Zenaida Amador (ALN).- Juan Guaidó sabe que su vuelta al país es una nueva medición de fuerzas con Nicolás Maduro. Él es el centro de la atención global, es reconocido por buena parte de la comunidad internacional como el presidente legítimo de Venezuela y está al frente de la cruzada por restaurar la democracia en la nación. En esencia, es la esperanza de un cambio que Maduro quiere anular. El riesgo es alto, especialmente tras las últimas muestras de radicalización de Maduro, quien ya no pierde tiempo en el cuidado de las formas a la hora de tratar de alcanzar sus objetivos.
“Ejercer la política en Venezuela tiene un alto riesgo que se puede pagar con la vida”, aseguró Juan Guaidó. El comentario lo hace a propósito de casos como el de Leopoldo López, el principal preso político de Nicolás Maduro (con 5 años privado de libertad), y del concejal Fernando Albán, quien murió en extrañas circunstancias estando detenido por el Servicio Bolivariano de Inteligencia.
Guaidó, como presidente de la Asamblea Nacional, asumió las funciones ejecutivas del país de forma interina el pasado 23 de enero, dada la usurpación de la Presidencia por parte de Maduro, cuyo período constitucional culminó el 10 de enero. Luego de esto, el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) de Maduro le dictó prohibición de salida del país y le congeló las cuentas bancarias, entre otras medidas, mientras avanza una investigación en su contra por la “comisión de delitos graves que atentan contra el orden constitucional”.
Guaidó dijo que el ejercicio de sus funciones “debe ser en Caracas, sin duda alguna (…) Un preso no le sirve a nadie, pero un presidente exiliado tampoco”. Por ello afirma que regresará y los venezolanos y el mundo están atentos a ese momento
Sin embargo, Guaidó llegó a Colombia el viernes 22 de febrero para liderar las operaciones de ingreso de la ayuda humanitaria a Venezuela. Dijo que cruzar la frontera había sido posible porque las fuerzas armadas “participaron en este proceso” y que estaría por volver al país.
Ante tal situación, Maduro aseguró que Guaidó debe “verle la cara a la justicia” y que de eso se ocupará el TSJ. En este sentido Juan Carlos Valdez, magistrado del TSJ, ya indicó que Guaidó “es un prófugo de la justicia. ¿Qué pasa cuando alguien está prófugo de la justicia y entra nuevamente al país y las autoridades lo detectan? Tiene que ser capturado y llevado a prisión (…) puede cumplir no menos de 30 años por los delitos (que se le imputarían), y eso porque aquí (en Venezuela) no se puede condenar a una pena mayor”.
A esto se enfrenta Guaidó, quien ya dijo que el ejercicio de sus funciones “debe ser en Caracas, sin duda alguna (…) Un preso no le sirve a nadie, pero un presidente exiliado tampoco”. Por ello afirma que regresará y los venezolanos y el mundo están atentos a ese momento.
Pero lo cierto es que el régimen de Maduro hasta ahora no ha podido con Guaidó. Hubo un primer amago de detenerlo y la operación se le revirtió al gobierno, viéndose obligado a detener a los funcionarios policiales que ejecutaron una orden que nadie asumió. El día que juró como Presidente encargado se temió que podía ser detenido. Las primeras horas fueron de tensión y nada ocurrió. Desde entonces, Guaidó ha desarrollado su plan político, y lo que se ha visto es a un régimen impotente, incapaz de actuar contra él. ¿Qué puede ocurrir ahora?
En un mensaje de voz que hizo circular por las redes Guaidó llamó al pueblo venezolano a “mantenerse en las calles”, a una “movilización nacional” para su regreso al país y, una vez más, no descartó que “todas las opciones” deben ser consideradas para el fin de la usurpación de Maduro y el regreso de la democracia a Venezuela.
Guaidó espera liderar las acciones para que la ayuda humanitaria finalmente entre al territorio, así como dirigir el avance en la toma de control institucional del país, que ya ha iniciado con activos estratégicos como Citgo. Su accionar es clave mientras la comunidad internacional discute sobre el alcance de su intervención en la crisis venezolana y se materializan nuevas y más profundas sanciones contra el régimen de Maduro que propicien un gobierno de transición hasta la elección de un nuevo mandatario.
Su regreso al país sería la segunda gran confrontación de Guaidó a Maduro. La primera ocurrió este 23 de febrero, al tratar de ingresar la ayuda humanitaria internacional pese a la negativa de Maduro. En la fecha pactada, y con los ojos del mundo siguiendo la evolución del proceso, Maduro respondió haciendo uso de su poder de fuego.
Y es que a propósito del 23 de febrero Maduro ha mostrado su peor rostro. Ya no intenta parecer demócrata ni hace esfuerzo alguno por evitar exponer sus desmanes. De hecho, poco le importa lo que la comunidad internacional opine sobre sus actos y ya expresa abiertamente la decisión de radicalizarse para sostenerse en el poder.
Maduro se radicaliza
Lo que viene sucediendo desde el pasado viernes en las zonas fronterizas para frenar la entrada de la ayuda humanitaria es sólo una muestra de esta determinación. En estas acciones intervinieron grupos armados -paralelos a la Fuerza Armada– que fueron desplegados por Maduro para arremeter contra civiles desarmados e imponer la ley del miedo. Además del saldo de asesinados y heridos, la arremetida incluyó persecuciones, allanamientos y distintas formas de violencia.
Y, según Delcy Rodríguez, vicepresidenta de Maduro, solamente se ha visto “un pedacito de lo que nosotros estamos dispuestos a hacer”.
Viene una nueva medición de fuerzas, un nuevo punto de tensión. Guaidó se limita a señalar: “Voy a regresar esta semana a Caracas y si insisten en encarcelarme, tengan en cuenta que hay toda una estrategia montada que el pueblo sabe cuál es (…) Habrá una respuesta sin precedentes, tanto de la gente como de la comunidad internacional”
Como parte de esta radicalización, este lunes Maduro retuvo a un equipo reporteril extranjero de Univisión, liderado por Jorge Ramos, tras molestarse por las preguntas que le hacían en una entrevista. No sólo fueron encerrados en el palacio de Gobierno por horas, sino que además les fueron arrebatados los teléfonos, cámaras y demás equipos de trabajo, para luego dejarlos salir con cerco policial y deportarlos de Venezuela.
Esta es la cara que Maduro le planta a Guaidó en su regreso. Viene una nueva medición de fuerzas, un nuevo punto de tensión. Guaidó se limita a señalar: “Voy a regresar esta semana a Caracas y si insisten en encarcelarme, tengan en cuenta que hay toda una estrategia montada que el pueblo sabe cuál es (…) Habrá una respuesta sin precedentes, tanto de la gente como de la comunidad internacional”.
En este sentido ya hay manifestaciones concretas. “Queremos responsabilizar al usurpador Maduro de cualquier acción violenta contra Guaidó, su señora o sus familiares, lo cual se convertiría, no solamente en otro crimen, sino que daría lugar a una situación internacional que obligaría a actuar colectivamente al Grupo de Lima acudiendo a todos los mecanismos legales y políticos”, dijo este lunes el canciller colombiano, Carlos Holmes Trujillo, en nombre del Grupo de Lima.
Este martes, según El Nuevo Herald, un alto funcionario del Gobierno de EEUU dijo que si algo le pasa a Guaidó sería “una de las últimas decisiones” de Maduro.
Maduro, por su parte, sostiene: “Estoy dispuesto a vivir para defender mi patria y estoy seguro que voy a vivir (…) Nunca me rendiré (…) seré premiado con la victoria, estoy seguro de eso”.