Antonio José Chinchetru (ALN).- En poco más de dos semanas el PP ha pasado de ser una formación en la que los líderes eran elegidos por medio del dedazo de los antecesores a convertirse en el partido con mayor democracia interna de España. Nunca antes seis aspirantes, la mayor parte de ellos con mucho peso interno, habían competido de verdad en unas primarias por dirigir una de las grandes organizaciones políticas de España. Y si Mariano Rajoy no va a tutelar el proceso, el aparato de la formación tampoco estará al servicio de uno de los aspirantes.
La carrera para suceder a Mariano Rajoy como presidente del PP no tiene precedentes en la historia democrática de España. Son seis los aspirantes que han presentado su candidatura o han anunciado que van a hacerlo. Jamás el liderazgo de un partido había sido disputado por tantos contendientes. El escenario parece más propio de una primarias presidenciales en EEUU que de la tradición política española. Y eso ocurre en una formación que hasta ahora era percibida por militantes y ciudadanos como la menos democrática en su funcionamiento interno del país.
Una expresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría; dos exministros, José Manuel García Margallo y María Dolores de Cospedal (que además es la secretaria general del partido); dos expresidentes autonómicos de Nuevas Generaciones (la organización juvenil del PP), Pablo Casado (que ocupa el puesto de vicesecretario de Comunicación) y José Luis Bayo; y el secretario ejecutivo de Relaciones Exteriores del Partido Popular, José Ramón García Hernández, han entrado en la competición por alcanzar el liderazgo del partido con más diputados y afiliados de España. Fuera se ha quedado el que muchos daban por casi seguro sucesor, y que era el preferido de gran parte del aparato de la organización. El presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, optó por no presentarse.
Nominalmente los presidentes del PP eran elegidos de forma democrática en los congresos de la formación, pero no pasaba de mera apariencia
La tradición del PP había sido hasta ahora muy diferente, consistía en el conocido popularmente como dedazo. Nominalmente los presidentes eran elegidos de forma democrática en los congresos de la formación, en los que las distintas comunidades autónomas estaban representadas por compromisarios con libertad de voto. Las formas se cumplían, pero no pasaba de mera apariencia. Por una parte, los compromisarios no eran elegidos por los afiliados sino por el aparato territorial, y solían votar en bloque lo que les ordenaran las correspondientes direcciones regionales. Por otra, estas obedecían con disciplina castrense a la cúpula nacional de la organización.
A Mariano Rajoy lo “propuso” en 2004 su antecesor, José María Aznar, y el congreso del PP se limitó a confirmar en octubre de ese año la decisión del expresidente del Gobierno. En 2008 fue ratificado, con unanimidad propia de la Bulgaria comunista, en el cargo sin que nadie compitiera contra él. Aznar llego al liderazgo de la formación por una vía similar. Fue “propuesto” por el líder histórico de la formación, Manuel Fraga, en el congreso en el que la antigua Alianza Popular se refundó como Partido Popular en 1989, y también entonces los representantes del partido con derecho a voto se limitaron a seguir las directrices marcadas por el líder saliente.
La militancia gana peso frente al aparato
Esas prácticas ya son cosa del pasado. Los aspirantes se enfrentan a un proceso abierto en dos vueltas. En la primera podrán votar todos los militantes del partido. Y en la segunda serán los compromisarios los que decidirán entre los dos candidatos que obtengan mayores apoyos. Y, por primera vez, lo harán sin recibir instrucciones desde la cúpula del partido. Además, si en la primera vuelta hay un aspirante que logre una diferencia muy abultada sobre los segundos, los compromisarios tendrán un mensaje muy claro sobre lo que quieren los afiliados, más allá de los deseos de las dirigencias de los aparatos autonómicos.
Ayuda a que este proceso sea más abierto el hecho de que ninguno de los aspirantes controle grandes aparatos territoriales
También ayuda a que este proceso sea más abierto, y por lo tanto con un mayor nivel de democracia interna, el hecho de que ninguno de los aspirantes controle grandes aparatos territoriales representados por muchos compromisarios. La única que tiene ese poder autonómico es De Cospedal, que lidera el PP de Castilla-La Mancha, y esta región cuenta con muchos menos representantes que otras regiones tan influyentes como Andalucía, Comunidad Valenciana y Galicia.
La competición que enfrentan los seis candidatos no sólo es una novedad interna en el PP. Lo es en el conjunto de los partidos españoles. Los dos grandes partidos de reciente creación, Ciudadanos y Podemos, han hecho gala de elegir a sus dirigentes en primarias. A nivel autonómico y local es cierto, y se han dado procesos con varios candidatos. Pero en el ámbito nacional esto no responde a la realidad de forma tan ajustada. En enero de 2017 el partido naranja celebró sus primarias, en las que Albert Rivera contó tan sólo con dos rivales, ambos militantes desconocidos para la inmensa mayoría de los afiliados. De esta manera, el resultado de la votación era más que previsible.
Coincidiendo con la fundación de Podemos en 2014, Pablo Iglesias fue elegido secretario general en una primarias a las que se presentaron muchos candidatos. Sin embargo, la realidad es que el resto eran desconocidos para la mayor parte de los militantes. En 2017 fue ratificado en unas elecciones internas en las que no había ningún otro aspirante al cargo.
El antecedente del PSOE
Hasta ahora tan sólo había habido un proceso de primarias en los partidos españoles que realmente pueda considerarse abierto y no diseñado para ratificar al líder ya establecido o propuesto por el anterior. Fueron las elecciones internas del Partido Socialista Obrero Español en mayo de 2017, que permitieron a Pedro Sánchez recuperar la perdida Secretaría General del partido. Se enfrentó a la presidenta de Andalucía, Susana Díaz, y al expresidente del País Vasco, Patxi López. Venció con el 50% del apoyo. El 18 de junio de ese mismo año, el congreso del PSOE ratificó lo decidido por los militantes.
Son los partidos tradicionales, por años acusados con razón de falta de democracia interna, los que están dando ahora ejemplo
Son los partidos tradicionales, por años acusados con razón de falta de democracia interna, los que están dando ahora ejemplo a la hora de permitir que sean los militantes los que decidan quiénes quieren que sean sus líderes.
Si el PSOE ya dio un primer paso significativo, el PP lo está dando todavía mucho mayor. De los tres candidatos que tuvieron los socialistas, dos controlaban los aparatos locales, aunque resultaran derrotados. El PP no sólo duplica la cifra de aspirantes. Además, tan sólo una concurre con el apoyo de la estructura territorial de una región en la que ella tiene mando.