Rafael Alba (ALN).- La música del líder de Nacha Pop mantiene su vigencia gracias a la influencia de su repertorio en los cantautores jóvenes y las nuevas estrellas del pop. La efeméride revive también la polémica sobre la posibilidad de que el compositor hubiera plagiado parte de ‘La chica de ayer’, su tema más conocido.
El pasado 12 de mayo se cumplió el décimo aniversario de la muerte de Antonio Vega, uno de los compositores más importantes del pop cantado en castellano, cuya controvertida y polémica figura, y cuya vida trágica, marcada por su adicción a las drogas, no le impidieron gozar de gran popularidad y coquetear con el éxito masivo en diferentes momentos. No llegaría a alcanzarlo en vida, pero su alargada sombra y su influencia se mantienen todavía hoy. Los artículos y los conciertos de homenaje que han proliferado estos días han vuelto a poner en valor su obra y a demostrar que generación tras generación, las nuevas figuras del pop y la música ligera que emergen en España y Latinoamérica siguen enamorándose de sus canciones. Lo mismo que el público. Tal vez, porque en su obra, plagada de momentos de luminosidad extraordinaria y momentos de gran oscuridad, reflejó perfectamente la confusión vital de un artista, a veces polémico, que supo reflejar como nadie la incertidumbre del cambio de siglo.
Seamos rigurosos. Ni Antonio Vega, ni Enrique Urquijo ni, probablemente, tampoco otras figuras ilustres del pop español de los 80 ya fallecidas, como el fundador de Parálisis Permanente, Eduardo Benavente, o Carlos Berlanga, el autor de las piezas más emblemáticas de Alaska y Los Pegamoides o Dinarama, se sentirían cómodos vistiendo el traje de iconos emblemáticos de la Movida madrileña con el que muchos cronistas actuales intentan vestirles. A veces, incluso, para relativizar la importancia de su obra. Por supuesto que no. La movida fue un invento posterior, mucho más relacionado con los modistos, los cineastas o algunos pintores y escultores que con los músicos de la época. Vega, desde su militancia temprana en Nacha Pop, formaba parte de la Nueva Ola, como el resto de sus compañeros de generación. Jóvenes airados que, tal vez por la influencia directa del pop británico de la época, querían rescatar el formato inmortal de la canción de tres minutos, las melodías directas y tarareables y las letras comprensibles.
Conmocionados por el impacto del punk, las recetas neoliberales de Ronald Reagan y Margaret Thatcher y el fin del viejo sueño comunista que derivó en pesadilla en casi todos los países del bloque prosoviético, los jóvenes de aquellos años turbulentos apostaron por una estética cercana a las raíces del pop y los temas inmortales de los 60, para oponerse a la deriva en la que parecía haber caído el rock en los últimos años de la década de los 70. A sus piezas seudosinfónicas, sus solos interminables y el virtuosismo, a veces vacío, que exhibían algunas bandas superventas de entonces. Así que Vega en realidad, estaba más cerca de Los Brincos, Nick Lowe, Los Ramones o Elvis Costello, que de las bandas más intelectualoides del estilo de Radio Futura o Talking Heads, que sí llegaron a alcanzar su momento de mayor popularidad en España, cuando la movida era ya una etiqueta consolidada en los medios de comunicación.
Oportunidades desperdiciadas
Vega, como Enrique Urquijo, ni era moderno, ni progre, ni tenía un perfil político definido. Por mucho que, en general, se le situará más cerca de la izquierda que de la derecha. De hecho, durante gran parte de la década, Nacha Pop, la banda en la que se dio a conocer, lanzó unos cuantos discos notables, que fueron recibidos con total indiferencia por la crítica y gran parte del público, con la excepción de un pequeño grupo de fans entusiastas que siempre le arropó. Lo mismo que sucedió, por cierto, con Los Secretos, o Mamá, compañeros de generación y postulados estéticos que también quedaron arrinconados en aquellos años 80, en los que supuestamente habrían alcanzado el éxito. De hecho, el único disco que la banda de Vega colocó en las listas de ventas de la época fue el doble álbum en directo titulado 80-88, que el grupo grabó como despedida, cuando los tres componentes origina es que aún se mantenían unidos, el propio Antonio, su primo Nacho Vega y Carlos Brooking, ya habían tomado la decisión de separarse, en parte, por culpa de la adicción a la heroína del líder de la banda, que quizá fue uno de los motivos por los que el grupo no consiguió ocupar el lugar que verdaderamente merecía.
