Ysrrael Camero (ALN).- Pedro Sánchez, con la ventaja que otorga ser presidente en funciones, ha hecho uso del control que lleva de los ritmos de la política para ir cercando progresivamente a las dos fuerzas que se proyectaban, hasta hace poco tiempo, como supuestas “regeneradoras” de la política española: Podemos y Ciudadanos.
La pausa de verano está concluyendo y el tiempo vuelve a correr sobre los partidos españoles para formar gobierno o desembocar nuevamente en unas elecciones generales en noviembre.
Pedro Sánchez, con la ventaja que otorga ser presidente en funciones, ha hecho uso del control que lleva de los ritmos de la política para ir cercando progresivamente a las dos fuerzas que se proyectaban, hasta hace poco tiempo, como supuestas “regeneradoras” de la política española: Podemos y Ciudadanos.
El dilema de Unidas Podemos (UP) y de Pablo Iglesias es bastante claro. De ir a unas nuevas elecciones puede seguir perdiendo escaños y votos hasta compartir el mismo espacio periférico con IU. Pero su pacto con el PSOE tampoco es una salida fácil. Cada día que pasa el perfil renovador de UP va descascarándose y desluciéndose, y el liderazgo de Iglesias se opaca, eso implica que su margen de maniobra en una negociación se reduce.
El 23 de septiembre cierra el plazo para la disolución automática de las Cortes en caso de que no exista un acuerdo de gobierno. Estamos en una semana clave de negociaciones para saber si España tendrá unas nuevas elecciones generales en otoño. Serían las cuartas en cuatro años.
Las más recientes encuestas muestran que se va clarificando el factor dominante dentro de los bloques de izquierda y derecha del espectro político español.
El PSOE, gobierno en mano, consolida su liderazgo en las izquierdas, incrementando su ventaja, no sólo frente a sus adversarios ideológicos sino también por encima de sus competidores dentro del bloque progresista. El sueño de un sorpasso ha quedado para la política ficción, al menos de momento.
El PP, con un Pablo Casado que se muestra renovado, crece moderadamente, alimentándose del descenso de Ciudadanos, que escogió suicidarse como competidor en medio de una pataleta, y de la caída de Vox, que se desinfla como alternativa radical para los votantes conservadores.
Los nuevos, ¡o corren o se encaraman!
Así las cosas, unas elecciones otoñales podrían traer consigo la resurrección de un bipartidismo suavizado con los bloques de izquierda y derecha dominados por sus partidos tradicionales, PSOE y PP. A pesar de que seguirían necesitando de socios para gobernar. Esto representa una amenaza para las nuevas organizaciones, quienes verían esfumarse sus votos y escaños tras desaparecer lo que era su promesa principal: ser los regeneradores de la política.
El dilema de Unidas Podemos (UP) y de Pablo Iglesias es bastante claro. De ir a unas nuevas elecciones puede seguir perdiendo escaños y votos hasta compartir el mismo espacio periférico con IU. Pero su pacto con el PSOE tampoco es una salida fácil. Cada día que pasa el perfil renovador de UP va descascarándose y desluciéndose, y el liderazgo de Iglesias se opaca, eso implica que su margen de maniobra en una negociación se reduce.
Esto lo sabe el PSOE, que siempre preferiría gobernar solo y de manera estable. El 3 de septiembre Pedro Sánchez presentó una “Propuesta abierta para un programa común progresista”, con 370 medidas que van desde el empleo digno y la lucha contra la desigualdad social hasta las políticas frente a la emergencia climática y la estructura territorial. Este programa, que tanto se parece a oferta electoral, integra el núcleo de la plataforma programática del PSOE con la suavización de elementos previamente propuestos por Unidas Podemos. Es el último gesto.
Ya Sánchez ha dicho que negociará programas y políticas, pero la selección de los cargos y las cargas corre por cuenta del PSOE. Y UP necesita mostrar músculo ejecutivo, acción de gobierno, para que sus antiguos aliados no lo sigan despedazando, tajo a tajo, en la izquierda.
Puede UP escoger la vía tomada por IU, apoyar la investidura y pasar a la oposición, dejando al PSOE solo con sus 123 escaños. Pero es una alternativa que resulta amarga para los socialistas, quienes prefieren una coalición estable, pero sin Podemos en el gabinete.
