Nelson Rivera (ALN).- En el libro Mentira, la filósofa italiana Franca D’Agostino analiza este fenómeno desde el concepto de la verdad. Quien repite una mentira hasta la saciedad, terminará imponiéndola como “verdad”, como han comprobado los comunistas, los nazis y los populismos.
Somos testigos y, simultáneamente, protagonistas de un fenómeno de vastas consecuencias: el declive de la verdad. La erosión que experimenta la verdad tiene origen en el exceso: es tanto lo que se afirma, se informa, se comunica, que las verdades desaparecen tragadas por el torrente, donde predominan las distintas formas que adquiere la mentira en nuestro tiempo: ocultamientos, engaños, medias verdades, afirmaciones incompletas, simulaciones, errores no reconocidos como tales, falsos criterios, especulaciones, reduccionismos, citas fuera de contexto, distorsiones en la percepción, conclusiones obtenidas a partir de precarios ejercicios de sospecha.
En el libro Mentira, la filósofa italiana Franca D’Agostini analiza este fenómeno desde el concepto de la verdad. Puede definirse como lo no-verdadero: pre-mentira, mentira simple, meta-mentira, evidencia suprimida, imprecisión y mucho más. La capacidad de la mentira para mutar y adquirir formas y ropajes distintos, deriva en la evidente asimetría entre la mentira profusa y la verdad escasa. La mentira se multiplica, la verdad se arrincona. Ya lo sabemos: quien repite una mentira hasta la saciedad, terminará imponiéndola como “verdad”, como han comprobado los comunistas, los nazis y los populismos. El populismo es la más clara demostración de la eficacia de la mentira.
Asunto esencial: Franca D’Agostini evalúa las dificultades de la verdad para encarar el auge de la mentira: la verdad existe bajo un estatuto de invisibilidad. “Verdadero es una propiedad invisible, inasible, no mensurable”. A menudo, la verdad son palabras -incorpóreas- que luchan por expresar lo corpóreo. Esa invisibilidad es una ventaja para la mentira, como lo es que la verdad exige completitud. La verdad, para que sea verdad, debe enunciarse entera. Presentada de forma fragmentaria o parcial, no lo es o no lo es del todo: puede sumarse al caudal de las mentiras. La verdad dicha a medias es una “mentira sin mentira”.
La erosión que experimenta la verdad tiene origen en el exceso: es tanto lo que se afirma, se informa, se comunica, que las verdades desaparecen tragadas por el torrente
La noción de realidad y, de modo más específico, el debate sobre la capacidad humana para reconocer y comprender la realidad, afectan la idea de la verdad: si se acepta que hay distintas percepciones sobre un mismo hecho, que toda realidad es una construcción mental, la verdad aparece como imposible o como una mera ilusión de los sentidos, o como pura provisionalidad. En tanto que no hay una realidad cierta o firme, tampoco hay una verdad correspondiente. La fragilidad que es característica de la verdad, su propagado relativismo genera brechas, oportunidades para la construcción de mentiras. Relativizar los hechos es una forma de abrir el terreno a la distorsión y la negación.
Mentira y democracia
La mentira no sólo arrolla a la verdad, también a la democracia. De eso trata, en lo fundamental, la amenaza que ahora mismo socava al edificio democrático. Mientras la verdad permanece atada a su contenido -a sus enunciados-, la mentira tiene un vasto catálogo de opciones: se puede mentir sobre los acontecimientos, las personas, los objetos y las propiedades de la realidad; se puede mentir sobre las creencias, las emociones y las intenciones; se pueden distorsionar los conceptos, el lenguaje, las palabras y los vínculos que relacionan las palabras o las imágenes con los hechos.
Todavía más: podemos mentirnos sobre nosotros mismos. Distorsionar el espejo. Exculparnos. Responsabilizar a otros. Mirar a otro lado. Convertir el silencio en silencio cómplice.
