Leticia Núñez (ALN).- Cuando Beatriz compró dos bonsáis para un compañero de trabajo nunca imaginó todo lo que vendría después. Su amigo le pagó las plantas con un décimo. El número, como ella misma recuerda, no podía ser “más feo”. ¿O quizá más bonito? Fue el segundo premio en el sorteo extraordinario de Navidad.
Los pelos de punta. El corazón a mil. Iba en el coche y tuvo que dar un frenazo. Le temblaba todo el cuerpo. Como cada 22 de diciembre, Beatriz escuchaba en la radio el sorteo de la Lotería de Navidad. Aquel día, hace ya siete años, la suerte le sonrió. Soñó y le tocó. Porque los sueños, a veces, se hacen realidad. En cuestión de segundos, 100.000 euros inundaron su bolsillo.
Los niños del colegio de San Ildefonso acababan de cantar el número 00147. Ella sabía que lo tenía. ¡Como para no saberlo! “Era el más feo”, dice a ALnavío. La historia que se esconde detrás del décimo no es menos peculiar que aquel bendito 147.
Dos bonsáis, sí, esos arbolitos que se cultivan en pequeños recipientes, tuvieron la ‘culpa’ del premio. Beatriz había comprado unas semanas antes del sorteo dos bonsáis para un compañero de trabajo. Le costaron 20 euros. Pero el compañero, en vez de pagárselos en efectivo, le ofreció un décimo de lotería. El del 147. De primeras, ella se negó. No jugaba demasiado a la lotería. Y un número tan “feo” tampoco le motivaba.
Pero el compañero insistió. Y a ella, con 30 años recién cumplidos, le cambió la vida. Cuenta que no ha hecho grandes derroches. Compartió el premio con su marido y ambos, que hacía no mucho se habían comprado un piso en Aranda de Duero (Burgos), pagaron parte de la hipoteca, estrenaron coche y se fueron de vacaciones. “Ayuda a vivir un poco más holgados”, apunta.
De aquel 22 de diciembre de 2010 también recuerda que iba a preparar coliflor para comer, pero con la explosión de felicidad se fue a comprar percebes. Y de ahí al trabajo. Sin tregua. Eso sí, con otra ilusión. La lotería les había tocado a muchos compañeros. Las sonrisas les delataban. Salvo a quien repartió la suerte. Curiosamente, cuando Beatriz le llamó para decirle que el número de los bonsáis estaba premiado, él dormía.
También menciona que llamó a su padre y que éste le decía que era mejor que no se lo contara por teléfono por si alguien les escuchaba. Más tarde fueron al banco. No sólo ingresaron el premio. También les regalaron un juego de sartenes que nunca antes les habían ofrecido.
Sea como fuere, desde aquel 2010 Beatriz no ha vuelto a comprar más bonsáis, pero sí que sigue jugando en la lotería de Navidad. “Tengo más ilusión porque sé que sí te puede tocar”, dice. Y más allá del premio, asegura, “es la emoción que se vive”.
Como la que vivió Fernando (nombre inventado para proteger su anonimato) tanto en el año 2000 como en el 2012. Si se tiene en cuenta que la probabilidad de que toque un décimo es de 0,000011, el caso de este camionero de 50 años es extraordinario.
Beatriz nunca se olvidará del número 147: fue el segundo premio de la Lotería de Navidad en 2010
La suerte le ha sonreído tres veces. Tres, que se dice rápido. La primera, en el 2000, fue con motivo del sorteo de El Niño, que se celebra cada 6 de enero. El destino le reservaba dos premios más 12 años después. Uno en noviembre, en uno de los sorteos que tienen lugar cada sábado, y otro en diciembre, éste sí en el sorteo extraordinario de Navidad. Fue el segundo premio, dotado con 125.000 euros al décimo. No precisa cuántos décimos tenía, ni todo el dinero que ganó, sólo que fue “muchísimo” y que es millonario.
Como Beatriz, Fernando recuerda aquel 22 de diciembre como si fuera hoy. “Escuchaba la lotería en la televisión cuando dijeron que había tocado en Aranda. Se me pusieron los pelos de punta. Al principio no te lo crees. Miras el décimo, la tele, vuelves a mirar el décimo, después la tele… Y te pones a dar saltos de alegría”.
Dice que, por supuesto, la lotería le ha cambiado la vida. Pero eso sí, asegura que “sigue siendo el mismo”. Continúa trabajando de autónomo, aunque algo más relajado. Y, si le apetece viajar, lo hace. No ha perdido la cabeza. El premio del año 2000 lo invirtió en un local para el trabajo de su mujer, con quien tiene dos hijos, y en arreglar su piso. El camión ya lo tenía pagado. Así que con la lluvia de dinero del 2012 se decidió a comprar casa nueva y coches. Y, cómo no, a ayudar a la familia.
Él sigue jugando, aunque ahora dice que menos dinero. Mantiene algunos números fijos. Entre ellos, no podía faltar aquel 42.260 que tantas alegrías le dio hace cinco años. Dice el refranero español que “no hay dos sin tres”. A Fernando la suerte ya le ha sonreído tres veces. Rompe las estadísticas. Y está dispuesto a hacerlo una cuarta.