alta intención de voto y un elevado suelo de apoyo y, sobre todo, mantiene su rol de líder carismático de masas casi intacto. Sigue encarnando la última época de bonanza brasileña (2003-2010) y la sombra de la corrupción, si bien le ha afectado, lo ha hecho mucho menos de lo que se esperaba pues disfruta de un efecto teflón entre sus partidarios que lo ven como una conspiración para evitar que regrese al poder.
Si bien su puesta en libertad puede ser temporal (cumple una pena de ocho años y 10 meses por corrupción), en su primer discurso al salir de prisión ya dejó entrever que regresa a la arena política: “Ustedes eran el alimento de la democracia que yo necesitaba para resistir el descaro y la canallada que un sector podrido del Estado brasileño tuvo conmigo y con la sociedad brasileña”, dijo Lula, emocionado. “Salgo con el mayor sentimiento de agradecimiento. Tengo ganas de probar que este país puede ser mucho mejor cuando tenga un gobierno que no le mienta por Twitter como Bolsonaro miente. Brasil no mejoró, Brasil empeoró”.
Con su excarcelación Lula se ha convertido ya en la cabeza visible de la oposición a Bolsonaro. “Brasil no merece el gobierno que tiene. Si utilizamos la cabeza y trabajamos bien, en 2022, la denominada izquierda a la que Bolsonaro tanto teme derrotará a la ultraderecha”, dijo. Lula pretende recorrer Brasil movilizando a sus bases, para revitalizar a su partido con vistas a las elecciones municipales que se celebrarán en octubre de 2020. De esta manera la izquierda encuentra un líder galvanizador mientras la derecha vive momentos de división entre los partidarios del presidente y quienes aspiran a construir una alternativa situada más al centro.
El posible regreso de Lula tiene por delante dos grandes hándicaps. El primero es judicial. Debido a la ley de la ‘Ficha Limpia’, aprobada durante su gobierno, no podría presentarse a las elecciones de 2022, ya que esa norma impide que haya candidatos condenados por corrupción en primera instancia. Para ser presidenciable de nuevo, el Supremo tendría que anular la condena.
Otro hándicap es su edad (tiene 74 años) pero Lula es un animal político herido y con ganas de revancha: “No encarcelaron a un hombre, quisieron matar las ideas. Hay que seguir luchando”.
Todo parece desembocar en un duelo entre Bolsonaro y Lula con vistas a 2022. Si el exmandatario ha empezado desde el minuto uno polarizando con el presidente, este no ha dudado en entrar en la pugna: “No entreguen munición al sinvergüenza, que está libre por el momento pero lleno de culpabilidad”, agregó, sin referirse a Lula por su nombre.
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De todas maneras, como recuerda, Juan Arias en El País, “el escenario de Lula disputando los comicios de 2022 con Jair Bolsonaro o Sérgio Moro ya no es imposible. Y en ese caso estaríamos ante las elecciones políticas del siglo, no sólo para Brasil sino para el mundo. Por dos motivos. El primero porque el encarcelamiento de Lula ha repercutido en todo el mundo hasta el punto que se había pedido para Nobel de la Paz y su prisión había sido comparada a la de Nelson Mandela, el líder carismático de Sudáfrica. A Lula se le ha visto como una víctima de una conjura política que le impidió presentarse a las elecciones, las cuales ganó el ultraderechista Jair Bolsonaro. Los sondeos, de entonces, daban a Lula como ganador en todos los escenarios electorales”.
Otros ejemplos: de Rafael Correa a Leonel Fernández
En América Latina, otros caudillos destronados sueñan con regresar. Por ejemplo, Rafael Correa, que dominó Ecuador entre 2007 y 2017, dejó en la Presidencia a un teórico aliado como Lenín Moreno, quien acabó rompiendo con él. Ahora, Correa, autoexiliado en Bélgica huyendo de los casos de corrupción que le persiguen, diseña su regreso a la política ecuatoriana.
Y su estrategia es similar a la de Cristina Kirchner. Elegir alguien “potable” para otro tipo de votante no correísta y él ir como vicepresidente. En mayo, Correa ya anunció la posibilidad de lanzarse para la Vicepresidencia. En una entrevista con EFE, dijo que “probablemente se busque a alguien que no sea tan cercano al proceso de la Revolución Ciudadana”. Días más tarde, el expresidente lanzó dos nombres de posibles candidatos a la Presidencia a los que él podría acompañar en el binomio: María Isabel Salvador, excanciller de Correa y hermana del actual procurador, Íñigo Salvador. El periodista Xavier Lasso Mendoza, hermano de Guillermo Lasso, líder de CREO y precandidato presidencial.
