Juan Carlos Zapata (ALN).- A Maduro, a Cabello, a Delcy Rodríguez, al régimen, quizá los haya descontrolado que Guaidó no cayó en la trampa que le tendieron a su llegada al aeropuerto internacional. Pese a los insultos y amenazas, pese a las agresiones, el Presidente Encargado mantuvo un control a la altura de su posición. Controló la rabia. Controló el miedo, porque también hay miedo. Al mismo tiempo tenía que saludar a algunos partidarios. Tenía que sonreír. Y caminar, seguir adelante sin detenerse, y hasta soltarle un discurso a la dirigente chavista que el régimen designó para el trabajo sucio.
Porque el régimen de Maduro actúa con precisión quirúrgica. Y en el entendido de que no puede apresar a Juan Guaidó, lo hace con el tío de este, bajo la acusación de transportar material explosivo. Toda la furia de Maduro y Diosdado Cabello, toda la rabia de Delcy y Jorge Rodríguez, caerá sobre Juan José Márquez. No es la primera vez que ocurre.
Porque le vieron una actitud sospechosa. Porque en el rostro reflejaba que podía ser un terrorista y que podía cometer un acto terrorista. Cosas así hay en el expediente de Juan José Márquez, el tío de Juan Guaidó. El abogado Joel García vio el expediente, vio un acta levantada por la División de Inteligencia Militar, DGCIM, y concluyó: Este es un burdo montaje. El montaje de que Márquez, piloto de profesión, llevaba consigo, en el avión que lo llevó de Lisboa a Venezuela, material explosivo C-4. Un avión de TAP, la línea portuguesa que ya rechazó por imposible tal posibilidad por los controles estrictos que ejerce. El abogado calificó de absurda la acusación de que el tío de Guaidó portaba explosivos y de que iba a cometer actos terroristas. Por lo pronto le han imputado los delitos de tráfico de armas y explosivos.
Contra Juan José Márquez recaerá toda la furia del régimen. La furia de Nicolás Maduro. La furia de Diosdado Cabello, que ya lo acusó en el programa de televisión que conduce. La furia de Delcy Rodríguez, que aún sufre la rabia de no haber podido ingresar a Madrid y ahora es conocida como “torturadora”. La furia del poder madurista. Y le harán al tío lo que no pueden hacerle y lo que quieren hacerle a Juan Guaidó.
Apresarlo.
Vejarlo.
Meterlo en la tenebrosa cárcel de El Helicoide.
Meterlo en la cárcel del DGCIM.
Aislarlo.
Incomunicarlo.
Llevarlo a la prisión conocida como La Tumba.
Negarle sus derechos.
Torturarlo.
Impedirle ver a la familia.
Ya Cabello lo dijo todo y este es el libreto en desarrollo: “Fue detenido un señor que dice ser tío de Juanito Alimaña [Guaidó]. Este señor traía dentro del avión material muy peligroso, violó las normas de aeronáutica civil, entró a un vuelo con chaleco antibala. Traía unas linternas tácticas las cuales en su interior había sustancias explosivas, C-4 [poderoso explosivo plástico]. ¿Qué más traía? Un manual de Israel, un pendrive con unos archivos y el contacto de alguien del servicio secreto en su teléfono”.
A Maduro, a Cabello, a Delcy Rodríguez, al régimen, quizá los haya descontrolado que Guaidó no cayó en la trampa que le tendieron a su llegada al aeropuerto internacional.
Juan José Márquez fue detenido este mismo martes 11 de febrero cuando Guaidó ingresaba a Venezuela al cabo de la exitosa gira internacional que lo llevó por Bogotá, Londres, Bruselas, Davos, París, Ottawa, Miami y Washington, donde se reunió con el presidente Donald Trump. Guaidó logró que la comunidad democrática le ratificara su reconocimiento como Presidente Encargado de Venezuela. Guaidó y su tío se encontraron en Lisboa donde tomaron el vuelo de TAP.
El ministro de Asuntos Exteriores de Portugal rechazó la acusación. Augusto Santos Silva señaló que «la posición de Portugal y de la Unión Europea es simple: “la grave crisis que vive Venezuela que afecta a casi un millón de venezolanos con nacionalidad europea no se resuelve con intimidaciones y detenciones arbitrarias”. Tan arbitraria, que el abogado de Guaidó señaló que a los funcionarios policiales del DGCIM les “llamó la atención” que el tío de Guaidó “tenía una bandera de Venezuela con siete estrellas y el caballo mirando hacia la izquierda”. La descripción remite a la bandera de antes, porque la impuesta por Hugo Chávez tiene ocho estrellas y el caballo mira de frente.
A Maduro, a Cabello, a Delcy Rodríguez, al régimen, quizá los haya descontrolado que Guaidó no cayó en la trampa que le tendieron a su llegada al aeropuerto internacional. Pese a los insultos y amenazas, pese a las agresiones, el Presidente Encargado mantuvo un control a la altura de su investidura. Controló la rabia. Controló el miedo, porque también hay miedo. Al mismo tiempo tenía que saludar a algunos partidarios. Tenía que sonreír. Y caminar, seguir adelante sin detenerse, y hasta soltarle un discurso a la dirigente chavista que el régimen designó para el trabajo sucio. Pero Guaidó no perdió la compostura. Eso hubiera querido Cabello para transmitir el video por televisión esa misma tarde. Con cabeza fría, Guaidó no agredió ni insultó a quienes lo hacían contra él: Unos “espontáneos”, dijo Cabello que eran quienes enfrentaron a Guaidó en la terminal. El presidente de la ilegítima Asamblea Nacional Constituyente también advirtió que a donde llegue Guaidó llegará también “el pueblo”, “reclamando” contra las sanciones y el intervencionismo. O sea, según Cabello, las escenas de violencia contra Guaidó se van a repetir.