Aún así, las canciones de Vega eran tan poderosas y personales que en diferentes momentos de su accidentada historia profesional y personal consiguió contar con el apoyo de una industria discográfica que se resistía a condenar al completo ostracismo a aquel genio sin suerte. Era demasiado buen autor, era un cantante muy personal y un guitarrista notable en los días buenos. Y su triste figura de bello perdedor le convirtió en un mito incluso mucho antes de que la muerte le alcanzara, hasta el punto de que cuando aún vivía, en 1993, ya se grabó por lo menos un disco de homenaje, titulado Ese chico triste y solitario, impulsado por la SGAE, en el que muchos de sus compañeros de generación y algunos artistas nuevos, se fajaban con algunos clásicos inmortales de un repertorio que década tras década ha vuelto a ser objeto de veneración de los más viejos del lugar y muchos recién llegados. Por mucho que, en general, sus discos fueran irregulares, muchos de sus conciertos un verdadero desastre y sólo consiguiera especializarse en desperdiciar todas las oportunidades de redención que se le brindaron.
Pudo grabar discos con presupuestos amplios, directos desenchufados, y colaborar con todo tipo de productores de gran profesionalidad. Pero su desordenada vida personal, siempre al borde de la tragedia, le impidió dar continuidad a su carrera. A una carrera que podría haber despegado en muchas ocasiones, porque Vega creó infinidad de temas con aroma de éxito que aún siguen ahí. Inspiradores e inolvidables y listos para llegar al corazón de las nuevas generaciones. Hay mucho donde elegir. Desde aquella Chica de ayer, que muchos consideran la mejor canción de los 80, hasta otras, como Lucha de Gigantes, inmortalizada gracias a su inclusión en la banda sonora de la película Amores Perros del mexicano Alejandro González Iñárritu, Elíxir de juventud, El sitio de mi recreo, Alta Tensión, Una décima de segundo, Tesoros o Se dejaba llevar, entre otras. Todas provistas de unas letras ambiguas y no siempre inteligibles, pero de gran contenido poético, y de unas melodías de altísima calidad que se convirtieron en las principales características de su estilo.
La transición española y las canciones de Vega
Temas, todos ellos, que han sido objeto de innumerables versiones, casi siempre en clave de homenaje. Pero a veces no. Y que han sido interpretados por cantantes tan dispares como las triunfitas Amaia y Aitana, algunas cantautoras actuales como Zahara, Anni B Sweet o Rozalén, estrellas latinas como Enrique Iglesias, bandas indies de ahora mismo como Viva Suecia, míticos rockeros del estilo de Rosendo Mercado o divos del flamenco fusión como Ketama. Hasta bandas estadounidenses como Gigolo Aunts, que tradujeron algún tema de Vega al inglés, o personajes populares como su viejo amigo de la infancia Emilio Aragón, famoso actor, guionista y productor televisivo, han impulsado diversos proyectos en los que se reivindicaba el legado musical de este artista. Una unanimidad que, sin embargo, parece verse afectada en los últimos tiempos. Aunque los motivos de esta incipiente tendencia no tienen demasiado que ver con las cuestiones puramente musicales. O no tanto como puede parecer a simple vista.
Desde hace más o menos un lustro, en paralelo con los movimientos emergentes y los nuevos activistas, el revisionismo de algunos críticos musicales, relacionados con las opciones políticas de izquierdas que más han puesto en cuestión la famosa transición democrática y la Constitución española de 1978 también ha lanzado algunas sombras de sospecha sobre la auténtica calidad de la obra de Antonio Vega. Como decíamos antes se le intenta convertir en una figura icónica de la movida, cuando justamente las verdaderas figuras de la época arrinconaron a Nacha Pop. Y también se pretende establecer el parecido entre los arreglos de La chica de ayer y la versión en castellano realizada por el cantautor argentino Piero del tema La caccia al bisonte que compusieron Ivano Fossati y Oscar Prudente e interpretó Gianni Morandi, como el indicio de un caso de plagio. Hay algunas similitudes, sobre todo en los riffs de guitarra, desde luego, pero, en mi opinión, son dos canciones bien distintas.
Al fin y al cabo, si los plagios se definen por las introducciones iguales o algunas notas sueltas de un solo de guitarra, todos los temas de rock clásico compuestos en la década de los 50, por ejemplo, serían el mismo. Y, obviamente, no es el caso. Pero queda muy bonito decir aquello de que la música española de los 80 era tan mala que hasta la supuesta obra cumbre, la ya mencionada Chica de ayer, era una copia. Algo así como dudar del legado musical completo de las bandas británicas de los 60 porque uno de los temas de éxito firmado por el beatle George Harrison, My Sweet Lord, se parecía sospechosamente a la canción He’s so fine que Ronnie Mack compuso para las Chiffons. En cualquier caso, el famoso tema de Vega, el primero que creó, según cuentan las crónicas, un día en el que estaba tocando la guitarra en la Playa de Malvarrosa en Valencia, en un permiso de su servicio militar, ha hecho ya historia. Aunque quizá, tampoco sea la obra cumbre de este bello perdedor, lleno de talento, a quien tanto echamos de menos. Sobre todo aquellos, como quien esto suscribe, que teníamos 20 años en 1980. Brindemos por eso.