En una reciente entrevista en El País Correa admitía que piensa en volver a la política del país andino: “Sí, yo quería retirarme de la política, pero tendré que estar presente donde sea más necesario para evitar la destrucción total del país y para protegerme. Mi canciller [Roberto Patiño] está asilado aquí porque sacaron una orden de prisión ¡por un discurso! Si eso lo hubiera hecho un gobierno de izquierda, EL PAÍS lo hubiera sacado cada semana en sus titulares y hubiera dado la vuelta al mundo, pero como es un gobierno de derecha no pasa nada. Ecuador es el país que más lejos ha ido en la desinstitucionalización, más que Argentina, más que Brasil, pero como es un país pequeño y es contra Correa no pasa nada. Entonces, ¿cómo se soluciona esto? Ganando las elecciones y si para eso es necesaria mi presencia, ahí estaremos”.
Otro ejemplo es Leonel Fernández, quien fuera presidente de la República Dominicana entre 1996 y 2000, y entre 2004 y 2012. Tras perder este mes de octubre las internas de su partido (PLD) ante Gonzalo Castillo (apadrinado por el actual mandatario, Danilo Medina, rival de Leonel) ha decidido montar su propia organización (La Fuerza del Pueblo) para regresar a la Presidencia.
Leonel movilizó a comienzos de año a sus partidarios para evitar que Danilo Medina, en el poder desde 2014, pudiera reformar la Constitución para optar a la reelección. Lo consiguió, pero en las internas posteriores perdió ante el candidato apadrinado por el mandatario. Su vendetta ha sido conformar una nueva agrupación, cooptar a miembros del PLD y reunir en torno a su liderazgo a partidos pequeños como Bloque Institucional Socialdemócrata (BIS); Fuerza Nacional Progresista (FNP); Unidad Nacional (PUN); Quisqueyano Demócrata (PQDC) y Partido de los Trabajadores Dominicanos (PTD).
Con ese sustento sueña con volver al poder en 2020 y desplazar del mismo al que fuera su partido, el PLD.
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Evo Morales, el último caudillo destronado
Finalmente, sería un error considerar que un caudillo recién destronado como Evo Morales ha acabado su carrera política. Sin duda entre sus planes está regresar. Y es factible por varias razones.
En primer lugar, sabe que tiene detrás de él una base social muy amplia. El Chapare, la región donde nació como líder social, sigue siendo su bastión político. Además, las encuestas mostraban que contaba con 35-40% de respaldo a escala nacional.
Además, como un caudillo latinoamericano típico está obsesionado por el poder y por retenerlo. Por eso incumplió su palabra de no volver a ser candidato para 2020 (lo dijo allá por 2014) y convocó un referéndum para legitimar su intención de reformar la Constitución que le impedía postularse. Cuando en 2016 las urnas le dijeron “No”, pasó por encima del texto constitucional y apoyándose en unas instituciones cooptadas por el oficialismo logró ver cumplido el sueño de presentarse a la reelección. Y cuando los resultados del pasado 20 de octubre le daban la espalda realizó un fraude para ser reelecto en primera vuelta. Esto desencadenó las protestas generalizadas en el país que condujeron a su renuncia tras perder el apoyo de las fuerzas de seguridad (policía y ejército).
Asimismo, tiene una bandera a la que agarrarse: la del victimismo (sostiene que su caída se debe a un golpe de Estado en su contra) y encuentra el apoyo de la izquierda regional que se ha solidarizado con el exmandatario. Al huir a México dejó en Twitter un mensaje muy claro sobre sus intenciones de futuro: “Hermanas y hermanos, parto rumbo a México, agradecido por el desprendimiento del gobierno de ese pueblo hermano que nos brindó asilo para cuidar nuestra vida. Me duele abandonar el país por razones políticas, pero siempre estaré pendiente. Pronto volveré con más fuerza y energía”.
El nuevo gobierno, sea el que sea, tendrá que poner en marcha reformas y ajustes necesarios pero que, dada su posible dureza, conducirán a recordar los años de Morales como los de la bonanza, lo cual favorecerá sus planes de volver de una forma u otra.
Evo no es un cadáver político y su sombra va a estar sobrevolando la nueva Bolivia que resucita a la histórica: un país violento, inestable y fracturado política, geográfica, social y étnicamente. Por eso, Pablo Stefanoni, periodista e historiador argentino, sostiene que “lo que es difícil saber, hoy, es si este golpe será suficiente para acabar con su liderazgo. Morales se formó precisamente en el barro de esa región subtropical y se curtió como un dirigente político a prueba de debilidades”.