La fuerza gravitatoria del poder marca el devenir en las izquierdas. Alrededor del PSOE y de Pedro Sánchez se va nucleando el electorado progresista, que no quiere ver el retorno de las derechas al gobierno. Economía del voto le llaman.
Pero la encrucijada también pinta mal para Ciudadanos (Cs). Prometió regenerar la política desde un centro liberal. Luego decidió sustituir a un decaído PP como hegemón de las derechas conservadoras. Finalmente, terminó aliándose con los populares en una ecuación donde siempre perdían los naranjas. Las encuestas señalan que el electorado le cobrará el vaivén a Cs abandonándolos en tropel. Unas nuevas elecciones podrían representar su hundimiento político.
A pesar de que Albert Rivera se niega siquiera a hablar con Pedro Sánchez, estableciendo una línea intransigente, la coyuntura lo conduce a una encrucijada desagradable. ¿Podría Ciudadanos terminar viéndose obligado a abstenerse para permitir la investidura de Sánchez y conservar sus escaños en el Congreso? En caso de negarse, tras desembocar en las elecciones de otoño, ¿podrían evitar que el PP se los trague?
La trayectoria política de Vox podría terminar siendo un viaje de ida y vuelta que empieza y termina dentro del PP. La radicalización de algunos dirigentes conservadores que decidieron montar tienda aparte se vinculó con la escalada del independentismo catalán. Al catalanismo independentista se le respondió desde el españolismo tradicionalista. Pero su peso real, en votos y escaños, estuvo por debajo de las expectativas (y miedos) creados. Ante la promesa de un terremoto que nunca ocurrió, una buena parte de su electorado puede terminar regresando al PP. Otra cosa es la ganancia que tienen al desarrollar una estrategia de negociación efectiva, que se aprovecha de los miedos y debilidades del PP y de Cs. Las elecciones de otoño podrían representar el fin de un fenómeno.
Queda por dilucidar el enigma catalán, especie de pivote retórico alrededor del cual ha venido girando el discurso político español los últimos años. Es probable que el independentismo haya tocado techo al acariciar la posibilidad de tomar el control de la Alcaldía de Barcelona. Pero el movimiento del PSC y Manuel Valls para ratificar a Ada Colau fulminó esa oportunidad.
La sentencia contra los acusados del procés promete ser el próximo capítulo de este drama, con potenciales consecuencias políticas. Pero el desplazamiento que ha hecho la Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) de los restos del mundo convergente marca la posibilidad de otra pauta: el desescalamiento del proceso catalán. Es una de las promesas clave de Sánchez, retornar a Cataluña al seno del proyecto común. La abstención de ERC que le permitiera gobernar al PSOE sería un paso más en ese sentido.
Una lejana promesa… ya olvidada
Tras la crisis de 2008, en medio de un ambiente de desconfianza y descrédito contra los políticos, los partidos y las élites españolas, la indignación fue constituyendo, de un lado y del otro, un espacio para la aparición de una propuesta regeneracionista de la política española.
¿Cómo queda Venezuela ante un posible gobierno PSOE-Podemos en España?
Del seno indignado de las izquierdas y del progresismo, con un guiño de transversalidad, emergía Podemos. Del seno del centro, en medio de una escalada nacionalista, emergió Ciutadans desde Cataluña, al que los moderados de derecha veían como un mal menor frente a la irrupción podemita. Hoy estas dos alternativas lucen deslucidas y descascaradas. Atrapadas finalmente en la política de bloques por la ley de la gravedad y la economía del voto.
El epílogo amenazante
Al último gobierno socialista, el de José Luis Rodríguez Zapatero, lo sentenció una crisis económica global. La economía mundial se está desacelerando y al parecer una nueva recesión se encuentra al doblar la esquina, bien sea a finales del presente año, bien sea en 2020. Un Brexit duro tendrá consecuencias negativas en el mundo, en Europa y en España. El enfrentamiento comercial entre EEUU y China atemoriza a los inversores. Estos son los tiempos que Pedro Sánchez y el PSOE no controlan. Esta es la amenaza que se cierne. ¿Estar gobernando en 2020 es un caramelo envenenado?