Conceptualizaciones como veracidad, verídico, sincero, verdadero, genuino, auténtico, transparente y otras fórmulas, han contribuido a relativizar el estatuto, el reconocimiento de la verdad. Abundan las estrategias de la mentira: someter la verdad a criterios de gradualidad o de neutralidad (que los hechos no son verdaderos ni falsos). “La democracia se degrada cuando aparecen los falsificadores, los simuladores de la verdad”. La destrucción se consuma cuando el punto de vista, la opinión, el narcisismo de “lo que yo creo”, se hacen más fuertes que los hechos.
Variaciones de la mentira
D’Agostini cita a Simone Dietz, quien señala que un tercio de nuestras transacciones lingüísticas son “en mayor o menor medida, indiscutiblemente falsas”. Semejantes a las variantes con que se asocia la cuestión de la verdad, están las de la mentira: la pensadora italiana desgrana las variantes: falsedad y mentira se diferencian porque se puede ejecutar un engaño ordenando enunciados verdaderos, y esto resulta paradójico, se puede conocer o mostrar la verdad diciendo falsedades.
Se miente cuando se hace creer a otro lo que el emisor no cree. Hay una brecha entre creencia, simular una creencia e intención. La mentira, y esto es esencial, cumple con un requisito: es consciente. Quien engaña sin consciencia no engaña. La intención cumple un papel determinante. Es lo que separa, por ejemplo, la errata numérica de la distorsión deliberada de un dato.
La mentira puede visualizarse como la ruptura de correspondencia entre lo que se dice y se cree, lo que se dice y se hace, lo que se dice y lo que ocurrió. La simulación o el fingimiento -como las gentilezas que son requisitos de los intercambios sociales- no son opuestos a lo verdadero sino a lo auténtico. La manipulación se caracteriza porque se propone generar una determinada actuación o influir en la conducta de los demás.
Quien repite una mentira hasta la saciedad, terminará imponiéndola como “verdad”, como han comprobado los comunistas, los nazis y los populismos
Existen mentiras terapéuticas, defensivas -la que un secuestrado le dice a un secuestrador-, benefactoras o mentiras extremas que destruyen el conocimiento -tal como ha ocurrido en Rusia tras ocho décadas de dominación totalitaria-. La trama, rica y compleja, entre mentira y creación (la producción artística como promotora de otras realidades), es otro ámbito que compete al tema.
Sostiene D’Agostini, a propósito de la llamada mentida piadosa, que no hay mentira que pueda justificarse. Lo que es piadoso es la estrategia, que puede ser “parcialmente perdonable”, evaluada a partir de sus causas y consecuencias. La autora también se interroga por la actuación de los profesionales del derecho y los asesores de imagen, que silencian los errores o defectos y destacan las virtudes o los beneficios de sus clientes.
Una de las cuestiones raigales nos remite a “la mentira sin mentira y sin huella”, que era el objetivo de la Solución Final implementada por Adolf Hitler y los nazis, que prohibió documentar su decisión de liquidar al pueblo judío. Ese es el marco que permite pensar en la práctica del negacionismo, que es el modo de matar al que ya ha sido asesinado: matar su memoria, como todavía hacen hoy las autoridades de Turquía con el genocidio del pueblo armenio.
El totalitarismo contra la verdad
“Puede definirse como prementira la construcción de una realidad ficticia, lo fingido, sobre la cual luego hacer actuar lo falso, que será considerado verdad”. Por lo general, la prementira se acomoda en los prejuicios ya existentes. Las campañas dirigidas al desprestigio de personas e instituciones son justamente formas de prementira, que serán seguida de acciones que se percibirán como verdaderas.
Simplificar, polarizar, proyectar: tales son los procedimientos de la prementira, que se potencian cuando apelan a la tensión miedo-esperanza. Esa prementira es la base de la mentira ambiental, la versión distorsionada de la realidad, que es siempre el instrumento que los poderes utilizan para crear conflictos. La mentira organizada es la base que conduce al conflicto ‘falsificado’.
Complots, conspiraciones y traiciones, que son fabricaciones características de los regímenes totalitarios, se constituyen en la plataforma que conduce a la violación de los derechos humanos, a la deshumanización de los adversarios, a su eliminación a partir de un programa de mentiras que desemboca en una lógica donde la mentira se alimenta y crece por el engrosamiento de otras mentiras.